Octavio de la Maza con vestimenta militar.

La sentencia de muerte contra el capitán Octavio de la Maza Vásquez (Tavito) ya estaba dada por el régimen sanguinario, más de dos años antes de que se produjera el temerario secuestro y posterior desaparición del catedrático vasco Jesús de Galindez Suarez, crimen en torno al cual se articuló una tupida madeja de horror y sangre en la que muy, a su pesar, el tirano y sus secuaces procuraron involucrar a Tavito, tras el  asesinato del piloto Gerard Lester Murphy.

Piloto Gerad Lester Murphy, de cuyo asesinato el régimen quiso inculpar a Tavito.

La desgracia de Tavito inició, muy a su pesar, al verse envuelto, siendo agregado aéreo  en la Embajada dominicana en Londres, en el incidente ocurrido el sábado  10 de junio de 1954 en que perdió la vida, al día siguiente, tras resultar herido, mientras departìan en la sede consular, el primer secretario y responsable consular en dicho pais, Luis Bernardino, hermano de los poderosos  Félix y Minerva Bernardino, ambos  con  ascendiente de principalía en el círculo íntimo de Trujillo.

Lo antes expuesto se evidencia en la carta que desde Ginebra le enviara Minerva Bernardino a Trujillo el 18 de julio de 1954- apenas una semana después de la muerte de Luis- carta publicada en el libro “Sangre en el Barrio del Jefe”, del periodista e investigador histórico Víctor Grimaldi ( Págs. 141-145), en la cual, ya desde el inicio de la misma,  quiso dejar en el ánimo de su “ ilustre y consecuente amigo”, la supuesta incidencia que tanto el entonces embajador dominicano en Londres Luis Logroño Cohén como el capitán Octavio de la Maza tuvieron en la muerte de su hermano.

“…Luis fue víctima simplemente  de una animosidad auspiciada por el Embajador en estrecha colaboración con el Capitán de la Maza. Esta animosidad tomó mayor proporción cuando Luisito, impulsado por un cariño entrañable hacia Usted, se fue a España a saludarlo”.

Tanto el Embajador como el Capitán no le perdonaron nunca a Luis este privilegio, y a menudo le hacían notar que lo habían reportado a la Superioridad”, continuaba la insidiosa carta a Trujillo.

No tuvo empacho en mentir en dicha carta descaradamente y acusar de parcialidad al Embajador Logroño en el caso, trastocando la verdad de los hechos, al afirmar: “…cuando el Embajador me llamó a Ginebra, varias después de haber ocurrido la desgracia: 2: 15 de la mañana, me informó que el Capitán de la Maza había herido gravemente a Luis y que éste, en un esfuerzo supremo le quitó la pistola, pudiendo solamente disparar un tiro”.

Y mentía, porque en el interrogatorio que aún interno en el hospital Saint-Georges, le fuera hecho al Capitán de la Maza por Lelan Rosemberg, nueve dias después del incidente, este confesaría que, poco después de la trifulca que ambos habían sostenido y que parecía ya superada,  “…Bernardino sacó la pistola y me cayó a tiros a quemarropa. Al sentirme herido me abalancé sobre él, yo había recibido dos balazos en el vientre, es lo más doloroso que hay, como un chorro de plomo derretido. Cuando le quise arrancar la pistola me pegó el tiro que tengo en la muñeca derecha. Creo que le dí un rodillazo y le dije, párate cobarde, que me has querido asesinar; y entonces le disparé.”. (Grimaldi, Op. Cit. Pág. 158).

La carta amañada de Minerva, distorsionando los hechos, entrañaba, no obstante, en su penúltimo párrafo, una consideración premonitoria de lo que luego ocurriría con Tavito, entendida en el marco de la asfixiante tiranía: “mi desesperación no tiene límites en esta hora trágica y la de toda mi familia. Sólo la certeza que tengo de que en nuestro país se hará la  justicia que este doloroso caso amerita, me sostiene”. ( Op. Cit. Pág. 145).

La aviesa misiva  fue  replicada punto por punto en la carta que enviara a Trujillo el Embajador Logroño Cohèn en fecha 22 de julio de 1954, tras Trujillo enviarle la carta que Minerva  le remitiera.

Pero no pararían ahí las  diabólicas maquinaciones  del régimen contra Tavito ni mucho menos los instintos de venganza de los Bernardino. A partir de la desaparición y muerte de Galindez, el 12 de marzo de 1956,  morirían liquidados, de igual manera, en ominosa sucesión, los testigos principales  involucrados en el caso, incluso aquellos que como Tavito, no tenían conocimiento de su naturaleza y su alcance.

La cadena de los asesinatos comenzaría con Gloria Viera, la enfermera responsable de acompañar la travesía aérea con el secuestrado. En en los primeros dias de noviembre de 1956, aparecería en un precipicio de la carretera Duarte, hecha un espantajo humano, tras incendiarse el carro convertible que recibiera en obsequio.

Murphy, tras retornar a Estados Unidos y cobrar lo convenido, vendría, posteriormente, a la República Dominicana como piloto de la compañía dominicana de aviación, pero tras el asesinato de Viera, se intensificarían sus aprensiones de correr la misma suerte. Decide renunciar como piloto de dominicana de aviación y traza planes para retornar sin demora a los Estados Unidos, pero jamás regresaría con vida  a su suelo natal. Entre el 3 y el 4 de diciembre de 1956 fue también asesinado. Versiones señalan que su cadáver fue lanzado al mar.

