La expresión “Spread bancario” es una combinación del español con un extranjerismo y es que la palabra Spread es de uso común en el idioma español en este caso para referirse a la diferencia que existe entre la tasa que los bancos pagan por los depósitos a sus ahorrantes y las que les cobran a sus clientes (que también pueden estar dentro de sus ahorrantes) por los financiamientos que otorgan. Podría decirse que es una manera elegante de expresar el “margen” que obtienen los bancos de los depósitos que reciben ya que, aunque la traducción más común del término spread es “esparcir”, también tiene como una de sus acepciones “margen”.

El spread o margen bancario podría verse como el beneficio bruto que obtienen las instituciones de intermediación financiera de los fondos captados, que son invertidos en las operaciones crediticias (préstamos) que realizan. Decimos beneficios brutos, porque de este margen deben cubrir sus gastos operacionales, administrativos y en general, considerando además que no podrán prestar el total de los fondos captados debido a que deben de cubrir los fondos líquidos correspondientes al encaje legal. De aquí nacen los términos Tasa pasiva (La que paga el banco) y Tasa activa (la que cobra el banco)

Por otro lado, cuando se escucha el término “encaje legal” se refiere a la reserva que requieren las autoridades monetarias de cada país (en nuestro caso el Banco Central), a las instituciones de intermediación financiera (Bancos comerciales, Asociaciones de ahorros y prestamos, Financieras, entre otras) como un porcentaje de los dineros que captan de sus ahorrantes y que promueve la protección de estos en situaciones que pudiesen poner en peligro esos ahorros.

El encaje legal y el margen bancario forman parte de lo que finalmente el destinatario de los préstamos que realizan estas instituciones tendrá que pagar como tasa de interés y por esta razón suelen existir diferencias entre una institución y otra, dependiendo de qué tan eficiente sean cada una de ellas.

Lamentablemente en nuestros países la eficiencia en estos casos no es un factor que aparentemente se pondera de manera prioritaria de tal manera que las tasas de interés que se cobran a los prestatarios están muy por encima de las de los países con alta eficiencia en los manejos bancarios.

Por ejemplo, si vamos al caso de las tarjetas de crédito, las diferencias entre los países de América Latina y aquellos desarrollados es abismal. En Chile y Argentina la tasa promedio que cobran los bancos sobre las tarjetas de crédito se sitúa por encima de un 50%, en México un 40%, Perú 38% y se puede continuar con otros países, pero en ningún caso estas tasas son inferiores al 30% anual. En nuestro país esta tasa es en promedio de un 40%.

Por el contrario, en los Estados Unidos de Norte América esta tasa se sitúa entre un 9 y un 16 por ciento, en España ronda el 19% y en Canadá en un 18% y definitivamente se puede afirmar que esto en gran medida se debe a que estos últimos países mencionados tienen sistemas financieros más desarrollados y consecuentemente más eficientes.

Con respecto a las tasas aplicadas a los préstamos a comercios y personales, también están afectadas por la eficiencia y los altos costos bancarios que deben ser cubiertos con las tasas cobradas y otros cargos bancarios que aumentan las tasas nominales, que al final del día difieren de las tasas efectivas que paga el cliente.

De Igual manera sucede con las operaciones crediticias dirigidas a los sectores productivos, que tienen que manejar tasas que castran su crecimiento y que van en contraposición con lo que ocurre en los países avanzados en los que su eficiencia financiera le permite ofertar al mercado dinero a tasas más bajas que aceleran el desarrollo y lo distancian aún más de los países que buscan alcanzarlo.

Debemos recordar que, en el otro extremo, algunos de estos países desarrollados están manejando actualmente tasas de interés negativas (Suiza, Suecia, Dinamarca y Japón) que, aunque muchos economistas las consideran dañinas al sector financiero, responden al objetivo de incentivar las inversiones que promueven el desarrollo de la economía. El dinero caro es un enemigo de todo lo que represente desarrollo económico.