Antes de celebrarse el 20 Congreso del PCCh corrieron en los medios de comunicación y en las redes sociales una serie de análisis que tenían como elementos distintivos: 1. Un énfasis en los problemas económicos de China 2. Una criticidad ante lo que se veía venir, que Xi Jinping quisiera mantenerse por un tercer mandato.3. Que éste tenía una política anti occidental y demasiado militarista y agresiva, caso de Taiwan, considerada la provincia 23 de la R.P. China. 4. Que hubiera una reacción contra Xi por medios descontentos del PCCh y del Ejército Popular y que incluso dieran un golpe de estado.

La economía China se ha desacelerado, esto tiene que ver, entre otras cosas, por la decisión tomada por Xi y las autoridades chinas de tratar de evitar un gran número de muertos y de enfermos con secuelas de la COVID19. La realidad es que aunque la economía China no ha crecido como lo ha venido haciendo hasta ahora, su situación sigue siendo buena. Y nada parece indicar que su avance en las nuevas tecnologías y en el crecimiento esté paralizado o retrocediendo. No se puede decir lo mismo de las economías europeas que con la guerra de Ucrania han entrado en recesión países como Alemania e Italia.

Las críticas al estatalismo y autoritarismo del régimen bajo Xi Jinping, por analistas occidentales, son constantes. Se le reprocha que ponga cada vez más énfasis en que el estado tenga un papel más activo en la economía, no solamente mediante una supervisión de las situaciones que puedan conducir a quiebras, fraudes y corrupciones. Sino que haya dejado claro que la iniciativa privada seguirá teniendo un papel pero que China no ha optado y no se dirigirá a ser una economía de mercado desregulada, lo que  llevó a la crisis de las subprimes de 2008 en EE.UU. y en Occidente.

La intención de Xi Jinping de mantenerse en el poder  produjo una oleada de análisis y augurios de desastre. Su estatalismo, su lucha contra la corrupción, su mano firme en evitar desmadres económicos en materia de viviendas y en ingenierías financieras que ya probaron su desastre en Occidente, era motivo de miedo para éstos creadores de opinión. Lo resumo en lo que se escribió en el Financial Times: “Que permanezca en el poder va a ser malo para China y malo para el mundo”,

China ha disminuido el crecimiento de su PIB real al 2,8%, este año, muy por debajo del esperado del 5%,  pero esto no significa que su economía va a caer en la recesión que se pronostica para los países del G7 en 2023. El crecimiento chino se estima que será de un 4% y los países del G7 se contraerán o tendrán un crecimiento cercano al  cero %, según el Banco Mundial.

El creciente autoritarismo y el papel personal que ejercía el Presidente Xi Jinping era contrapuesto al modelo de democracia representativa a lo occidental. Según ciertos intérpretes de la realidad china, sus expectativas estaban puestas en que las fuerzas del mercado se terminarían imponiendo en el  Estado y al PCCh se le arrinconase.  Los capitalistas chinos y las inversiones allí serían como una especie de  “Caballo de Troya”, que iría carcomiendo el estatismo económico y terminara orientando el país hacia la concepción liberal de las libertades individuales y los contrapesos del poder, típicos de las democracias representativas.

En ellas, aunque existen libertades individuales, que no son una ficción  –negarlo sería una ceguera indigna de cualquier persona  seria. Hay contrapeso  de los poderes judicial y parlamentario, al Ejecutivo, pero todo ello se ve muchas veces sobrepasado por el poder del dinero, que logra captar a los políticos, a los representantes e incluso a los ministros y presidentes de esos gobiernos, por no referirnos a los partidos políticos, que para ganar elecciones requieren cada vez más dinero y ese dinero es aportado por los Grandes Grupos empresariales y los bancos. La democracia funciona, si, pero está muy condicionada por el poder del dinero. Como dijo alguien, tal como funciona en la realidad, es la “mejor democracia…que el dinero puede comprar”.

En todo caso, cada vez me siento menos inclinado en querer o justificar, imponer la llamada “concepción liberal” al resto del mundo (como si lo hace Fukuyama) y, menos que nadie a China. País cuya tradición es tan antigua o más que la occidental y no tiene por qué ser “raptada por Europa y América”, para que adopte sus principios occidentales como suyos propios.

