(Allá en Orlando, centro de La Florida, a mi gran amigo el psiquiatra Manuel Mota Castillo)

 

Son casi las tres de una caliente madrugada de primavera, sin embargo. La falta de fluido eléctrico hace más terrible la situación porque entonces tenemos que acudir al abanico que yo, individualmente, no soporto mucho debido a que me produce de inmediato efectos incómodos y nocivos. En momentos así, los que ya por naturaleza somos insomnes, las pasamos demasiado mal pues quien mal duerme amanece molido y alterado el carácter.

Los insomnios siempre son terribles por las angustias que despiertan, preguntas sin respuestas, nombres y fechas que intentamos recordar y que, como tardan en regresar a la memoria, nos recuerdan que el tiempo está pasando con sus efectos indomeñables en la vida, y que como decía el poeta Nobel chileno, “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.”

El tiempo avanza sin compasión y sin piedad, pocos minutos faltan para las cuatro. En el residencial donde vivo hace años se escucha el ruido de los motores que van tirando los periódicos, vehículos que pasan cuyos desconsiderados conductores tocan bocinas y siguen a alta velocidad, abajo el ruido de la bomba de agua que trabaja con el propio generador de energía del residencial. Es fuerte esto de no poder conciliar el sueño y ponerse a pensar en el destino incierto de un país donde las instituciones estatales están minadas por la corrupción, los desaciertos de un gobierno con una aparente crisis de autoridad, los afanes en inaugurar cosas que no ha construido y que muchas veces carecen del verdadero ceremonial o protocolo de la inauguración o la reinauguración.

Seis kilómetros de una estrecha y descuidada carretera en Santo Domingo Este, edificaciones sin terminar, escuelas o pequeñitos centros médicos vacíos, sin instrumentos para servir al ciudadano, mientras el tradicional hospital padre Billini sigue cayéndose y el monóxido de carbono de las plantas de emergencia mata a más personas que las mismas enfermedades. Promociones de radio y tv que caen por cuenta. Analfabetos de pura cepa, vividores y buscavidas enganchando a comentaristas políticos, a falta de un verdadero organismo fiscalizador responsable y consciente de sus responsabilidades, destruyendo honras personales, calumniando y tumbando polvo por unas monedas de esas que queman la mano, pueblan el espectro a todas horas. Recuerdo muy bien uno de esos gráciles e irónicos editoriales de don Rafael Herrera en el antiguo Listín Diario. “ En este país el que no da para policía se engancha a periodista”, afirmaba con esos aciertos relampagueantes, geniales, que caracterizaban al gran maestro autodidacta del periodismo nacional cuyos textos constituyen un presupuesto importantísimo en la sociología dominicana contemporánea. Igual sucede con las valientes y elegantes páginas que con el pseudónimo P. R. Thompson escribió mi inolvidable amigo, el lúcido y excepcional intelectual y prosista monseñor Oscar T. Robles Toledano.

Estos personajes, muchísimos bañados en dinero y lujos de toto tipo, presumidos creyentes de ser dueños absolutos de la verdad o de merecer la membresía gratuita del Country Club o del jet-set internacional, no solamente denigran, sino que maltratan el idioma, la lengua de Cervantes con la que nos comunicamos millones de seres humanos en el mundo. Cuantas palabras soeces se escuchan con normalidad en la radio, la tv y las llamadas redes sociales que, a decir del intelectual italiano Umberto Eco le han dado voz a los imbéciles, ese batallón integrado por millones de hombres y mujeres tan ignorantes como atrevidos que no dejan de ser un peligro para la institucionalidad y el desarrollo de las naciones.

Es el propio insomnio, esa angustiosa incapacidad de no poder conciliar el sueño que produce descanso físico y mental, el que nos conduce a este tipo de reflexión, tan dolorosa, tan dura. Sus angustias no permiten disfrutar de la lectura y me parece que en estas condiciones nadie puede seguir el hilo o el ritmo de una buena novela, un fascinante libro de poesía o de cualquier género literario.

