Efectos sociales
Ignacio Ramonet, en su texto La era del conspiracionismo. Trump, el culto a la mentiras y asalto al Capitolio (2022), se refiere a Popper, diciendo que quizá sea el primer pensador que utilizó el término teoría de la conspiración.
Para Ramonet, la conspiración es “un proyecto secreto elaborado por varias personas que se reúnen y se organizan en forma clandestina para actuar juntas contra una personalidad o contra institución” (p.70).
De ahí, que nos recuerda que el término “conspirar significa etimológicamente respirar juntos” (ibid), y que la existencia de los complots o de la conspiración no se ponga en duda, ya que han existido verdadera conspiración, para tales afirmaciones pones varios ejemplos como: “el siniestro Plan Cóndor, en América Latina, coordinado en el 1976 por la CIA estadounidense y los servicios de seguridad de las dictaduras militares de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Perú, Paraguya y Uruguay” (ibid.)
Ahora bien, lo que se cuestiona es conpiracionismo que no tiene nada que ver con ese tipo de complot y más bien con lo que es la teoría de la conspiración que “Propone una visión paranoica del mundo, que sitúa, en el centro del desarrollo de la historia, narrativas nacidas de un imaginario más o menos delirante cuya realidad no está en absoluto demostrada” (Ramonet, 2023, p.71).
El conspiracionista es dogmático, vive en el desenfreno de la emoción y contra las argumentaciones y el pensamiento crítico, vive por y para la conspiración, su sentido es el conspiracionismo, el cual como dice Ramonet, satisface las exigencias no de un determinado actor de la sociedad sino de diversos actores políticos y sociales.
Estos actores se pueden identificar de acuerdo a la época “a cierto grupos (las elites, los ricos, los capitalista, los empresarios, los extranjeros, las minorías étnica, los comunistas, los anarquistas, los judíos, los yihadistas, los gitanos, las brujas, los albinos, lo pelirrojos, el Opus Deis, la CIA, el imperialismo, la masonería, los jesuitas, las multinacionales, entre otros) y los culpa por los eventuales cataclismos políticos, económicos y sociales o sanitarios que se abaten sobre una sociedad”(ibid.,72-73).
Como se puede apreciar la conspiración entra en un supuesto reducido grupo de sujetos influyentes que controlan de manera clandestina los hilos del poder político en todos los ámbitos sociales.
Cualquier teoría de la conspiración según Ramonet, se fundamenta en creencias, en relatos de que “unas fuerzas poderosas y malintencionadas mueven clandestinamente los hilos para manipular determinados eventos, personas o coyuntura” (ibid.,75).
De ahí que, pone varios ejemplos de teorías de la conspiración y de manera puntual, el asalto al Capitolio (6 de enero de 2021), por turbas de fanáticos que simpatizaban por el presidente Donald Trump. En aquel entonces, Trump llegó a decir que las elecciones en las que fue electo el presidente Biden, fueron fraudulentas. Por tal razón la histeria se apoderó de estos grupos de fanáticos amantes de la desinformación: “Todos creían en las teorías de la conspiración. Sin evidencia de ningún tipo, se adherían a la tesis de la gran estafa en las urnas” (ibid.,20).
Una teoría de la conspiración que ha estremecido en la historia de los últimos 30 años tuvo consecuencia devastadora y estremecedora a nivel político, económico y social, sucedió en Ruanda, el mes de abril de 1994, “después de un atentado que provocó la destrucción del avión presidencial y la muerte del mandatario hutu Juvenal Habyarimana, la emisora Mil Colina de Kigali, una radio de odio anunció sin tregua la existencia de un supuesto complot que estaría preparando la minoría tutsi para destruir a los hutus. Era falso, pero esa denuncia sirvió de detonante para que, armados de machetes, decenas de miles de hutus se lanzaran a masacrar tutsis. Un auténtico genocidio que causó el exterminio de unas ochocientas mil personas”. (Ramonet, ibid.,73).
Como se puede apreciar, más que detenerse en una cultura light de las teorías de la conspiración, habría que ir en contra de muchas de estas teorías que generan odio, resentimiento, fragmentación social, matanza de seres humanos, discriminación y exclusión contra grupos vulnerables, a los cuales se les culpa de los males que aquejan a la sociedad.
En este contexto, es relevante considerar las teorías de la conspiración que presentan a la inteligencia artificial como un entramado controlado por una ciberélite secreta en las profundidades del ciberespacio. Según estas teorías, esta IA manipula datos, información y conocimiento, representando una amenaza existencial para la humanidad, ya que dentro de sus objetivos se encuentra el destruirnos o esclavizarnos en el mundo cibernético. Estas afirmaciones no están respaldadas por evidencia sólida y a menudo se basan en especulaciones infundadas. La comprensión real y virtual de la inteligencia artificial y su impacto debe basarse en investigaciones científicas y datos verificables