Mientras escribo este artículo siento más de cerca el toque a la puerta del nuevo año que ya llega cargado de sorpresas para todos. En un abrir y cerrar de ojos se nos fue el 2024. Un año que estoy convencida dejó huellas en el corazón de todos los que habitamos el mundo. Doce meses en los que reír, bailar, abrazar, llorar, agradecer, caer y levantarse, hizo de cada ser humano mejores hombres y mujeres para los demás.

No soy la única persona que dedica unos minutos antes que termine el 2024 a examinar todas las experiencias vividas en dicho año. Ahora bien, a modo de reflexión personal, puedo decir que lo que más agradezco a Dios durante los 12 meses que transcurrieron fue el echo de sentirme acompañada por mi esposo mientras transité varios días de sorpresas inesperadas. La partida de mi abuela al encuentro con el Señor me sacudió de forma devastadora. Soy consciente de que la vida en la tierra termina para todos en algún momento. Pero creo que nunca estamos listos para decir hasta luego.

A los dos meses siguientes también llamó a tía Mayda, todo el dolor que se siente cuando perdemos a un ser querido, lo sentí multiplicado, al no haber podido vivir presencialmente ambos momentos. La distancia de un mar por medio separándome de los míos en Cuba, hace que la experiencia del duelo sea más cruda. Pero, no elijo quedarme del lado de la tristeza, cada noche antes de irme a dormir, en mis oraciones a Dios le pido las cuide a ambas en un lugar hermoso donde sé, son felices. Si tuviera que elegir un momento del año, me quedo con todos los paseos que hice junto a mi esposo, descubriendo y dejándonos sorprender por Dios en cada uno de los sitios a los que fuimos.

El 2024 me enseñó que lo importante es sentirnos acompañados mientras transitamos ese camino llamado vida. Resulta vital tener a alguien que nos abrace cuando está cayendo la lluvia, así como también, cuando sale el arcoíris. Agradezco a Dios la compañía de gente que amo y me ama, el tiempo que paso junto a mi esposo cuando estamos en casa, las conversaciones tratando de arreglar el mundo y el cocinar algo rico para él. Así también agradezco a mis padres y hermana, quienes a través del celular acompañan y dan color a mis días. Y para este nuevo año 2025 deseo que Dios continúe sorprendiéndome, que él llene mi corazón de expectación y agradecimiento ante todo lo que está por venir.