Sigo muy de cerca y con gran preocupación el aumento de los conflictos bélicos con intercambios de misiles balísticos intercontinentales  entre el Estado de Israel, el Líbano y Siria, así como el avance de la guerra que protagonizan Rusia y Ucrania.

Decíamos con anterioridad que los indiscriminados bombardeos de Israel contra la Franja de Gaza traerían como consecuencia la solidaridad de otras organizaciones islámicas, similares al grupo Hamas, las cuales se unificarían para atacar al enemigo común.

Las acciones bélicas entre los israelíes y los grupos Hamas y Hezbollah eran esporádicas pero siempre sangrientas.

Las cosas empeoraron a partir del criminal ataque del 7 de octubre de 2023, cuando un escuadrón armado de Hamas penetró a territorio de Israel y asesinó a más 2,500 personas, dejando a su paso a decenas de heridos y secuestrando otras 260.

En represalia, el ejército israelí respondió el ataque con igual salvajismo, bombardeando al pueblo palestino en Gaza y destruyendo todo a su paso.

Si lo que se buscaba era provocar la reacción violenta del gobierno de Israel, pues ya tenemos los resultados.

Lograron que en el conflicto se involucraran los gobiernos aliados de estos grupos islámicos, que les suministran todo tipo de armas y pertrechos militares.

Los líderes de Hamas y Hezbollah se frotaron las manos. Ya el conflicto se había internacionalizado, como eran sus propósitos iniciales.

Hoy tenemos un conflicto internacional entre Israel, Irán y Líbano, que al parecer ni la diplomacia a su más alto nivel lo puede detener.

Estados Unidos ya informó el envío de tropas y buques de guerra a la zona, los cuales entrarían en acción en cualquier momento.

Es cuestión de días para que la guerra en Oriente Medio se intensifique con la participación directa de los aliados europeos, en defensa y protección de Israel.

Por demás, las hostilidades entre Rusia y Ucrania se sigue recrudeciendo afectando naciones limítrofes y sin solución a corto plazo.

En cualquier momento se origina un conflicto bélico entre China y Taiwán y otro peor entre las naciones de Corea del Norte y Corea del Sur.

El dominio político, económico y militar de las grandes potencias está en peligro y ya han salido a defenderlo a toda costa y cualquier precio.

Hacia dónde correr, no sabemos. Los misiles balísticos de gran alcance podrían estar cruzando los cielos de todos los países del mundo, de norte a sur y de este a oeste.

Algunos podrán errar el rumbo programado e impactar donde menos se esperaba, matando a miles de personas inocentes ajenas a los conflictos.

Pero hay otra guerra en camino aún no anunciada, y que afectará a millones en todo el mundo. Y es la guerra contra el hambre y el desabastecimiento.

Es casi seguro que al recrudecerse la guerra en Oriente Medio, Irán decida cerrar el estrecho de Ormuz, la ruta en el Golfo Pérsico por donde navegan los grandes buques petroleros de distintas potencias mundiales.

Esa situación disminuirá al mínimo o todo el transporte de carga marítima internacional de gasolina, gas, petróleo, de insumos para la agricultura y mercadería en general, así como los vuelos domésticos e internacionales de las aerolíneas, entre otros.

El caos que se avecina como consecuencia del incremento de los conflictos bélicos en el Medio Oriente y territorio europeo producirá consecuencias tan graves y mortales como las que originan las propias guerras.

Al parecer, solo Dios puede intervenir para lograr la paz en el mundo y detener tantas muertes de inocentes que están ocasionando salvajemente los líderes políticos de grandes naciones occidentales, europeas y asiáticas en búsqueda de lograr el dominio geopolítico mundial.