Karl Popper, el olvidado
“Las creencias erróneas pueden tener un asombroso poder para sobrevivir, durante miles de años, en franca oposición a la experiencia, y sin la ayuda de ninguna conspiración(…). En realidad, un ejemplo lo constituye la misma teoría general de la conspiración, es decir, la concepción errónea de que cuando ocurre algo malo, ello se debe a la mala voluntad de un poder maligno. Formas diversas de esta concepción han sobrevivido hasta nuestros días” (Popper, Conjeturas y refutaciones. 1991, p.29).
La inteligencia artificial, al igual que la transformación acelerada de lo digital entra en el cibermundo como sistema estructurado en lo cibernético de la Revolución 4.0, la tecnología habilitadora caracterizada por la robótica y la computadora cuántica que va más allá de lo digital. Esto incluye al control virtual que se da en el ciberespacio, que como espacio interactivo y personalizado mueve a los sujetos cibernéticos a través de redes sociales, los cuales no escapan (exceptuado determinado jáquer cibernético) a la vigilancia y la ciberseguridad por parte de los poderes que entretejen a dicho mundo artificial.
El mundo tecnológico nos moldea en todos los ámbitos sociales que van desde lo cultural, económico, político y educativo. De él brotan datos masivos (Big Data) de información, conocimientos y valiosas teorías científicas que se expanden en videos y en revistas indexadas de impacto, sin dejar de reconocer que las teorías que se mueven a más velocidad son las teorías de la conspiración.
Estas teorías son discursos que explican acontecimientos tecnocientíficos, políticos, sociales o históricos, basándose en supuestos planes extraños, misteriosos y de alta confidencialidad, dado que son manejados y manipulados por grupos de poderes que viven tanto en el mundo (espacio social) como en el cibermundo (ciberespacio virtual).
Es así, que las teorías de la conspiración presuponen la existencia de grupos de sujetos malignos que son los que mueven los hilos del acontecimiento. Detrás de todo lo que sucede, se encuentran estos sujetos siniestros envueltos en instituciones.
Partiendo de lo expuesto, situaré el discurso de Karl Popper en el ámbito de las teorías de la conspiración, reconociendo que algunos intelectuales se oponen al pensamiento de Popper, porque este cuestiona toda verdad simple y revelada, la cual atrae al intelectual aferrado a un área de saber determinado y anacrónico.
En Conjeturas y refutaciones (1991), Popper explica que una teoría conspiracional de la ignorancia no es una mera falta de conocimiento, sino que se sitúa “como la obra de algún poder malévolo, fuente de influencias impuras y perniciosas que pervierten o envenenan nuestras mentes e instilan en nosotros el hábito de la resistencia al conocimiento” (p.27).
Más adelante expresa: “La ignorancia puede ser la obra de poderes que conspiran para mantenernos en ella, para envenenar nuestras mentes instilando en ellas la falsedad, y que ciegan nuestros ojos para que no podamos ver la verdad manifiesta. Esos prejuicios y esos poderes son, pues, las fuentes de la ignorancia” (ibid).
Las teorías de la conspiración para Popper son pseudocientíficas entran a formar parte del mito y el dogma, que se nutre de un supuesto plan malévolo y preestablecido oculto, el cual intenta manipular el destino de la humanidad. Estas teorías generan fanatismo y violencia, luchan contra el desarrollo del conocimiento crítico y racional. Un ejemplo de esta teoría pseudocientífica, que muchos conocen “en su forma marxista como la conspiración de la prensa capitalista, que pervierte y suprime la verdad, a la par que llena las mentes de los obreros de ideologías falsas” (ibid.).
Desde esta perspectiva, lo político entra en juego dado que se le atribuye el fracaso a ciertos movimientos ideológicos y sociales a partir de los resultados de cierta manipulación maliciosa por parte de grupo poderoso que viven distorsionado y creando falsa conciencia.
La crítica que hace Popper a esta teoría en su forma marxista también va por igual a ilustrados y a protestantes por la fascinación y seducción que sienten sobre esta teoría:
“El cura malvado y fraudulento que mantiene al pueblo en la ignorancia era una imagen común del siglo XVIII y, me temo, una de las inspiraciones del liberalismo. Se la puede rastrear hasta la credencia protestante en la conspiración de la Iglesia Romana, y también hasta las creencias de aquellos disidentes que sostenían concepciones semejantes acerca de la Iglesia Establecida” (ibid.,28).
Popper asume el racionalismo crítico como sistema filosófico que sitúa el ámbito de lo racional, sometiendo a la crítica todo tipo de creencias. Es por eso, que en el plano de lo que es la teoría conspiracional se va a la mitología de la antigua Grecia, que es el origen de donde parte:
“Esta teoría, más primitiva que la mayoría de las diversas formas de teísmo, es afín a la teoría de la sociedad de Homero. Éste concebía el poder de los dioses de tal manera que todo lo que ocurría en la llanura situada frente a Troya era sólo un reflejo de las diversas conspiraciones del Olimpo. La teoría conspiracional de la sociedad es justamente una variante de este teísmo, de una creencia en dioses cuyos caprichos y deseos gobiernan todo. Proviene de la supresión de Dios, para luego preguntar: "¿Quién está en su lugar?" Su lugar lo ocupan entonces diversos hombres y grupos poderosos, grupos de presión siniestros que son los responsables de haber planeado la gran depresión y todos los males que sufrimos” (ibid.,160).
Popper, desde su enfoque filosófico y científico, consideraba que las teorías de la conspiración se colocan en el reduccionismo histórico, el cual trata de explicar los acontecimientos sociales, políticos, económicos-culturales complejos, sobre determinada intención oculta y demoníaca por parte de un grupo de sujetos amantes del dogmatismo, el resentimiento y la violencia.
Su crítica filosófica sigue vigente en estos tiempos transidos y cibernéticos, donde programas virtuales (basados en algoritmos específicos) de IA impulsan a gran velocidad las teorías conspirativas en las redes sociales del ciberespacio, al crear, difundir y promover información sesgada y posverdad: “La teoría conspiracional de la sociedad se halla muy difundida, aunque contenga muy poca verdad” (ibid.).
Esto ha erosionado la confianza y ha generado dudas sobre la fiabilidad de las fuentes de información, provocando una grave crisis en las instituciones democráticas y un escenario político de movimientos o partidos con ideas ultraconservadoras, ultranacionalistas, racistas y autoritarias, lo cual amenaza la convivencia social y el bienestar y la seguridad de los ciudadanos tanto en el mundo como el cibermundo.