Del 15 al 19 de octubre se celebró una edición más del Salón Internacional de la Alimentación, en las afueras de París. Este evento, que tiene lugar cada dos años, es uno de los más grandes en materia de promoción de la producción y transformación de la industria agroalimenticia, o, puesto como lo dice un participante habitual: “al visitarlo uno tiene la impresión de que no es cierto que haya hambre en el mundo, tal es la abundancia, variedad y profesionalización de la comercialización de los alimentos”.

Como en cada ocasión los exhibidores y participantes fueron numerosísimos y muchos de ellos, indudablemente, derivaron grandes beneficios de su presencia. Se puede pensar, literalmente, en que esta es la ocasión de visualización del producto en un entorno que reúne a colaboradores y a competidores.  También en el hecho de que presenta la oportunidad de agrandar los conocimientos sobre maneras de presentar y exhibir las muestras: la atención a la forma.

 

Pero quizás el fruto más importante es el derivado de la capacidad de ilusión, el hecho de que, en sí mimo, el salón ofrece una motivación para productores alrededor del mundo para mejorar su propia actividad. Por ello, además de convertirse en vitrina mundial, los organizadores han diseñado premios que cada vez tienen más categorías. Dentro del interés global de reconocer la innovación, que era el primer criterio usado durante muchos años, existen ahora premios que reconocen la labor de largo plazo y la aceptación del público. Al ser un salón que tiene lugar en Francia, prácticamente la mitad de las distinciones otorgadas corresponden a producción gala, aunque argentinos y tailandeses también resultaron ganadores. Además, dada las actuales circunstancias de diversidad de participación de capitales, una empresa “francesa” puede no ser exclusivamente francesa.

 

Más allá del salón, los representantes gubernamentales, que van desde ministerios hasta alcaldías, y las asociaciones empujan a los productores a usar esta oportunidad.  En el caso de la República Dominicana este rol recayó sobre Prodominicana, la Embajada de la República Dominicana en París y la Cámara de Comercio Franco Dominicana que organizaron seminarios, ofrecieron orientaciones y acogieron iniciativas de modo que se expresara la veracidad de la frase del apóstol San Pablo (en su carta a los Tesalonicenses) con que se titula este artículo: la fe produce frutos, el amor [por la producción alimenticia] puede saber actuar. Unas felicitaciones muy grandes a todos los participantes.