"La libertad no puede lograrse a menos que las mujeres se hayan emancipado de todas las formas de opresión". Nelson Mandela

Si hubiera nacido hombre, no albergo duda al respecto, sería feminista. Lo cierto es que mi sexo jamás ha condicionado, en uno u otro sentido, mi voluntad sin fisuras por hacer bandera de todo aquello en lo que creo de modo irrenunciable. No soy y no pido disculpas por ello, capaz de articular ni intelectual ni emocionalmente, el mundo de una manera distinta. No contemplo posibilidad alguna  que admita, tolere o justifique la menor diferencia en cuanto a las opciones y libertades que nos concedemos los seres humanos de uno y otro sexo.  Defender la igualdad y la equidad entre varones y hembras es cuestión no solo de ser persona sino de calificar como tal. ¿Soy además de persona feminista? Sin duda lo soy. Y lo soy de modo consciente, decidido, claro y sin la menor oportunidad de dar pábulo a quienes puedan tildar mi posición de radical. No hay término medio en esta cuestión. No existe un si, pero no, ni un tal vez con excepciones y sinceramente no encuentro signo de radicalidad en apostar por una lucha sin tregua en el objetivo de conquistar  libertades para unos y otras; idénticas libertades.

 

No existe pues beligerancia gratuita ni obtusa cerrazón en el hecho de querer acabar de una vez por todas con vergonzosas y enconadas actitudes en defensa  de ese patriarcado feroz y obsoleto que desde siempre pretende imponer su criterio y con este la supremacía del varón. Dejémonos ya de patrañas y de aceptar lo inaceptable. Se ponga como se ponga el machismo trasnochado y necio, no es posible  establecer diferencias que justifiquen la supuesta superioridad del hombre. El macho alfa delimita la jerarquía en la manada, fuera de ella no tiene cabida en un mundo de vocación plural.

 

La pasada semana se logró dar en mi país un paso más en la lucha frente a ese tipo de posturas que aún protegen y perpetúan comportamientos despreciables hacia la mujer. Dijo Barack Obama "Ningún país alcanzará su potencial a menos que recurra al talento de nuestras esposas y nuestras madres, y de nuestras hermanas y nuestras hijas" y tenía razón, no se puede confiar en ninguno que excluya y dejé fuera a la mitad de los individuos que lo construyen. Y un país que no se preocupe por proteger a sus mujeres, por otorgarles derechos plenos e idénticas oportunidades es tan solo un lugar sumido en la más vergonzante ignorancia.

 

España, pese a sus errores en distintos asuntos como cualquier otra nación y pese a los mismos grupos y partidos de siempre, ha mostrado ser abanderada en muchas de las cuestiones y derechos sociales que afectan a sus ciudadanos sin ninguna distinción. No siempre es fácil alcanzar acuerdos entre posturas diametralmente opuestas y para mostrarlo ahí ha estado de nuevo,  en sempiterna labor de zapa el sector conservador, hoy reforzadas sus espaldas en este empeño por las posiciones más cavernícolas del panorama político y social. Hombres y mujeres empeñados siempre en las mismas batallas y en negar toda posibilidad de alentar ciudadanos y ciudadanas libres.

 

La ley del "Solo sí es sí" llega no exenta de polémica por quienes la acusan de vulnerar el derecho de presunción de inocencia en el hombre. Sus principios se fraguan a partir de uno de los hechos que mayor repulsa suscitó entre la población de este país en los últimos años. Corría el verano de 2016, cuando en las fiestas de San Fermín en Pamplona, cinco individuos violan en grupo a una joven en un estrecho portal y graban la agresión para distribuirlo entre sus amistades y seguidores como un trofeo. No es su primera vez ni es su primera víctima, como se supo después. Ante la brutalidad del hecho y la cosificación más absoluta de una joven elegida al azar y a la que se agrede y se desprecia de todas las formas posibles, España reacciona indignada y se lanza a la calle exigiendo una ley que ampare a las mujeres frente a conductas depravadas y de la vileza de sujetos que tratan una vez más de vejar y dañar profundamente al sexo femenino, solo por el placer de establecer sobre éste la supremacía de la bestia.

 

Seis años después de aquellos hechos y de algunos otros episodios execrables de corte similar, que vinieron a corroborar que no hay que dar tregua al machismo sea cual sea la forma en la que se manifieste, y tras una enconada lucha por parte de los mismo sectores de siempre, que no acaban de interpretar la realidad y se atrincheran en la férrea defensa de viejos esquemas conocidos para que nada cambie, se aprueba una ley que se centra mucho más en alcanzar profundos cambios encaminados a lograr una sociedad más justa para hombres y mujeres, que en su aspecto punitivo. Y se logra sacar adelante aún con el voto en contra del Partido Popular (PP) que se escuda en las críticas antes expuestas y formuladas por los 21 jueces que forman, a menudo en entredicho, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para no dar su apoyo a la misma. Por su lado Vox, el partido de la extrema derecha española, acusa a dicha ley de "ideológica y sectaria" y considera, insistiendo en su línea habitual de hacer culpable y sospechosa a la mujer, que  abre puertas para formalizar denuncias falsas que le otorguen beneficios a favor.

 

Finalmente y tras más de un año de trámites, la nueva ley es aprobada en el Congreso de los Diputados por 205 votos a favor y 141 en contra. Por fortuna también en esta ocasión la derecha vio  frustradas sus esperanzas de vencer en terreno tan sensible. Me es imposible y lo digo desde el más profundo desaliento y con total sinceridad, intuir qué albergan esas cabezas que mantienen erguidas sus hombros. Sinceramente hay gente con la que es imposible lograr acuerdos pese a cualquier bienintencionada disposición que se empeñe en la tarea. Pero al fin y pese a su oposición a la ley, las ciudadanas de este lugar sabemos que con la ley en vigor podremos salir a la calle y vivir la intimidad con la certeza de que un no, en boca de una mujer, es un no y que ignorarlo y violentarlo es agresión sexual y es delito. Siempre lo supimos, pero hoy la voluntad de un pueblo y de sus políticos se han otorgado el derecho a decidir que un no femenino contrariado por la fuerza es una violación y que ésta no va a quedar impune.