Aunque siempre no le damos importancia, la corazonada tiende a ser un sexto sentido que, como decía mi madre, Elvira Mercedes Reyes, explora lo desconocido y adivina posibilidades que a veces no son evidentes. En el mundo de la política y la ciencia, el valor de la corazonada asume un rol fundamental. Quien es capaz de desarrollar o utilizar esta herramienta tienes posibilidades de captar indicios de lo que sucederá en el futuro.
Con el título “tengo una corazonada” se han escritos muchos artículos y canciones. De acuerdo con la Real Academia Española, una “corazonada es un impulso espontáneo que mueve a alguien a ejecutar algo arriesgado o difícil”. Es como una sospecha o un deseo de que algo va a suceder y puede ser positivo o negativo.
Julio Verne es considerado como un clásico en el mundo de la literatura, porque fue el creador de la intuición visionaria, ya que parte de sus invenciones literarias terminaron plasmándose en realidad un siglo después. Sin embargo, el llamado sexto sentido, utilizado siempre por mi madre, opera en la vida cotidiana.
Proclamamos “¡Tengo una corazonada!“ cuando la oficina inconsciente de nuestro cerebro, que trabaja día y noche, nos ofrece una información que puede ser vital para nuestro futuro inmediato. “Nuestro corazón tiene razones que la razón desconoce”. Un profesional del juego del ajedrez, por ejemplo, tras una rápida mirada al tablero, puede, de manera intuitiva, saber cuál es el movimiento correcto basándose en miles de opciones almacenadas en su memoria”.
En la política, muchas tácticas y estrategias que se han tomado sin hacer los análisis concretos de la realidad concreta, y solo utilizando la subjetividad, la emoción y el corazón, han fracasado estrepitosamente al basarse solo en hechos contrastados e ignorar las inspiraciones que provienen de la corazonada. La lista de predicciones fallidas en el movimiento revolucionario es tan interminable como la de aciertos logrados cuando se hace el análisis concreto de la realidad concreta, basándose en el método científico del materialismo dialéctico.
“Nuestro cerebro es capaz de anticipar, de hacer un pequeño salto en el futuro para advertirnos de los peligros”, decía el psicólogo Dick Bierman.
Es muy valioso incorporar el análisis concreto a la realidad concreta de nuestra vida diaria, pero no debemos obcecarnos hasta el punto de medirlo todo por estos mensajes sutiles, que a menudo nos llegan a primeras impresiones. Enriquecer nuestro análisis concreto con la magia del inconsciente es el binomio perfecto para una táctica política que despierta adhesión y es aplicada de forma profunda y creativa.
Silvio Rodríguez, en una de sus mejores canciones, describe los rasgos esenciales de tres hermanos que quisieron ir muy lejos; soñaban con alcanzar grandes logros y dejar una huella indeleble en su paso por la vida. Sin embargo, su visión limitada les impedía ver más allá de las recompensas inmediatas y las soluciones fáciles. Carecían de la capacidad para planificar a largo plazo, lo que los llevaban a tomar decisiones apresuradas y a subestimar los desafíos complejos.
De tres hermanos, el más grande se fue por las veredas a descubrir y a fundar. Y para nunca equivocarse o errar, iba despierto y bien atento a cuanto iba a pisar. De tanto, en esta posición caminar, ya nunca el cuello se le enderezó. Y anduvo esclavo ya de la precaución. Y se hizo viejo, queriendo ir lejos, con su corta visión. Eh-eh-eh, eh -eh- eh. Ojo que no mira más allá no ayuda al pie. Uh-uh-uh, uh-uh-uh. Óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú. Pero este chico listo no podía ver. La piedra, el hoyo que vencía a su pie. Y revolcado siempre se la pasó. Y se hizo viejo queriendo ir lejos a donde no llegó. Eh-eh-eh, eh-eh-eh. Ojo que no mira más acá tampoco fue. Y cuando vino el tiempo de resumir Ya su mirada estaba extraviada entre el estar y el ir En-eh-eh,eh-eh-eh Ojo puesto en todo ya ni sabe lo que ve…….
Su falta de perspectiva estratégica lo mantenía atrapado en un ciclo de esfuerzos fallidos, incapaz de construir un camino sólido hacia sus aspiraciones. A pesar de su ambición, su corta visión le impidió avanzar significativamente, dejando sus grandes sueños en las veredas.
A lo largo de este artículo, he explorado cómo las corazonadas pueden servir como guion en nuestras vidas cotidianas, mientras que las visiones cortas no nos permiten enfocarnos en metas inmediatas y alcanzables. Aunque cada enfoque tiene sus méritos, la verdadera sabiduría, decía Lenin, “consiste en reconocer los errores y enmendarlos a tiempo”; pero es muy tarde, los años pasan, y son irremediables.
En el proceso de nuestra vida, reconocer y valorar nuestras corazonadas y nuestra subjetividad emocional nos permite tomar decisiones más equilibradas y acertadas. Como dijo el emprendedor y multimillonario norteamericano Steve Jobs, “ten el coraje de seguir tu corazón e intuición. De alguna manera, ellos ya saben lo que realmente quieres ser”, “y hasta dónde puedes llegar“, le agrego yo.