Parece que para la mayoría de los sociólogos dominicanos estas cosas no son motivo de preocupación, pues es más rentable, en términos reales, falsificar una encuesta o un pensamiento, un decir que no convence, inventar un disparatado perfil a un dirigente o militante de una organización política que desea alcanzar una posición electiva, vociferar sin el menor respeto al oyente o al espectador lo que ellos mismos saben que es incierto, porque mentir en los medios es un arte y un oficio rentable como apropiarse de títulos falsos o comprados en determinadas entelequias académicas que de acuerdo con las leyes son caracterizadas como universidades con igual derecho que las que siempre han sido de verdad y han ganado buen nombre y prestigio por su seriedad y la calidad de sus docentes.

Pero son los miembros del Congreso Nacional, elegidos por mayoría, los que hacen las leyes y nadie tiene que preguntarse qué es el Congreso Nacional porque a la vista está y están, y aquello parece un mercado donde todo se compra y se vende y hay de todo desde narcotraficantes comprobados y condenados hasta delincuentes vulgares movidos solamente por el afán desmedido de lucro y otros que han comprado la posición para escudarse en las inmunidades y los privilegios que la investidura implica. Los que criticaban los préstamos de gobiernos anteriores, ahora se han metido el rabito entre las piernas, la otrora chica terremoto que delira creyéndose a un paso de la presidencia de la República parece que ya agotada a falta de los argumentos que nunca ha tenido de hablar de lo que no sabe ni conoce en razón de que le dejaron caer como un aldabonazo que le quebró la lengua aquello de “águila no caza mosca”. Nada hay tan sabio como el refranero por lo que dice, no por cómo lo dice.

Son esos honorables y distinguidos senadores y diputados, comecheques sobornables con pocas excepciones los que inconscientes, soñolientos, bostezando, irresponsables ignorantes de los daños que hacen al país, los que en su modorra levantan la mano para aprobar lo que desconocen porque ya el hombre del maletín hizo su trabajo o les prometieron préstamos a intereses casi regalados, unas exoneraciones, excarcelar algún socio o archivarle un grave expediente.

Como dinero no da clase hay muchos pintorescos y presumidos que no saben ni escribir bien sus nombres ni pronunciar a una palabra cuyo repertorio lingüístico no excede las 50 palabras. Sin embargo, es gente de poder que es distinguida por los máximos ejecutivos de la República, con acceso al despacho presidencial y mando hasta en delicadas instituciones. Y se abrazan dándose palmaditas de afecto con el presidente de turno, se tutean, ríen a carcajadas, celebran y se engañan con cuatro años más y después hablamos, y si usted supiera señol presidente como estamos por allá, uté tiene 53, má de 30 punto pol ensima de Lionel, yo mimo dirijí la encueta.

En tanto, otros que fueron desterrados y que, de alguna manera, están conscientes de la realidad (aunque quisieran negarla) van y vienen o permanecen en el país en bajo perfil tratando de engordar alguna cuenta bancaria en euros o dólares. Son escritores e intelectuales falsos que mienten a su pueblo como una venganza porque los pocos que saben leer no le han puesto atención a sus adefesios escriturales y permanecen asqueados cuando los ven presumir, como rajielitos de ventorrillo, en algún cafetería o en los pasillos de librería Cuesta.

Son estos fatales, pero fértiles insomnios los que conducen a estas divagaciones, a estas preguntas a veces sin respuestas, a estas inquietudes para revelar estas verdades y comprender que la sociedad dominicana actual no es la mejor ni la más ejemplar, sino la más preocupante.

Es muy peligroso el silencio de los intelectuales fariseos convertidos en cómplices de estas fatalidades, la falta de verdaderas voces críticas con credibilidad y no esa multitud de farsantes que cambian de sombrero y de color según la cantidad del cheque. Pero ya es pleno día, se ha restablecido el fluido eléctrico y, si las circunstancias me lo permiten, me propongo dormir un rato con la esperanza de que cuando despierte algunas de estas cosas hayan mejorado, aunque mago es solo Dios. De lo que sí estoy plenamente conscientes es de que no ha sido una pesadilla, sino una realidad.