La investigación teatrológica ligada a la culturología, o, suma de ciencias que fundamentan la cultura como sistema de sistemas sígnicos y simbólicos sirve para constituir las ideas creacionales que se gestan entre líneas rituales y espectaculares justificadas por el sujeto y las diferentes expresiones de una cultura-sociedad en tiempo, espacio y acciones transformadoras. El teatro y las fiestas comunitarias y callejeras activan las cardinales de la representación,
Las ideas que han originado espectáculos y textos dramáticos o dramatúrgicos se encuentran en la antigüedad y se van desarrollando de manera diacrónica y sincrónica hasta llegar a la modernidad. Desde el espectáculo dionisiaco festivo y el teatro apolínico, danzante, lírico y representacional llegamos a la fiesta romana, paleocristiana, romance, gótica, de la escena alto y bajo medieval, humanista, renacentista, el teatro mítico, ritual y festivo de la América indígena, para llegar a un descubrimiento reconocido a partir del recuerdo de la tradición preclásica y clásica que tuvo su poder y fuerza para materializar la idea del viaje alrededor y al centro de la tierra; lo que abrirá las puertas de la modernidad con espectáculos religiosos, populares y cultos con grandes decorados, catafalcos, tronos, escenografías maquinales y alegorizaciones que servían para explicar la fuerza, el espíritu, el cosmos, la sociedad, la política epocal y la moral de una ética del símbolo y la alegoría.. Todo este armazón simbólico y espectacular constituyó la base de una modernidad basada en la filosofía, la ciencia, la técnica, la imagen de un mundo cada vez más en avance de sus medios y fuerzas de campo y sentido.
El teatro, la ópera, la danza, la poesía, el canto popular surgente del cancionero ayudan a forjar la conciencia de un mundo en ebullición. Con la conquista de América y de otras colonias y pueblos lejanos Europa fortaleció su poder, pero también se sirvió de pobladores desconocidos que fueron arrancados de sus espacios de origen para ser exhibidos como mercancías de valor en las cortes de Europa. De tal manera que el espectáculo deportivo “la pelota, el futbol, la danza de los pueblos colonizados y dominados fueron imitados por las metrópolis europeas, lo que hizo más poderosas a las fuerzas imperiales, nutriéndose estas de muchos valores y símbolos de los dominados, tal y como ocurrió en la conquista de América y de Africa y otros territorios insulares orientales, El teatro musical, la ópera, la danza clásica y moderna, las representaciones festivas. Los espectáculos carnavalescos, las fiestas religiosas y políticas conformaron escenarios y expresiones del llamado mundo de arriba y mundo de abajo. Ambos mundos alegorizados fueron simbolizados por creadores dramáticos, eruditos, humanistas y sujetos que organizaron espectáculos en honor a príncipes y reyes como Carlos II de Viena , Eduardo III de Inglaterra o Felipe II que conquistó, desde su España imperial, a grandes pueblos centroeuropeos y sobre todo pueblos colonizados de la América continental. (Véase, Andrea Sommer-Mathis y otros: El teatro descubre América. Fiestas y teatro en la Casa de Austria, Editorial Mapfre,Madrid, 1992).
Esos teatros simbólicos, alegóricos y políticos le han servido de fundamentos a las teatrologías originarias, clásicas, modernas y tardomodernas. En ellas se leen y se crean fuerzas de representación culturales y espectáculos de fundación que sobresalen por sus diversos sistemas iconográficos, festivos o corpoteatrales y corpovocales.
El armazón teatrológico que se reconoce en los sistemas simbólicos y por lo mismo iconográficos serán las huellas y los archivos visuales de una cultura en movimiento, esto es, de una cultura política de los signos e imágenes que parten de un significado antropológico viviente en sociedades europeas y en sociedades colonizadas por metrópolis que se justificaban en la religión, el derecho y la política. Los diferentes triunfos dinásticos se apoderaron de los emblemas, vidas, sistemas de representación y signos de los pueblos esclavizados y explotados de la América continental y de los pueblos africanos. Lo mismo ocurrió en China y en India, pero también en los pueblos hoy llamados árabes, africanos, donde los ritos religiosos, así como las festividades sociales y el teatro de fuerzas escrito en base a los cuerpos filosóficos, morales e historiales de dichas tierras justificaron también ideas tanto religiosas como esclavistas que eran contadas y pintadas en cuadros, decorados, grandes folios geográficos y mapas convertidos en enormes ficciones y narrativas dramáticas.
Todo esto da cuenta y da prueba de la importancia intelectual y cultural de toda la teatrología originada en Grecia y continuada hasta hoy por artistas dramáticos, performeros, actores, dancistas, escenógrafos, vestuaristas, muñequeros, titiriteros, diseñadores de espectáculos formales, dramaturgos o libretistas y adaptadores de textos teatrales o historias de santos y héroes.
Encontramos en la América descubierta por el teatro un texto de raro tejido espectacular:
“El Auto de las Cortes de la Muerte publicado por primera vez en 1557, muestra perfectamente hasta qué punto fueron conocidas en España a mediados del siglo XV1 las denuncias d Las Casas contra los conquistadores Esta obra, atribuida a Micael de Carvajal y Luis Hurtado de Toledo, se sitúa en la tradición de las danzas de la muerte de la Baja Edad Media y pone en escena tanto elementos contrarreformistas como erasmistas-satíricos…” (Op. cit. pp. 188-189).
Así las cosas las teatrologías originarias se nutren de constelaciones de signos, símbolos, fuerzas culturales y reales que surgen de una dramaturgia mítica, histórica, política e imaginaria, a partir de mundos sociales textualizados. La organización de un escenario que se funda mediante imágenes y cuerpos o personajes corales, alegóricos y simbólicos construyen travesías imaginarias basadas en fuerzas históricas y artísticas.