(No busquen la fiebre en la sábana)

El diseño del vestido y sombrilla en la foto lo hizo Marethé Espacio Modas).

En un receso después del almuerzo, enciendo la televisión con el propósito de ver el noticiero. Localizo el canal que transmite noticias las 24 horas. Al principio, las imágenes confunden. Un camarógrafo y un reportero persiguen, más bien se enciman y acosan con preguntas a una muchacha que se desangra en una camilla, empujada por un empleado del centro de salud a través de un largo y penumbroso corredor de hospital.

El cuerpo de la joven de menos de veinte años ha sido apuñaleado por un hombre, su pareja o ex pareja, no se sabe. Veintiuna cuchilladas. La exangüe víctima, con los ojos en blanco y al borde de la inconsciencia, posiblemente ni descifre lo que escucha. Pero el reportero, con voz y gestos excitados, se empeña. Le coloca el micrófono a ras de cara. Le inquiere detalles del hecho, las circunstancias, el agresor y hasta pretende que hable del impacto del suceso sobre el hijo que ha procreado con su victimario.

El camillero tira de la camilla, casi corre, mudo, con los ojos muy abiertos. La exposición de la joven herida, el cínico irrespeto a su privacidad dejarían atónita a cualquier persona con un mínimo de pudor, con algo de compasión o comprensión o simple tacto humano.

Pero nadie mencionará la morbosidad con la que se ha presentado al público lo sucedido. El plato efectista ya ha sido servido. La muchacha será la sacrificada número tal en aras de una pasión que más bien parece cizaña y venganza contra el mundo entero.

Los cambios e inequidades que afectan a las mujeres se expresarán en el destino de los hombres. Los cambios o ausencia de cambios en los hombres repercutirán en el destino de las mujeres. Esto es algo que puede advertirse con claridad en la violencia doméstica y, en general, en la violencia contra mujeres y niñas, así como en el peso de la soledad y la incomunicación; en situaciones de paz o de guerra; en todos los continentes y en todas las clases sociales y religiones, con grados y matices.

Pero la violencia es la punta del iceberg. Podemos arremeter contra esta, dar picazos en ella, corroerla, pero la gran masa seguirá ahí, sumergida y amenazante. Bajo las situaciones grotescas, fáciles de condenar por todos, se halla el volumen enorme de los desequilibrios y las desigualdades que signan la posición social y los vínculos de poder; una visión, una cultura de jerarquías y creencias de todo tipo, en las que afecto genuino, ternura y comprensión pueden interpretarse como evidencias de débil hombría, puesta en entredicho de la histórica autoridad y valor propio; prestarse a ser calificado de pendejo o mamita.

La derrota, el fracaso palmario de todo lo que significa humanidad, el corte abrupto de todo sentido o la expresión del más extremo egoísmo imaginable, según se le vea, se resume en los casos, no poco comunes, en los que el hombre mata a “su amada” y a seguidas se suicida; a veces esto tiene lugar frente a los hijos e hijas. Qué barbaridad, se suele exclamar, como si fuera la primera vez que estamos frente a este tipo de hecho y no constituyera una maligna reincidencia de una perturbadora forma de relación, que de algún modo nos atañe a todos, a todas. Rara la familia, comunidad o barrio que no la haya vivido más o menos de cerca, como amenaza y zozobra.

La violencia contra la mujer se ha hecho visible. He aquí un logro del siglo XX: Un inocultable problema de salud pública. Una pandemia. “La violencia destruye las capacidades y las elecciones”, ha declarado Michelle Bachelet, la presidenta de Chile.

Es cuestión de afrontar esto como un amplio problema social, que constituye la principal infracción de los derechos humanos en el mundo, ha aseverado la abogada sudafricana Rashida Manjoo, relatora de la ONU sobre la violencia contra la mujer, quien retrata la magnitud de la cuestión al decir que la violencia doméstica, un problema global que no se ha erradicado en ningún país, no merece menos atención que temas como el terrorismo: “si miras las estadísticas la nuestra es mucho más grave”, observa.[4] Informa que tres de cada cuatro asesinatos de mujeres en Latinoamérica quedan impunes.