El gobierno republicano “liberal occidentalizado” de Sun Yat-sen, fue apenas un suspiro en la historia china. Ahora bien, me parece que es digno de resaltar que en la cúpula del partido chino, no haya ninguna mujer. Siendo así que en la china imperial la mujer ha estado al mando del Estado, como la emperatriz Wu Zetian  y la emperatriz Tzishi que gobernó cinco décadas e a fines del siglo XiX  e inicios del XX. Esa ausencia de la mujer es un gran déficit representativo de la China Popular. Mientras en Taiwán, una mujer está en el mando del gobierno Tsai Ing-wen.

En un momento tan tenso y problemático como el actual, me parece que no es necesariamente malo, para China, la continuidad de Xi Jinping, quien ha demostrado firmeza tomando decisiones difíciles. Como fue el confinamiento de la población que ha evitado millones de muertos por COVID en su país. A diferencia de otros países que han dado prioridad a que no se detuviera o ralentizara la actividad económica, el liderazgo chino optó por salvar vidas, y tuvo éxito: China ha tenido la tasa de mortalidad por COVID más baja del mundo. EE.UU la más alta, seguida de Brasil, Italia, Reino Unido, Rusia, España, Francia, Alemania.

Todo parece indicar que Xi Jinping va a continuar dando un giro a la política iniciada por el gran forjador de la china actual, industrial y tecnológicamente avanzada, Den Xiao Ping. Los tiempos han cambiado. Mientras la china de Den y después de Hu-Jintao se beneficiaron de una actitud de EE.UU. más partidaria de tener relaciones comerciales y diplomáticas distendidas, con Trump hubo una política agresiva que ha continuado Biden. Los demócratas han sido trumpianos en su guerra comercial y tecnológica contra China y en tratar de cortarle lazos comerciales y de cooperación con países de la UE, AL y otros continentes.

El liderazgo de EE.UU. teme realmente los progresos chinos en materia de Inteligencia artificial, robótica y en nuevas tecnologías de las comunicaciones, como es el caso de la 5G. Su miedo a China también tiene que ver con su creciente fortalecimiento militar, aunque para nadie es un secreto que el gasto militar de los EE.UU. es inalcanzable para cualquier país, así como su despliegue de bases militares a través de todo el globo,

Los estadounidenses que quieren informarse, saben o pueden saber, que ni Rusia, ni China, ni por separado ni juntas, tienen la capacidad militar de los “herederos” actuales del Imperio romano y del Imperio británico, los EE.UU.; para temer en serio por su seguridad nacional. Aún así, tratan de impedir que su poder unilateral a escala mundial sea cuestionado y, hoy por hoy, el único rival capaz de poner en cuestión su hegemonismo mundial es China y, en menor medida, Rusia. La UE ha hecho dejación de su capacidad de ser una “opción diferente” para convertirse en una organización de estados clientes de los gobiernos norteamericanos.

Esto explica la campaña mundial contra China y los análisis sesgados. Las críticas implacables de los medios de comunicación occidentales al presidente Xi Jinping.  Si éste es fiel a sus palabras lo que busca  es una China que siga progresando en el desarrollo de sus fuerzas productivas, en producir bienes, pero más aún,  ser un centro  de investigación científico y de nuevas tecnologías  y un centro financiero, que desafié el de Londres y New York. Pero además, se ha pronunciado a favor de se vaya reduciendo la brecha de desigualdad entre la población, a la vez que mejore la calidad y el nivel de vida del pueblo chino.

Esa es la “revolución en la revolución” que parece traer Xin Jinping, pero que solo es entendible para los que analicen sus decisiones, no con la óptica del milenarismo maoísta, o el desarrollismo del despegue económico propiciado y logrado por Den Xia Ping, sino por quien sabe que el bienestar de China y de los pueblos del mundo está en lo que propugnaba un sabio y estudioso alemán en 1848, que prescribía que el “mundo por ganar”, requiere el desarrollo de las fuerzas productivas y poner la riqueza social producida, de manera lenta,-quizás para los desesperados-, gradual, en manos de quienes la producen. Que en la sociedad del siglo XXI va a ser prácticamente todo el pueblo ya que casi todos contribuyen al ciclo productivo material o inmaterial, de una manera u otra.

Torrelodones, 25 de octubre de 2022