La maternidad se promueve en nuestra sociedad como la actividad principal  e identitaria de las mujeres. Desde niñas la crianza está dirigida a ser madres y amas de casa, negarse a ello es oponerse a su identidad.

 “Tener hijos y saber criar los hijos eso es ser mujer”. “¿Qué es ser mujer?, La mujer es el ser más importante porque es la que procrea los hijos”. (ODH/MEEPYD 2010:100)

Ser mujer es ser madre, para muchas mujeres. El significado de la feminidad queda reducido a la maternidad y a los roles tradicionales de reproducción. Esta representación cultural de la mujer reducida a ser madre debilita su capacidad de empoderamiento y la expone a altas condiciones de riesgo en su integridad.

La emigración de la mujer campesina a la ciudad para dedicarse al empleo doméstico dejando sus hijos/as solos/as en los campos así lo explica. En otros casos emigra en condiciones de víctima de trata y explotación sexual comercial.

La explotación sexual comercial de las mujeres inicia en muchos casos en la niñez y la adolescencia,  etapas en la que se incrementa su vulnerabilidad.

Muchas mujeres trabajadoras sexuales fueron víctimas de explotación sexual comercial en su niñez y/o adolescencia. Se mantienen en el trabajo sexual por diversas razones, una de ellas es el flujo de ingresos diarios que supera al trabajo doméstico, la otra opción económica que tienen por su baja escolaridad.

La mujer que se inserta en el trabajo sexual lo hace en diversas formas desde el trabajo sexual informal, esporádico o la dedicación a tiempo completo.  En los casos de dedicación a tiempo completo implica 10 a 12 horas de trabajo en la calle que se combina con labores domésticas y de maternidad.

Son muchas las trabajadoras sexuales que son madres de varios hijos/as y cuidan nietos/as. Su actividad económica y de esclavas afecta su descanso y recreación, se acuestan a las 3:00 y 4:00 de la madrugada y tienen que levantarse a las 6:00 de la mañana a prepararle desayuno a sus hijos, atenderlos y realizar las labores domésticas tradicionales.

Dedicarse a este trabajo implica para ellas una doble, triple o cuádruple jornada en la que la vida es solo dedicación y sacrificio porque su trabajo si bien es “vender placer” no significa para ellas “placer” sino solo sobrevivencia.

La maternidad que asumen y que muchas veces las empuja a dedicarse a hacer “lo que sea” para mantener sus hijos e hijas es invisible. Mantienen su actividad económica muchas veces en la clandestinidad frente a sus hijos e hijas y a su familia, movilizándose de un pueblo a otro para ello.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY