En los últimos años la situación geopolítica global ha estado profundamente marcada por una serie de eventos que impactan significativamente la economía mundial. Desde los residuos de la pandemia coivid-19, hasta los conflictos armados y las tensiones comerciales, el mundo se enfrenta a desafíos que redefinen las dinámicas económicas.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia en el año 2022 marcó un punto crítico en la geopolítica europea y mundial, el conflicto ha tenido repercusiones económicas profundas -que han alterado los mercados de energía y alimentos-, incluyendo las sanciones a Rusia. Europa, por su parte, enfrenta desafíos energéticos a causa de su dependencia del gas ruso, lo que la ha impulsado a acelerar la búsqueda de fuentes de energía alternativa.

En Asia Oriental, la rivalidad entre China y Estados Unidos ha continuado influyendo en la economía global, las tensiones comerciales en los sectores tecnológicos han conducido a una mayor segmentación del comercio y al aumento del proteccionismo. A este escenario, súmele la situación en Taiwán, que también ha añadido una capa de complejidad por la importancia de la región en la producción de semiconductores, un componente crucial en muchas industrias.

En otra mirada, la crisis climática lleva un impulso sin precedentes hacia la transición energética, los compromisos internacionales (COP26), fijaron objetivos ambiciosos para lograr reducir las emisiones de carbono. Esa transición está transformando la economía mundial, creando nuevas oportunidades en sectores como la movilidad eléctrica y las energías renovables, pero al mismo tiempo, presentando desafíos para las industrias tradicionales de gas y petróleo.

Desglobalización y resiliencia

Las tensiones geopolíticas reavivaron el debate sobre la globalización, mientras algunos argumentan a favor de una regionalización o desglobalización para reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales, otros abogan por una mayor cooperación internacional para fortalecer la resiliencia económica de los países.

Para mitigar lo efectos negativos de los conflictos geopolíticos recientes y construir una economía más robusta y resiliente, los países pueden reducir la dependencia de un solo país o región para el suministro de bienes críticos; fomentar la producción nacional o regional de productos estratégicos para evitar interrupciones en situaciones de crisis; mantener reservas de productos esenciales buscando evitar la escasez; promover la cooperación internacional y el multilateralismo; apoyar la innovación; invertir en energías renovables y sostenibilidad; implementar sistemas de protección social más sólidos; adoptar políticas que aborden la desigualdad económica y social, fomentando un crecimiento económico más inclusivo, y, como aporte esencial, involucrar a la sociedad civil en las decisiones que aseguren las necesidades de la población.

Implementar estas estrategias -algunas disruptivas- requieren de una coordinación efectiva, así como una visión de largo plazo que equilibre las necesidades económicas, ambientales y sociales. La colaboración entre gobiernos y sector privado es vital para construir un futuro estable y próspero en nuestros países.