Sigo una cuenta en Instagram que se trata de lo siguiente: una señora, acompañada de su esposo, tienen un restaurante en Estambul, tierra exótica, y lo promocionan con una creativa manera de visualizar el asunto de las redes. Postean de manera inteligente algunos videos –muchos, en verdad–, donde la chica come todo tipo de platos. Ella en verdad que se las trae: come de manera desenfadada, algo que agradecemos sus espectadores.
Toma una hamburguesa de la marca de una franquicia –que también nosotros la tenemos–, y es un gancho porque lo grueso es que su restaurant se ve luego, a fin de cuentas vas a parar al nombre.
Pienso en mezquitas y en la serie del cómic Kalimán, en la diosa Kali y en otros detalles que nos hacen llegar a la memoria a Estambul, capital del imperio en el año 330, ubicada a lo largo del estrecho del Bósforo, para no hablar que somos asiduos lectores de Orhan Pamuk, Premio Nobel 2006. Y aquí entra la literatura, aparte de la gastronomía de la que hablamos más arriba.
Orhan no es que hable de platos para comer en su novela Me llamo Rojo, pero si hay que decir lo siguiente, para los que no están ya entrenados en esto: considero que el Premio Nobel de Literatura es serio. De eso estoy bastante seguro, hasta que me prueben lo contrario.
En su libro, Pamuk sí que habla de pintura, hasta el punto que podemos decir que se trata de una crónica sobre la pintura, pero también trata otros temas. Los candidatos al Nobel son muchos, y es una manera de acercar a la gente a las grandes obras de nuestro tiempo. Aunque claro, ya saldrá gente que diga que todo está arreglado, que esto es un fraude. ¡Qué le vamos a hacer!
Pamuk incluye en su libro un mapa del imperio –que fue disuelto en 1453–, con locaciones como Chipre, Creta, la Anatolia, Ovejas Negras, Alepo, Siria, Damasco, Ankara, hasta llegar al Cáucaso, entre muchas otras.
En los últimos veinte años, he leído a una serie de Premios Nobel y todos están muy por encima de lo que se produce como literatura en sus propios países. De modo que he querido darle el espaldarazo a la Academia Sueca, como si ellos fueran a leer esto. Pero bien. Lo segundo es esto: por ahí anda una lista de los mejores cien libros de la historia y me parece que este ejercicio es bastante entretenido.
Se puede indicar un hecho notorio: el Premio Nobel de Literatura que se sabrá mañana jueves, tiene a un montón de escritores que se ven como si fueran caballos en una contienda o boxeadores de un cuento de London: se hacen apuestas como si fuera una lucha cuerpo a cuerpo, mientras otros tratan de adivinar las implicaciones políticas de un premio que es el más prestigioso del mundo, aunque ya aparecerá algún genio que dirá que todo es un montaje.
Vuelvo a la chica de IG que con su esposo tiene esta cuenta para promocionar su restaurant y terminan promocionando a Estambul, algo que cae por defecto: lo mismo pasa con otros que entran en la red y uno termina buscando a qué país pertenecen, en un sinnúmero de maniobras. Las redes son un maremágnum, una muestra de lo que mencionó Marshall Macluhan: la aldea global.
Con una linda sonrisa, la chica come de manera apresurada los platos más diversos donde combina y, esto es un enigma para quien escribe esto, las tortillas con carne sabrá dios de qué res. Lo cierto es que cuando se ve comiendo de la manera más expedita es cuando está en la franquicia americana, lo que a ella ni a él, su esposo, le importan nada. Somos globales, es lo que hay que entender. Una de las maneras más inteligentes, y no tan caras tampoco, de acceder a un país, a sus costumbres, es a través de su gastronomía. Me pasa con Brasil y con otros.
También la música es una herramienta para conocer cualquier país del mundo, por supuesto. La música está disponible todo el tiempo, pero no todos parecen tener tiempo para ella. Prefieren ver noticias bastante cruentas o bastante idílicas, no sé. Me parece que la música es una de las manera de acceder a una manera de ver las cosas, y ahí, como en el caso de los libros de los escritores, es un plus que siempre tienes a mano.
Turquía no es tan conocido por su fútbol, es cierto. Por lo que no veremos a su equipo disputar mucho en este Mundial que empieza en pocos días. Sin embargo, hay que ver a esta muchacha con su esposo para ver si aprendemos a hacer uno de sus platos. O hacer como ella: pedir algo del fast food más cercano.