Unos han sido borregos de alguna potencia dominante, otros jugaron a la torpeza, a la agresión de la gente indefensa y los ha habido castrenses, civiles, y civil-castrenses con pujos oligárquicos, populistas o simples malhechores que tuvieron la suerte de arribar al poder empujados por la ignorancia, el fanatismo, los métodos de engaño y la astucia y alguna que otra fuerza económica cómplice y complaciente, pero hay en esencia diferentes tipos de caudillismo y no todos responden a un molde pre elaborado ni tienen el mismo grado de conciencia, de formación, de formulaciones lógicas, de cosmovisión de lo que se ha dado en llamar la realidad y más aun, la realidad política, que no es simple aunque lo parezca en razón de las torpezas que cometen en muchos casos los políticos personalistas, sumada a cierto grado de perversidad, de pobreza espiritual enorme, de dislocaciones emocionales, de transmutaciones increíbles- en la oposición son altamente críticos, en el poder pasan a justificar lo que criticaban duramente- de disrupciones lamentables, de descontrol de la razón, de la sinceración consigo mismos al enterarse de que el poder no era lo que veían desde fuera sino una colina enjabonada sobre la cual rodar suavemente o, en el peor de los casos, estrellarse en el abismo de la soledad, el desprecio, el destape político delictivo, dejando al pueblo ingenuo con la idea de haber sido engañados, abonando los procesos históricos con vientos contrarios, con la nave destrozada, el olvido y los malos recuerdos de gestiones amargas, y bien, de lo que se trata es de dar a entender que términos como caudillismo, reelección y otros similares o atados a la política no son per se malos o dañinos como no lo es el arma que elimina a los monstruos, sino que hay contextos históricos que encienden el olfato de los pueblos o los pone a bailar con la música que le tocan, música que puede ser el interminable sonido de la demagogia, de la hipocresía, de las falsas promesas, del discurso envenenado hecho pasar como canto sublime, de la entrega de los recursos estratégicos del pueblo, de a las bandas organizadas del neoliberalismo, de la gestión comprometida con los enemigos de la humanidad, entre otros llantos y quebrantos y simulacros de lo insondable: cuando el caudillismo muere, suena el despegue de la libertad viéndose que todo caudillismo es sombra desesperada de un pretérito imperfecto y cruel, de un filamento impúdico de la realidad que es este vivir y este estar muriendo.