El cólera tiene una temible connotación histórica siempre ligada al subdesarrollo y a grandes epidemias mortíferas. Es una enfermedad oriunda del golfo de Bengala, en la India, que se extendió a Europa y África en el siglo XIX con el auge del comercio, de los transportes marítimos y de los trenes. Pasó luego a América del Norte, América Central y del Sur.

 

El cólera puede matar a una persona saludable entre 12 y 24 horas desde el comienzo de sus síntomas y es probablemente el patógeno que causa el mayor número de muertes en humanos, en el más corto período de tiempo, en casos no tratados.

 

Muchos lo ven como una dolencia de otra época; sin embargo, es todavía una enfermedad peligrosa que hace estragos en muchos continentes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay hasta cuatro millones de casos de cólera por año. No obstante, en la actualidad todo colérico llegado a tiempo a un centro equipado de manera adecuada debería salir curado al tercer día.

 

Por eso, con los avances de la medicina y el descubrimiento de una vacuna, desde el principio del siglo XX se considera internacionalmente una epidemia de cólera como una señal de malas condiciones de salubridad pública, de un bajo nivel de vida y de la impericia de los gobiernos.

En el periodo 2016-2021 grandes epidemias de cólera siguieron impactando el planeta como las surgidas en Haití o en Yemen; a la par, hay regiones del África subsahariana y del sudeste asiático donde el cólera es endemico.

Es obligado constatar que es una enfermedad de la injusticia y que, en la actualidad, solo mata a los pobres y los más vulnerables. Todas las grandes concentraciones demográficas de los países en vías de desarrollo ofrecen condiciones ideales para la explosión de epidemias.

El mapa mundial del cólera es casi el mismo que el de la pobreza, pero cada muerte debida a esta patología puede ser evitada gracias a los conocimientos disponibles hoy.

El cólera se controla con un abordaje multisectorial que abarca servicios médicos, de agua potable, de higiene y saneamiento. Hoy en día, el cólera provocado por la bacteria Vibrio cholerae es también llamado “enfermedad de las manos sucias”.

Por estas razones es penoso pensar que este mal está de nuevo a nuestras puertas y que se puede expandir debido a las brechas sociales que subsisten en nuestro país.

Los moradores de algunos sectores vulnerables viven en condiciones inimaginables de hacinamiento a la orilla de cañadas hediondas, en barrios con inmensas brechas en la cobertura de agua tratadas y saneamiento básico que son determinantes para la incidencia de enfermedades transmitidas por agua y alimentos.

Hemos sorteado con un éxito reconocido internacionalmente la pandemia de COVID-19, alistémonos para dar igual repuesta al brote que se podría extender dadas las condiciones en que vive parte de nuestra población.

¡Debemos estar alerta y prepararnos!  El cambio climático, el crecimiento demográfico y la urbanización acelerada van a aumentar los riesgos de enfermedades mortales y pandemias que un buen sistema de asistencia primaria debería ayudar a controlar.