El Golem más allá de Frankenstein
El síndrome del Golem más allá de Frankenstein, va por el discurso- relato- mitológico, que recorre El Golem (Meyrink, 2014) como la criatura artificial hecha de arcilla, que forma parte de la legendaria cultura judía. Esta criatura de barro fue creada por un rabino en la Edad Media y fue traída a la vida a través de la inscripción de palabras sagradas en su cuerpo.
Este discurso literario lo encontramos en Golem: el coloso de barro (IssacBashevis Singer, 2012), en el poema de Jorge Luis Borges: El Golem (2017), así como en el texto Dios y Golem, S. A.( Norbert Wiener, 1964), que argumenta sobre la máquina como contrapartida moderna del Golem del rabino de Praga»(p.60).
El síndrome de Golem se relaciona con el síndrome de Frankenstein, ya que este último es inspirado en la novela de Mary Shelley, en el cual Víctor Frankenstein crea un humanoide partiendo de cadáveres humanos, que luego se convierte en su peor enemigo. Este síndrome expresa la inquietud y la angustia que genera el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la sociedad contemporánea, especialmente cuando se trata de intervenir en la naturaleza, la vida y el ser humano. Algunos ejemplos de estas intervenciones son la clonación, la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la biotecnología, la cibernética, entre otras.
Este joven estudiante amante de la ciencia, la alquimia y la química, estudia y experimenta con cadáveres putrefactos para crear vida humana: “Uno de los fenómenos que habían llamado especialmente la atención era la estructura del cuerpo humano y, en realidad de todo animal dotado de vida. Frecuentemente me preguntaba de dónde procedía el principio de la vida (…). Para examinar las causas de la vida, debemos primero recurrir a la muerte. Me puse el día con la ciencia de la anatomía, pero esto no fue suficientemente; también tuve que observar la putrefacción natural y la corrupción del cuerpo humano “(Víctor Frankenstein, pp.78-79).
Sin embargo, el Golem se coloca más allá del síndrome de Frankenstein, en el entramado de la IA, porque se inventó de lo inanimado, y su inteligencia, fuera de las instrucciones que le introducían, era casi nula; aun con las instrucciones era repetitiva y torpe, por lo que se ha de situar ese espíritu literario de mitos y leyendas que brota del siglo XVI, de la Edad Media en la que se construye todo un relato sobre Gólem de Praga en estos tiempos cibernéticos e IA.
La inteligencia humana es la que crea el Golem y le asigna tareas puntuales, y este ejecuta todas las instrucciones asignadas, por lo que esta leyenda es la que más se corresponde a lo que se viene debatiendo sobre la IA, pues este se produce de construcciones y códigos, no de cadáveres putrefactos, que tienen que ver más con lo humanoide.
En esta secuencia narrativa literaria entra el libro Golem XIV, que es un libro ciencia ficción, del escritor polaco Stanisław Lem, de la década de los ochenta del siglo XX, el cual relata las conferencias impartidas por un ordenador superinteligente, que lleva el nombre del título del mismo libro. Este texto recobra importancia en estos tiempos de las teorías de la conspiración enredadas en IA.
La obra de ficción el Golem XIV, narra cómo una supercomputadora inteligente es superior a la de cualquier ser humano. Esta ficción se sitúa en el 2027, es la fecha donde se narra que el Golem, no tiene que ver con un cerebro como tampoco con “(…) un ser humano fabricado a base de componentes electrónicos. Le son ajenas todos tipos de emociones humanas, tanto de pensamiento como de actuaciones (…) no posee ni personalidad ni carácter (…) es de todo punto, imprevisible” (Stanisław Lem, 2012. pp.24-25).
A la persona que participa por primera vez en conversaciones con Golem, se le da una serie de instrucciones en la que se le recuerda que no está con un ser humano, “por tanto no tiene ni personalidad, ni carácter tal como la percibimos nosotros desde el punto de vista de la intuición” (ibid.,39).
El mito del Golem, tiene construcción de barro, se suele representar como gigante torpe no inteligente. En muchos aspectos guarda similitud con el Frankenstein, con la diferencia de que este último viene de cadáveres humanos, no de arcilla o materia inerte al que se le insufla vida. (2022). Shelley, en la introducción de su novela, Frankenstein, dice: “De modo que he procurado preservar la veracidad de los principios elementales de la naturaleza humana, mientras no he tenido escrúpulo a la hora de innovar en torno sus combinaciones” (p.31).
Esta escritora va más allá de toda creación mágica o religiosa sobre la vida aquí en la tierra, va en ruta de lo que enseña la Biblia en el Salmo 139, versículo 16, que se dice: “Mi imperfección vieron tus ojos, y en tu libro estaban todas aquellas cosas escritas que fueron entonces formadas, sin faltar una de ellas” (Biblia del Oso 2021, p.265).
En ese pasaje bíblico se explica quién ha sido el creador, y esto se dejó sentado en dicho libro, en donde está todo. Esto es contrario a la novela de Frankenstein, en el que la angustia y la inseguridad eran recurrentes, nada estaba escrito y no había instrucciones.
En el ámbito literario, tecnocientífico, cibernético e inteligencia artificial en el que situamos al Golem, salen a relucir metáforas y símbolos, los cuales nos sirven para reflexionar sobre el cibermundo en el siglo XXI, en especial, la inteligencia artificial (Merejo, 2023).
Partiendo de esto, podemos afirmar que las teorías de la conspiración relacionadas con la inteligencia artificial están cargadas de mitos (como la idea de una superinteligencia artificial que nos esclavizará o eliminará) y de elementos de ciencia ficción (como el poshumanismo y la supuesta vida eterna).
La distopía posthumanista imagina el fin de todos los tiempos, dado que la humanidad se fusionaría con una superinteligencia artificial. Sin embargo, esta visión es una falla de perspectiva. En lugar de conducirnos al limbo, este supuesto entramado de IA nos haría olvidar nuestra condición como seres destinados a la muerte. Nos convertiría en seres inauténticos, indiferentes tanto a la vida como a la muerte.
Estas teorías de la conspiración a menudo se entrelazan con bulos y se alejan de la realidad y el pensamiento complejo. Un ejemplo notable es “El Gran Bulo” en la democracia española, que analiza Pablo Ordaz en la revista del periódico El País (1/3/2024, País Semanal, pp. 20-41). Ordaz explica cómo se fabricó la teoría de la conspiración en torno al atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 en Madrid, cuando cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid fueron atacados. En este atentado murieron 193 personas y otras 1900 resultaron heridas. Inicialmente, se acusó a ETA, pero luego se descubrió que se trataba de un ataque yihadista, un acto de terrorismo islámico.

Este mes se cumplen 20 años desde aquel atentado. El tribunal presidido por Gómez Bermúdez en 2007, como parte de la sentencia, expresó: “No hay una sola de aquellas teorías de la conspiración que tuviera una base sólida” (Ordaz, p. 41).
Lo expuesto anteriormente deja bien claro que las teorías de la conspiración no han tenido consistencia y se van desvaneciendo. Sin embargo, aún tienen ciertos efectos sociales que terminan afectando la convivencia social.
Aunque también, en estos tiempos cibernéticos, se adentra en los entramados de la inteligencia artificial, como parte de un discurso que combina imaginación, ciencia ficción y realidad. El objetivo es seguir produciendo debates apasionantes sobre el futuro de la inteligencia humana en comparación con la inteligencia artificial.