Leo con atención tus escritos en el periódico digital Acento. Esos artículos me conducen a una memoria épica sobre tu hermano Plinio y toda tu familia, a la que he admirado siempre por ustedes dos (Estela, Carmen, Rita, Heberto y los demás, sobrinos, primos y a tu madre doña Rita).

Pues desde los años setenta, siendo yo un joven inquieto, me acerqué a ustedes dos y a través de ambos a muchos amigos que también fueron apresados y sometidos a la acción de la justicia “oficiosa”. Por eso creo que debes reunir esa historia, esos artículos y publicar  esa memoria familiar de tu hermano Plinio Matos Moquete, pues nadie más que tú puede hacerlo, por tu conocimiento intrafamiliar y el de tu Tamayo mítico, mágico y real sobre el cual  has escrito con propiedad en varias ocasiones. Debido a los recursos, pero sobre todo por los conocimientos que posees,  a tu sólida formación intelectual y porque conoces la “sureñidad de tu familia” y eres un sureño auténtico, estás llamado a aceptar esa empresa.

He leído con interés y pasión los doce artículos publicados sobre tu hermano Plinio en este mismo medio, ese relato de hazañas de ese héroe, luchador y hombre solidario que es el doctor Plinio Leonardo Matos Moquete y me remonto a aquellos días de mi juventud, cuando exponiéndome al peligro busqué la forma de visitarlos a él y a ti los jueves en la tarde, que era el día señalado para la visita familiar a los “Presos políticos” en la Cárcel Penal de La Victoria. Quería conocer a Plinio y a ti personalmente, con el sentimiento de haber conocido a dos personas y hombres de ideas luminosas de este país.

Pude valerme para eso de una prima de Winston Vargas (Platón), a quien también conocía por referencia política y por la amistad y sentimiento que me unían y me unen  a ella. Estudiábamos en la Escuela de Arte Escénico de Bellas Artes y cuando supe que ella estaba ligada a este otro homólogo de ustedes dos, le dije que deseaba ir con ella a la Cárcel de La Victoria, pues era ella (Rosa Eva Valdés), junto a su prima Marina Vargas (hermana de Platón), las encargadas de visitarlo los jueves en la tarde.

Planificamos la forma de yo “pasar” como visita familiar y así pude conocerlos personalmente tanto a Plinio como a ti y a otros reclusos allegados a mí. En aquel tiempo, para entrar allí  a visitar “presos políticos” era obligatorio aceptar una revisión exhaustiva: “las mujeres de un lado y los hombres en otro lado”. Así era el procedimiento.  Sin embargo, el riesgo valía la pena. Me alegro mucho de haber compartido con ustedes y aquellos presos políticos  que vivían en cautiverio allí y separados de sus respectivos mundos familiares. En aquel entonces y aún hoy sentía admiración por luchadores que asumían con coraje la defensa de sus principios políticos, derecho a la libertad y a la participación político-social, apoyados en principios morales, utópicos, revolucionarios y patrióticos.

Plinio y tú, en aquellos momentos eran dos hermanos recluidos por razones políticas, pero también eran grandes actores responsables, valientes y sobretodo juiciosos, lúcidos de este país.

Creo que lo que escribes con certeza sobre esa épica sureña y familiar es un aporte cuyo valor encontramos en las “viejas y nuevas memorias del sur” y de todo el país, que debes reunir y publicar como un documento testimonial.  Debes reunir y publicar esos artículos del periódico digital Acento, en un libro que será, de cierto, un legado-memoria, cuyo contenido debe también ser conocido por las generaciones del presente (viejos amigos, adultos y jóvenes de este país).

Manuel Antonio, celebro tu decisión de escribir estos episodios para el gran público lector.  Y no solo te felicito, sino que también celebro lo que aportas, explicas y aclaras con tus escritos sobre esos periodos terribles de luchas sociales y políticas, cuando los desaparecidos, encarcelados, torturados, perseguidos políticos y estudiantes eran asesinados por bandas oficiales “incontrolables” provocando tragedias familiares en todo el país.

Es por eso que he divulgado tus escritos en este sentido, porque al igual que yo muchos desean conocer esta historia- memoria “sellada” por personas de las cuales se mintió mucho tiempo desde “la historia oficial”. Divulgo los escritos tuyos entre los numerosos contactos que tengo y lo hago con respeto y porque también sé muy bien que son escritos valiosos como testimonios de crítica y memoria sociocultural, cuya misión educadora incide positivamente en una masa de lectores que se hacen eco de esa “escritura de la memoria”  y de la misma política de la “memoria contra el olvido”.

Muchas son las personas que conocen al lingüista, educador y estudioso de las letras dominicanas e hispanoamericanas, al respetado Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua y también de la Academia de Ciencias de la República Dominicana, pero que desconocen “la otra historia política” de MMM, que por razones de temporalidad, no conocen lo que sucedió luego de su apresamiento en el Aeropuerto Internacional de las Américas, cuando venía de Cuba, donde vivió algunos años por razones políticas especiales. Esa historia de tu vida que ya hoy se conoce (en parte) y que al igual a la de tu hermano (maestro en el Liceo Juan Pablo Duarte y doctor en Derecho), debe ser conocida  sin los prejuicios de la “historia oficial”.

Es preciso entonces destacar que entonces no existía el novelista, poeta, lingüista, profesor de Español, ensayista y estudioso de la lengua y la literatura hispanoamericana; ni tampoco el escritor Premio Nacional de Literatura, ni otros aspectos desconocidos hoy por razones de historicidad.

Como te vuelvo a repetir, he esperado mucho este momento. Y vivo de todo corazón tus artículos publicados sobre tu hermano Plinio. Por lo que entiendo eres el más indicado para reunirlos y publicarlos con el conocimiento de aquella época histórica y difícil de  la que también has hablado y escrito a propósito del Diario de Caamaño en Cuba y sus particularidades. Ese mundo familiar interno de tu familia resulta ejemplar para conocer, no solo a tu familia, sino también, esas “viejas y nuevas memorias” de un sur real y mágico que vive en nuestra  vida sociocultural, mediante los signos que percibimos como huellas de vida. Con respeto y admiración pienso en contexto lo que supone hoy tu testimonio y de hecho insisto en pedirte que no dejes de reunir  y publicar esta memoria.

Esos datos que ofreces sobre la estructura mental de tu familia son estimulantes y ejemplares para conocer un espacio familiar sureño del país. La microhistoria o la intrahistoria, constituyen hoy un método útil para conocer memorias familiares en el Caribe, Latinoamérica y el mundo de nuestros días. Me he sentido feliz leyendo estas “viejas y nuevas memorias del sur” del país, a través de las hazañas y las acciones de tu hermano Plinio, por lo que dicha narrativa de vida enseña y recuerda.  Se trata de reconstituir y presentificar una memoria- real que “habla” por sus signos, imágenes, realidades sociales y culturales.

MANUEL MATOS MOQUETE
MANUEL MATOS MOQUETE
MANUEL-MATOS-MOQUETE-3

MANUEL MATOS MOQUETE

PLINIO MATOS
PLINIO MATOS
PLINIO-MATOS-3
PLINIO MATOS