I
Yo aquí nomás elucubrando que en Santo Domingo hay tardes todavía en donde puedes retar al metaverso y ser de nuevo un chamaquito y estar al tope de la chavalería. Resumo: es sábado, tarde radiante, radiante es bueno para describirte también. Así me extiendo hasta tus aretes de madera del mundo del arcoiris, tu pelo negrísimo a cascadas, tus hombros, y el ligero vaivén que soy yo a tu lado en las adoquinadas calles de nuestra ciudad a boca llena. Y yo me digo: debo dejarlo todo, hacer una pausa brevísima, tres suspiros, cerrar el torso, dejar el equipaje este aquí, ahora, dejarlo todo y ponerme a escribir, por ti, para ti, sobre ti, para recordarte y recordar tu color que es la mera descripción del color “Indio Canelo”. Así es como me entrego dándolo todo amarrado al fuego que se despide de ti en forma de anillo, seno, o abrazo.
II
Entramos al duomo que ya de por sí impresiona. Nos dejamos adentro distraer por unos niños revoloteando alrededor. La mamá está como si nada y haces bembita, pero te retrotraigo a la magia de los colores de la expectativa, a un ojo que se mueve, a un caballo que amenaza. Hace mucho que moría por ver la inmersiva, no sé ustedes, pero para mí hay cosas cabalísticas y por eso yo estuve esperando el momento indicado para sumergirme y se me ha dado, este sábado, a tu lado, entre la poesía de Tovar o el performance de la espera, en donde hay una pupila muerta de horizonte y mi voz era un eco que rebotaba en la niebla.
III
Tovar, surrealismo vivo, me invitó a pensar en uno de los tantos hilos de la trama que conforma el surrealismo en el Caribe. Por ejemplo, la tarde en que la misma Aída Cartagena Portalatín recibía a André Breton en Santo Domingo. Me pregunto si habría sido sábado. Para esta historia, digamos que es así, hasta que uno de los defensores de la palabra diga lo contrario.
IV
Vertovar. En esto pienso de inmediato. Pienso en un joven que era yo diciendo: ah, pero esto puede hacerse… o sea, que si uno está dispuesto a dejarse llevar el arte puede forjarte como humano, hacerte visible, en el tiempo. Legadotovar como algo patente, como metáfora tangible, sus figuras, sus sombras, su abecedario, su bestiario, la flexión arriesgada, entre ritmo y trazo y pinceladas de un gesto sereno, animalítico, mundano. Una mirada visionaria que está tan allá, que su futuro es el presente nuestro. Artistatovar como un cucuteador del color y la forma a nivel dios que puede, con su arte, brindarte un espacio en donde puedas acceder, inmerso, a las performances de luz, reflejo, color y sonido en un juego de ceniza y estatua en el que nadie sale ileso.
V
Tovar es un verbo en infinitivo. He ahí el secreto de su éxito. La idea de su obra es una invitación a la co-creación y la inspiración. Sentado en medio del color, me dejo inundar de una estampida de alticornios, tricornios, milcornos, arcalunas y timirreinas. Como en la vida, la exposición estaba hecha más que para el disfrute, para la participación, para ser usada, intervenida. Es uno de los eventos de más alto nivel de los cuales he participado y eso dice mucho de la gerencia del evento, de la Fundación Tovar, de los curadores. La exposición ha sido la excusa perfecta para verte bella y de tarde, para entrar en tu órbita. Vertetovar. Disfrutarte de nuevo, conjugada en una estela estrellada, en el derrumbe, en la posibilidad del arte, la tarde, tu sonrisa, sus riesgos y derivas.