Las contradicciones entre Santiago y Santo Domingo se resuelven con inteligencia estratégica. Entre todos, debemos superar el síndrome postraumático de las devastaciones de Osorio. Es decir, la incineración y destrucción en 1605 y 1606 de puertos, viviendas y cultivos del norte de la isla. Han transcurrido más de 400 años, pero la inequidad de las inversiones públicas se mantiene.
Esta tragedia es el acta de nacimiento de la escasa inversión en Santiago y el Cibao, realizada por cientos de autoridades. Hecatombe inicialmente ordenada y ejecutada por un rey de España y un gobernador neófitos, de escasa experiencia política.
El rey Felipe III que decretó las devastaciones, fue coronado en 1598, tras la muerte de su padre, Felipe II. El ejecutor, Antonio de Osorio, gobernador de la Española, apenas había sustituido a su hermano, Diego de Osorio, como la principal figura de gobierno en Santo Domingo.
Esa inquisición territorial, ocultó el real interés de las élites monárquicas del sur que no era otro que eliminar o contener, la riqueza ascendente de Santiago y el Cibao, vinculada a Inglaterra y Francia. El manto que cubrió esta ignominia, fue el contrabando apócrifo de biblias luteranas por la costa norte.
Sin embargo, la cédula de identidad de la infamia contra el Cibao, fue el saqueo de lingotes oro (1857-1858), consumado por Buenaventura Báez. Este forajido investido de presidente, timó a cientos de tabaqueros de Santiago, obligándole a cambiar cientos de kilos de oro por papel moneda. Finalmente, Rafael Trujillo hizo lo propio, al repartir obras y riquezas entre su círculo de secuaces sureños de San Cristóbal y la capital.
Hoy, diversos proyectos que impulsa el presidente Luis Abinader generan confianza para transformar estas inequidades. El puerto de Manzanillo y otros muelles del norte; la potencial replicación del modelo CODEVI para incubación de empleos fronterizos, entre Dajabón y Ounaminthe; el impulso de la generación energética alternativa, el apoyo a zonas francas y el remozamiento estratégico de Santiago, son acciones en curso.
Si el gobierno se mantiene como hasta ahora, promoviendo el Cibao, esta región será favorecida con cientos de nuevas empresas y miles empleos. En la costa norte, se facilitará un sistema de cruceros, deportes acuáticos y veleros. Un destino marítimo, cultural, ecológico y negocios sostenibles.
El liderazgo agropecuario del Cibao se robustecerá, si además el gobierno colabora activamente con las universidades cibaeñas en una investigación-acción que aporte valor agropecuario. Que asegure zonificación y ordenamiento territorial protector de aguas y suelos.
Como resultado, Santo Domingo también será beneficiado, pues la re-dirección de millones de dominicanos hacia los centros productivos cibaeños, reducirá accidentes, mortalidades y deterioro vial. Solo así, la isla podría ser territorial y armónicamente desarrollada.
Santiago y Santo Domingo deben ser investidas como regiones metropolitanas. Sin embargo, el Cibao es la única región auténtica de la República Dominicana, las otras son hipótesis que rondan en la cabeza de muchos planificadores. Llamamos “región” a la suma de territorios que articula de forma integral demarcaciones municipales y provinciales que tienen una delimitación geográfica concreta.
Acontece además una identidad cultural y sentido de pertenencia en esa porción territorial. Igual de importante es la delimitación administrativa y política sumada a una economía, de intercambio de bienes y servicios que genera capitales, riquezas y empleos.
El Cibao y sus 14 provincias cumplen con estos criterios. El concepto de región proviene del latín “regío” que hace referencia a una porción de territorio determinada por ciertas características comunes o factores especiales, como clima, topografía, cultura y economía.
En correspondencia con la propuesta de ley de las regiones definió como región “toda delimitación territorial que ha sido modelada históricamente y que tiene recursos distintivos propios tales como riquezas naturales y económicas, diversidad e identidad cultural heterogénea, conciencia y sentido de pertenencia en relación al orden espacio-temporal, grupos o comunidades con memoria colectiva reforzada sobre el territorio en que habitan y fuerzas políticas y sociales con espacios de participación democrática”.
El Consejo para el Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES), entre otras entidades, sirvió de facilitador tanto para en su momento, el MEPyD como las entidades de Compromiso Santiago, pudieran presentar el Plan de Desarrollo de la Región Cibao y la Agenda Regional del Cibao. Ambas herramientas sumadas al plan estratégico de Santiago y el plan de ordenamiento, son coherentes con las Leyes 496-06 (del MEPyD) y 498-06 (Planificación e Inversión Pública). Se supone que estas estrategias conducen a la formulación, seguimiento y evaluación de políticas macroeconómicas, procurando cohesión económica, social, territorial e institucional de la nación.
No hay tiempo que perder, Santiago y Santo Domingo necesitan una planificación territorial con carácter regional auténtica que surja de la gestión compartida entre las autoridades del gobierno central, gobernaciones provinciales, gobiernos locales, representantes de sectores productivos y diversas organizaciones sociales. Con buenas prácticas de planificación del desarrollo económico local.