“Violencia hace hogares peligrosos para mujeres”, así tituló un periódico dominicano la crónica aterradora sobre los asesinatos de mujeres perpetrados en el espacio que debería ser el reducto de dulzura e intimidad, donde prosperaran los afectos y lazos que posibilitarían una actitud optimista ante los vaivenes de la vida.

La violencia contra las mujeres –acoso, golpes, amenazas, violaciones, asesinatos– causa daños físicos, muertes, estrés, ansiedad, depresión, aislamiento, inseguridad, desestructuración del ambiente hogareño, perjuicio, en parte irreparable, en niñas y niños. Estamos familiarizados con esas descripciones. Pero las repercusiones son mucho más dilatadas. Traspasan a las personas, las comunidades, la sociedad, los vínculos, las relaciones, y la economía. Michelle Bachellet, primera directora ejecutiva de ONU Mujeres (2010-2013), resalta la necesidad de “muchos más datos sobre el alcance de este problema” y de los enormes costos que ocasiona:

“Miles de millones de dólares se pierden en cuidados extraordinarios de salud y en gastos de vigilancia, y a causa de una menor productividad cuando las mujeres no pueden trabajar. Unas 150 millones de niñas son víctimas de violencia sexual todos los años, lo que se traduce en un costo más allá de lo imaginable”.[5]

"Las expertas en el tema opinan que el efecto sobre la economía no será el peor de todos los daños ocasionados por la violencia de género, sexual, intrafamiliar, doméstica; pero que, sin lugar a dudas, cuantificar el perjuicio sobre la economía ayudaría muchísimo a ubicar el asunto en un campo “práctico y tangible” de la conciencia de la sociedad.

República Dominicana es un país pequeño, con unos diez millones de habitantes. En los últimos cinco años alrededor de 1,200 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas. El 80% nunca denunció su caso ante la Fiscalía, según las cifras oficiales. La procuradora general adjunta para Asuntos de la Mujer, Roxanna Reyes, advierte que la cantidad de hechos de violencia en contra de la mujer se ha desbordado.[6] Informa que solo en 2010 se recibieron más de 62,000 denuncias de violencia de género, correspondientes a todo el territorio nacional, de las cuales solo el 4 % llegó a los tribunales, ya que el resto de querellantes retiró la denuncia. En 2010 se registraron 210 feminicidios.

Al año siguiente, la cifra se incrementó notablemente.[7]  Comparemos por ejemplo con España: 72 mujeres fueron asesinadas en un año. Allá se reclamaba que esta problemática fuera tema en los debates públicos sostenidos por los principales candidatos en las recientes elecciones.

La aplicación de leyes como la 24-97, sobre violencia intrafamiliar,[8] y otras disposiciones relacionadas con equidad, encuentran escollos difíciles de superar, expresados en la visión respecto a la posición de la mujer en la pareja y en la familia, resumida en una “naturalidad” de la relación de poder en la cual a ella le corresponde un rol subordinado y desventajoso.

En 1981, se celebró en Bogotá, Colombia, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde se aprobó designar el 25 de noviembre como el Día Internacional de No Violencia contra las Mujeres, en conmemoración del asesinato de las hermanas Mirabal durante la dictadura de Trujillo. Menos de un año después, en República Dominicana se celebró la Primera Semana de Lucha en torno a la Violencia Sexual, Laboral y Política contra las Mujeres.

Desde entonces, se ha trabajado muchísimo y se han logrado escasos resultados en cuanto a disminuir estas formas de violencia, arraigadas en la cultura. Se opina que es complicado evaluar la evolución del problema, puesto que tiempo atrás se mantenía oculto, en particular las agresiones en el hogar. Se dice, asimismo, que el aumento de la violencia de género se debe a una crisis general de valores y al crecimiento de la violencia criminal. Sin embargo, luce oportuno preguntarse: ¿Se nos está escapando algo crucial a la hora de perfilar y aplicar estrategias contra la violencia de género?

(Fragmento de "Equidad: lucidez del pensar y el proceder sensibles", un escrito mío que aparecerá en los próximos meses). El diseño del vestido y sombrilla en la foto lo hizo Marethé Espacio Modas).