Según las más ortodoxas definiciones semánticas un testimonio es una  “declaración que hace una persona para demostrar o asegurar la veracidad de un hecho por haber sido testigo de él”.  El testimonio tiene pues por delante hechos y personajes, y en cierta medida es un imposible porque se trata de un viaje hacia dentro de uno mismo. ¿Cómo se puede separar la subjetividad del testimonio mismo?´- Se preguntaría un lector.

Hoy ponemos a circular aquí un libro testimonial, cuyo título evoca un acto de voluntad, se llama: “Testimonios desclasificados”, pero tiene un subtítulo: “Retazos narrativos de hechos verídicos”. Su autor, el doctor Manuel Ramón Morel Cerda es una figura destacada de la vida pública; y tanto el título como el subtítulo remiten a un saqueo de la memoria. Su propósito es “desclasificar” el archivo mental en el que guarda sus impresiones de múltiples hechos vividos.   El punto de partida es pues el viaje hacia dentro del cual ya he hablado, pero el viaje hacia dentro de sí mismo no es más que el saqueo de la memoria. He leído este libro dos veces y sus revelaciones me han estremecido. Podría parecerlógico puesto que los acontecimientos sobre los que se despliega el testimonio no solo son próximos, parten del año 1963 y culminan en el año 2003; sinoque esos años son particularmente convulsos, decisivos. Años en los cuales casi toda la historia política dominicana contemporánea se inscribe.  Y entrañan una enorme movilidad social.Mi estremecimiento, sin embargo,  va mucho más allá, ya que estos testimonios definidos como “Retazos narrativos” tienen el sesgo autobiográfico pero, al final de la lectura, se transforman en un coro, puesto que son muchos los acontecimientos y personajes que desfilan y hablan en sus páginas.

La historia política y cultural dominicana tiene una bibliografía testimonial bastante conflictiva y de difícil definición. Nuestra larga tradición autoritaria ha hecho que el testimonio se convierta en un nicho confesional que suele deformar la experiencia vivida, porque en las dictaduras la palabra y la vida se polarizan, y el testimonio es un esfuerzoque no llega nunca a alcanzar la objetividad. Libros como “En la ruta de mi vida”,  de Víctor Garrido;  dan fe de lo que estoy diciendo. El personaje narrador sucumbe bajo la alternativa de mentira o verdad, porque la realidad de la dictadura trujillista en términos del aplastamiento del sujeto individual es de tal magnitud, que los protagonistas están imposibilitados de testimoniar. Víctor Garrido se esfuma en el hueco de la retórica, intentando multiplicar la cobertura de una realidad tan espeluznante que el testimonio, de alguna manera, constituye la confirmación de la culpa. O quizás el libro testimonial de don Héctor Incháustegui Cabral, “El pozo muerto”, una interpretación sicologista del por qué los intelectuales se adhirieron sin remedio al autoritarismo. Incháustegui diluye el factor dictatorial configurando una mecánica de doble exclusión, la del anhelo de una figura mesiánica, y la del déspota que cabalgaba en la historia;  y por ello los intelectuales creyeron ver en la figura del “Jefe” el líder nacionalista que toda la historia nacional estaba esperando. Es como si hubiera sido una emboscada, una mala jugada del destino que quien llegó no era a quien se esperaba. El testimonio aquí no testimoniaba nada. O Talvez el libro de Virgilio Díaz Grullón, “Anti-nostalgia de una Era”, desde cuyo título naufragamos en la imposibilidad de testimoniar. Lo cierto es que el testimonio entre nosotros tiene alguna forma de irrealidad.

Poniendo como telón de fondo esos modelos de libros testimoniales, yo me preguntaba qué tiene de diferente el texto del doctor Manuel Ramón Morel Cerda, y comencé a encontrarlo en los acontecimientos mismos que ocupan la narración. El pórtico se abre en el año 1963, al fragor de la conspiración de toda la derecha política del país en contra del gobierno del profesor Juan Bosch. Es la clepsidra del mundo latino lo que de ahí adelante comienza a correr. Por circunstancias explicadas en detalles en el libro, el narrador pasa a ocupar la procuraduría fiscal del distrito nacional, un puesto que lo coloca en el centro mismo del debate político, y que le permitirá testimoniar sobre una considerable cantidad de hechos trascendentales de la historia contemporánea. Desde ahí comienza el saqueo de la memoria. Figuras como Horacio Julio Ornes Coiscou, Diego Bordas, Enrique Alfau, Jacobo Majluta, Belisario Peguero, Víctor Elby Viñas Román, Renato Hungría Morel, Ramón Tapia Espinal, Donald Reid Cabral, etc. Comienzan a transitar por una historia rápida y convergente. Lo característicos de los capítulos de este libro es que transcurren como la historia objetiva de entonces, que era bien movida, y un hecho sucedía a otro. En la cresta de las olas el personaje narradoracumulaba una a una las experiencias vividas.

Hay un enorme inventario de acontecimientos en este libro, tomando como punto de partida el golpe de estado contra Juan Bosch, el 25 de septiembre de año 1963. Incluso una galería icónica de personajes políticos, de figuras de la vida nacional, y alguna base documental sobre la que se empina el criterio testimonial. Basta una observación del conjunto de las exposiciones del doctor Manuel Ramón Morel Cerda para percatarse de que el género testimonial le queda corto. Los hechos se van desperdigando alrededor del personaje narrador, y levantan una cartografía más próxima a la historia que al despliegue confesional del testimonio. Quizás por ello él mismo subtitula su libro como “Retazos narrativos de hechos verídicos”. La historia nos ayuda a comprender ciertos rasgos de nuestro carácter, el testimonio construye y descarta paradigmas.

El triunfo de Juan Bosch, las conspiraciones de la derecha, el golpe de Estado del año 1963, la Revolución de abril del año 1965, el gobierno de Héctor García Godoy, la Procuraduría General de la República y sus conflictos;los crímenes de la posguerra, el exilio diplomático en Uruguay, los gobiernos de Balaguer, la ascensión de Antonio Guzmán, José Francisco Peña Gómez y su incidencia en la historia en movimiento, el gobierno de Jorge Blanco y el desenlace de su persecución, su paso por la Junta Central Electoral, y un largo etc. Este libro es un gigantesco mosaico histórico de los hechos más recientes vividos por nuestro pueblo, y es también el retrato balbuciente de un hombre y una mujer enmarañados en la tragedia. Contrario a “En la ruta de mi vida”, de don Victor Garrido, o de “El Pozo muerto”, de Incháustegui Cabral, y aún el de Virgilio Díaz Grullón, “Anti-nostalgia de una Era”; En “Testimonios desclasificados, retazos narrativos de hechos verídicos”, aparece el paradigma, el modelo; porque en todo cuanto vemos desfilar ante nuestros ojos la actitud del personaje narrador se trasciende y funda la idea de que es posible ser digno en este país, de que  se puede transitar por la vida política sin encanallecerse; y de que se puede ser hijo de unas circunstancias difíciles sin ahogarse, sin enmudecer y sin retroceder.

Gracias doctor Morel Cerda por pedirme que hiciera la presentación de su libro, gracias por su vida.