Con el telón de fondo de una pandemia global causante de unos 20 millones de muertes a nivel internacional, misma que ha traído una gran desestabilización socio política en todo el mundo. Una economía que todavía no se recobra de la debacle hipotecaria del 2006-2009 y la vergonzosa retirada estadounidense de Afganistán; Norteamérica se encuentra de nuevo atizando el fuego de otro conflicto bélico de consecuencias incalculables para la sociedad global.
Desde finales del 2021, Washington y sus acólitos se embarcaron al unisonó en un esfuerzo coordinado de vinculación de la información de guerra u hostilidades con los esfuerzos estratégicos estadounidenses de reforzar la unidad en el frente local, asegurándose del apoyo de sus aliados, la destrucción y menoscabo de narrativas contrarias y el ataque inmisericorde a cualquier esfuerzo encaminado a organizar coaliciones hostiles a la narrativa oficial. La verdad oficial que se nos presentó en los medios de comunicación ya avizoraba la inminente invasión rusa a Ucrania.
La ofensiva mediática, nos presenta hoy el argumento que lee las acciones del mandatario ruso como las pretensiones mafiosas, gansteriles de una camada de rufianes y oligarcas rusos comandados por un Vladimir Putin que padece serios trastornos mentales. Con esta narrativa, Occidente pues, hoy se defiende del avieso ataque de las hordas rusas sobre Ucrania. De ahí Joe Biden profirió un sinnúmero de amenazas a Rusia que incluían sanciones económicas, cientos de millones en ayuda militar a Ucrania y hasta el despliegue militar de millares de tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a la zona en conflicto. El influyente senador Lindsay Graham no tuvo escrúpulos en sugerir el asesinato del mandatario ruso Putin y así librarse del problema. Hillary Clinton por su parte, sugirió inundar Ucrania con armamentos de tal forma que el conflicto se convierta en otro Afganistán de los muyahidines/Al Qaeda y así empantanar de nuevo a Moscú.
Por economía de espacio, la ofensiva mediática obvio mencionar que en 1992, EEUU adoptó un documento estratégico en donde sin tapujos declaraba su intención abierta de bloquear “el surgimiento de cualquier competidor potencial global en el futuro”.
Menospreciando inclusive el ramo de olivo extendido hacia Occidente por el primer ministro postsoviético, Boris Yeltsin, quienes hoy esgrimen el dedo acusador hacia Rusia, se empeñaron en acelerar un cerco militar y económico sobre Rusia mediante la incorporación hacia Occidente de las que otrora fueron parte del bloque oriental soviético como Hungría, Polonia, la Republica Checa, Eslovaquia, Bulgaria y Rumania, así como a exrepúblicas soviéticas como Estonia, Lituania y hasta Letonia. Conjuntamente con estas movidas, a todas luces humillantes para la que fuese la Unión Soviética, se agregaron bases militares y sistemas de armamentos hacia el este de los confines de la OTAN.
Todos estos movimientos altamente irritantes para Rusia que veía como empresarios Occidentales saqueaban Europa del Este en los 90 ayudados por un Departamento de Estado, una CIA y el parapeto llamado National Endowment for Democracy compraban al mejor postor a los políticos anti rusos que sedientos de lucro en abyecta genuflexión se plegaron a los dictámenes de Occidente en aras de expandir el unilateralismo estadounidense bajo la egida de un Nuevo Orden.
¿Porque insistir en expandir la OTAN si la coalición rival, el Pacto de Varsovia había sido disuelta? tampoco se nos explicó. Todo esto ante las continuas protestas de Rusia en foros internacionales por considerarlas de hostil, poco amigables, amenazantes y hasta provocadoras a lo que Occidente en tono habitual hizo caso omiso. Una y otra vez, en lo tocante al conflicto ucraniano, el gobierno ruso exigió garantías de que Ucrania no fuese integrada a la OTAN, petición que Washington catálogo de inaceptable.
Los megáfonos propagandísticos tampoco nos dijeron de los intereses de los sectores oligárquicos, políticos y empresariales de patrocinar una ruptura lo mas que se pueda en Rusia para así garantizarse un acceso directo al corredor situado entre los mares negros y y el caspio. Rusia es hoy el mayor suplidor de gas natural, el segundo mayor exportador de Petróleo, el mayor exportador de trigo y el tercer mayor exportador de carbón y uno de los mayores proveedores de hierro, oro, platino, aluminio, cobre y diamantes todos los cuales son esenciales en todo tipo de producción incluyendo la codiciada producción de armamentos. Tampoco nos dijeron que era necesario torpedear la inauguración del gasoducto ruso germánico, Nord II ni que se materializaran los acuerdos de Minsk II cuando los ucranianos prácticamente se mofaban de las demandas rusas.
Si bien es cierto que los eventos se presentan con una inusitada complejidad, creemos que una salida optima estaría en un diálogo entre las partes afectadas. Dejando de un lado las expresiones chovinistas y hostiles, mismas que no habrán de contribuir a una solución diplomática del conflicto, insistir en los resquicios posibles que faciliten el diálogo debe procurarse sin dilación en estos momentos de manera que las hostilidades armadas cesen cuanto antes. Cabe esperar que las partes afectadas en los conflictos puedan encontrar interlocutores adecuados que puedan ejercer su influencia al servicio de la paz y no a exacerbar ni amplificar los tambores de guerra que hoy escuchamos.