En un ambiente mágico, en las galaxias de Silvio Rodríguez, mientras el sol saludaba sonriente a la mañana, mujeres tocadas solo por los dioses recolectaban cacao en las cercanías del rio Níger en el Senegal, cantando salves a Mamá Tingó con varios tambores de fondo, mientras danzan los Guloyas y los seguidores de San Juan Bautista bailaban Sarandunga.
Niños de ojos grandes, atrapaban mariposas multicolores; niñas llenas de luz, cortaban flores para ir a despertar a Thamar, la más hermosa princesa de Ghana, que aún soñaba con estrellas de colores y con una luna llena de pan con queso.
Al despertar Thamar, recordaba el sueño de la noche anterior, donde vio a una isla del Caribe que le pareció un paraíso maravilloso. Vio sus montañas, sus arroyos, sus ríos, sus playas, llenas de cacao, molondrón, maní, plátano, ñame, como en su pueblo natal, sintiendo, además, una atracción particular, una fuerza misteriosa que la atraía de manera especial, sin lograr descubrir lo que era.
Con una diadema de oro, símbolo real, adornada con diamantes como poder espiritual, vestida de blanco, decidió desayunarse con el sabio sacerdote de la tribu que vivía en la cumbre de una montaña mágica llena de margaritas y de flor del sol. Le contó su sueño y este Servidor de Misterios que lo sabía todo, le sonrió y le dijo que eran sus ancestros, que una diosa se había ido a vivir a esa isla encantada con sus antepasados esclavizados y que quería verla porque ella pertenecía a esta isla, la cual trascendía al imperio de Ghana y de Mali, donde había reinado.
Thamar, la princesa de la luz, sintió curiosidad. Buscó respuestas en la historia de los Ashantis, etnia a la cual ella pertenecía, buscó en el pueblo de Dogona que hablaban Dagbaní, el cual se sentía orgulloso de sus tesoros patrimoniales, sus tradiciones y su pertenencia al continente africano.
Buscó fotografías de la isla que la provocaba y se impresionó con la foto de una diosa poderosa muy parecida a ella, de ojos negros impactantes, dominantes, con un inmenso afro y una serpiente enroscada en su cuello, la cual era símbolo de fuerza, de sabiduría, justicia, prudencia y ternura. ¡Era Martha la Dominadora!
Ella, decidió entonces visitar a esta isla de sus ancestros en compañía de Papá Legbá, su protector. Llegó un doce de julio, al medio día, cuando una lluvia purificadora anunciaba su llegada. Y ocurrió algo insólito, porque la diosa que la había impresionado en el sueño de Ghana, era encarnada por su madre. Thamar se quedó sorprendida, pero feliz. Encontró que su ancestro real, la antigua diosa de los Ashanti, estaba acompañada de otras deidades de origen africano: Ana Isa, Metré Silí, Belié Belcán, Ogún Balenyó, El Barón y Cándelo Sedifé, los cuales la saludaban y le rendían pleitesía.
Thamar, la niña real Ashanti, la Princesa de Ghana, feliz porque había encontrado en sus ancestros su nuevo hogar en la isla que había soñado. En silencio le sonreía el padre más feliz del universo.
Thamar mantuvo su porte de princesa de Ghana y su amor por la naturaleza. El Mirador, con su corona de Framboyanes de colores intensos, donde no hay dos árboles iguales y el verde redimensiona todas las intensidades, con sus padres, se recrea todos los días y le rinde pleitesía a la vida.
En el colegio, en el gimnasio, donde quiera que va, Thamar es el amor que reparte sonrisas y que todo el mundo la quiere porque solo inspira tranquilidad, paz y ternura. ¡Thamar es un ángel de luz!
Hoy, Thamar es gimnasta, y cuando actúa se transforma, se convierte en la princesa de Ghana que corría detrás de mariposas y de barrancoli en las cercanías del Níger cuyas aguas transparentes invitan a la paz y la tranquilidad. En gimnasia es campeona en su categoría por el don de sus habilidades, su gracia, su elegancia y su estilo señorial.
Thamar, es una niña que todavía juega muñecas, es loca con una gatica llamada sol. Hermana de Luna y de un galán llamado Áfrico. Su amor por los animales la lleva tener a Cazan, un hermoso perrito, a Samara y a Sofía dos elegantes perritas que la despiertan todas las mañanas. ¡Thamar es una niña que a veces se escapa para los campos de Ghana donde la libertad es sagrada y donde todavía le rinden pleitesía!
¡Thamar, princesa de ancestros, mantiene la estirpe de sus orígenes, en un rostro hermoso que solo destila luz y amor! ¡Es un ángel de luz!