 

 

Investigaciones realizadas años después  por la Procuraduria General de la República en el gobierno de Bosch, refieren las declaraciones del ex. policía Jaime Charles Well Toledo, quien tras realizar indagaciones en torno a las muertes ocurridas en relación con el caso Galindez, concluyó que la muerte de Murphy fue provocada por el entonces capitán de la policía Ramón A. Soto Echavarría, propinándole un contunde golpe en la nuca.

La referida versión sostiene, que tras el contundente golpe recibido, Murphy saldría huyendo y al ser agarrado nuevamente, expresaría lo siguiente: “¡Mira como me pagan  Trujillo y sus hombres, después que le traje a Galindez!”.

Tavito fue involucrado por el régimen en la trama siniestra, en el momento en que recibe instrucciones de trasladarse en un avión de CDA hasta Montecristi para trasladar un enfermo de la familia del tirano.

Tras el asesinato de Murphy, comenzarían las presiones del Departamento de Estado y del gobierno norteamericano, solicitando el esclarecimiento del secuestro de Murphy. Acompañados de un abogado norteamericano, vendrían al país el padre de Murphy y su novia, Sally Caire.

Y es en ese momento que se ponen en marcha los siniestros planes  de Trujillo, al formulársele a Tavito la petición  de hacerse responsable del crimen de Murphy, a fines de evitarle al país un escándalo internacional.

Tavito se niega, rehusándose  a firmar una carta perversa, prefabricada, que le entregara Johnny Abbes García aceptando su autoinculpación.

Testigo de la airada reacción de Tavito ante la perversa  propuesta de Trujillo,  lo fue el  entonces copiloto Amancio Hernández. En evidente estado de malhumor, encontrándose ambos solos en la cabina de un avión de  CDA,  Tavito le mostraría  un revolver que portaba al momento en que le decía:

“Con esto yo voy a matar a uno antes que me maten a mi porque el pendejo ese, ahora porque como está asustado porque lo están atacando los americanos, de la embajada, quiere que yo me haga cargo de la muerte de Gerard Murphy, y yo no es verdad que me voy a tirar a los americanos arriba”. ( Grimaldi, Op. Cit, pág. 115).

El 17 de diciembre de 1956 es apresado Tavito, implicado falsamente en la muerte de Murphy. En la celda no. 3 del cuartel de la Policía Nacional, donde fue encerrado, se le golpeó salvajemente al negarse nueva vez a cohonestar con los planes macabros.

Tavito fue careado con el funcionario de la embajada norteamericana Richard Stevens, ocasión que aprovecharía Tavito para, hablando con su habitual firmeza y determinación, negarse a firmar los hechos que aviesamente se le imputaban.

Entre tanto, se prometió a su hermano Antonio que Tavito le sería entregado lo mismo que se prometió a su esposa que el 6 de enero de 1957 sería puesto en libertad, tras esta solicitarles que como regalo de reyes le permitieran llevarle su hijita a la prisión donde se encontrara.

Al día siguiente, el 7 de enero de 1957, el cadáver de Tavito sería arrojado en la misma puerta de su hogar. En la sádica orquestación, el régimen se encargaría de propagar  una falsa nota, supuestamente dirigida por Tavito a su esposa Doña Altagracia Rua Vda. de la Maza (Doña Maruxa), en la cual se  insinuaba su supuesta  determinación suicida:

Te escribo para decirte que tomo esta decisión fatal porque me pasó algo muy grave que sólo tú sabrás”, rezaba la misma, en la cual se hacía referencia, de igual manera, a  la farsa perversa  de supuestas  insinuaciones homosexuales de Murphy que llevaron a De la Maza a golpearle, cayendo al agua  y ahogándose. Todo un impúdico montaje de opereta.

La falsa misiva sería leída por Trujillo, con su indecible actitud cínica, a Antonio de la Maza, cuando este, aconsejado por el general Felipe Ciprian- y refrenando  sus más íntimos  impulsos- terminó accediendo a su consejo de entrevistarse con el tirano.

Con el paso de los años, quedarían develados los entresijos de la trama siniestra contra Tavito.

Así se lo revelarìa  Danilo Trujillo al entonces copiloto de Tavito en la CDA, el capitán Amancio Hernández, quien en el año 2007 diera su versión de los hechos a la periodista Cornelia Margarita.

Conforme la versión de Hernández, citado por Grimaldi, de entre tres pilotos, Hernández, Fernando Batista y Octavio de la Maza, este último sería el escogido:

Tú y Fernando Batista fueron dichosos. Digo: por qué? “Bueno, porque era una rifa que iban a hacer con Tavito (el comandante de la Maza), contigo y con Batista, a ver a cual de ustedes tres le iba a tocar hacerse cargo de la muerte de Murphy”. Y entonces, por coincidencias,  estaba ahí Félix Bernardino y le dijo a Trujillo que no, que a nosotros dos no nos acusara de eso, que el hombre de eso era Tavito”. Pág. 116.

En una importante misiva que Doña Altagracia Rúa Vda. de la Maza enviara en marzo de 1962 al director del Caribe Germán Emilio Ornes, expresarìa con meridiana  claridad la razón última por la que Tavito  terminaría siendo victimado por la tiranía:

 

 

Justo es reconocer, yo así lo reclamo, que Octavio de la maza fue una víctima de la tiranía por su dignidad, por su integridad moral y por su hombría de bien, al no asumir la responsabilidad por un hecho que no había cometido. Considero que pocos hombres en este país, en circunstancias semejantes, hubieran sido capaces de asumir una posición de dignidad  y de valor como la que asumió mi esposo. Me consuela saber que el pueblo dominicano sensato se unió al dolor de su familia y sufrió con coraje y en silencio, la rabia de su impotencia ante el crimen de que se le hizo víctima”.