Un idiota es un idiota.
Dos idiotas, son dos idiotas.
Diez mil idiotas, son,
un partido político.
Kafka.
Sin lugar a duda y hasta quizás probado, el entorno influye notablemente en el comportamiento y formación definitiva del ser humano. En algunos aspectos, obligado, ya sea por la agresividad y hasta la deshonestidad del medio ambiente que lo rodea, a crear una indefinida filosofía de vida, que lo hace completamente autosuficiente y una confianza en sí mismo, que lo lleva a no contar con el apoyo de otros.
Hay momentos y -podría hablar por mí y por muchos-, que llegas a sentirte totalmente desubicado, rodeado de un ambiente purulento, lleno de falsedades, hipocresías, torpezas e ineptitudes que aún y parezca increíble, está formado por personas, supuesta o realmente capacitados profesionalmente, pero que resultan vanos, llenos de argucias y teorías que nada aportan al bien común.
Pero así son los tiempos, que con sus diferentes peculiaridades juegan con el destino de todos y cada uno de nosotros. Precisamente, es en estos tiempos cuando más escuchamos que cualquier tiempo pasado fue mejor y quizás -como siempre digo-, solo quizás, en muchos aspectos, tienen razón, sin dejar de tomar en consideración, que estamos en medio de unos de los momentos en que más comunicados estamos, recibiendo toda una avalancha de nuevos conocimientos, pero, por igual, de muchos engaños, salidos de las entrañas de aquellos seres, que, dentro de sus genes, anidan el germen de la maldad, la traición y el odio.
Y son esos mismos, quienes han construido toda una muralla de mentiras y sortilegios, capaces de resistir todo tipo de ataques por parte de hasta las propias leyes, que, en muchos casos, son elaboradas por miembros de sus propias “pandillas”, todo para aprovecharse de las debilidades de seres nacidos de hogares carentes de los más mínimos recursos, y, por ende, de oportunidades para educarse y poder repeler esas acciones malignas, encarnadas hoy, sin lugar a dudas, por un bandidaje que se ha querido apoderar del accionar político, sin importar el costo.
Tal parece que el pueblo decente no tiene escapatoria de la turbidez que se ejerce dentro de la política nativa, que todo lo malo es lo que copia de otros países mientras las virtudes, brillan por su ausencia, induciéndonos a pensar en aquellas palabras de Maimónides, cuando expresó que; “Cuando amenaza un peligro verdadero, el interés superior exige batirse en retirada”, si, nos quieren hacer creer que toda resistencia es inútil, que ante sus desvergonzadas acciones debemos de permanecer sumisos y callados. Obedientes a una clase que se ha llevado lo mejor de nuestros hogares hacia el basurero y la desvergüenza; que ha convertido a una gran mayoría de la juventud en parias, por seguir el mal ejemplo de sus ambiciones que ellos propagan como si fuesen dones de vida buena.
Cómo pueden luchar los hogares que poco o nada tienen, contra esta penetración de la mal educación que irradian por todos los medios ese tigueraje salido -mayormente-, de esos mismos hogares y que han llegado a creerse que son el camino, apoyados en esa autoridad sapiencial sobre el delito, la indolencia y soberbia que los ha hecho proverbial. En realidad, no sé cómo se podrá revertir tanto daño causado al comportamiento decente, donde el irrespeto campea por sus fueros y cada uno hace lo que en ganas le viene.
Reitero, ¡no lo sé! Como tampoco sé de dónde sacaremos los miembros para hacer cambiar el rumbo desviado de los organismos llamados a ponerle coto a esta situación, llámese como se llame, ya sea Educación; Policía; Salud y hasta las propias Fuerzas Armadas, porque en cuanto a los partidos políticos, si digo lo que pienso, me acusan de terrorista o de golpista. ¡Sí señor!