El espacio escolar que nos muestra Cărtărescu en este capítulo 7 de Solenoide, es una costumbre, pero también, la prisión que imponía la visión y misión totalitaria, como pedagogía de control y encarcelamiento en un régimen decadente y pronunciado en sus detalles. (¿Sueño? ¿Alucinación? ¿Control del movimiento o movimientos del sujeto?). El eje de continuidad acentuado se deja leer, a seguidas, en la siguiente secuencia:

 

“Los pasillos parecen no tener fin, aunque la escuela sea pequeña. Siempre girando en ángulo recto, siempre subiendo y bajando escaleras con el suelo de mosaico sin fregar como Dios manda. Paso junto a váteres con la puerta abierta, junto al laboratorio de Física y el de Biología, junto a la consulta del dentista. Hace tres años que vagabundeo por los pasillos de esta guarida y no he descubierto todavía su exacta configuración. Todavía hoy me confundo de cuaderno y acabo en clases desconocidas. Los laboratorios parecen cambiar continuamente de sitio, los cuadros con las fotos de los alumnos sobresalientes están unas veces en la puerta de entrada, otras veces frente a la secretaría, otras veces al fondo del pasillo más alejado. Me detengo de vez en cuando ante uno de ellos: las treinta fotos en seis filas, fotos de chicos y de chicas, se me antojan tan espectrales en el aire verdoso que jamás puedo evitar un escalofrío.”(P. 56).

 

Aunque espectrales, los chicos y chicas y demás imágenes o sujetos de atención conforman taxonomías, funciones empobrecidas, cárceles y modos de lectura salidos de esos diarios de pobreza, sumisión, supresión de voluntades y prisiones que también sostienen el sistema de dominación académico y social mediante una cultura de riesgos y temores, advertidos a todo lo largo del capítulo y de los demás capítulos de este libro fantasmal, irónico y poderosamente lúcido. El siguiente fragmento explicativo no abandona su efecto de una determinación de estados de “vidas desperdiciadas”:

 

“Son rostros de larvas, todos iguales y sin embargo todos distintos, como si los carteles de los alumnos destacados fueran grandes insectarios colgados de las paredes de un museo de ciencias naturales. Me sustraigo con dificultad a la fascinación que me provocan y sigo caminando, el profesor de Rumano con su gigantesco cuaderno de notas bajo el brazo”. (Ibídem, op. cit.)

 

Los biografemas o recorridos de vida del autor-personaje funcionan en su extensión e intención como memoria afectiva, razón de mundo y autonarrativa del personaje-persona marcada como existente real e imaginario. Veamos:

 

“La bruma y el vacío me rodean. En una de las clases me esperan cuarenta críos, pero ¿en cuál? Casi siempre me equivoco. Abro titubeante una puerta, los alumnos en sus pupitres se vuelven hacia mí, la profesora interrumpe la serie de fracciones (si es la bella Florabela) o la lección sobre la inmovilidad de los reptiles (si es la temida Gionea) o sus tics del síndrome Tourette (si me encuentro con Vintilă, el profe de Geografía). «Perdón», digo y cierro arrepentido la puerta con el sentimiento de alguien que ha sido, sin querer, testigo de un secreto vergonzante”. (Ibídem. P. 56)

 

Lo que se hace observable son los signos del sistema real y absurdo desde el Solenoide o aparato que pretende explicar y a la vez gobernar o dirigir la voluntad de aquellos espectros marcados por una memoria del recordar.

 

“¿Me toca gramática o literatura? Soy el profesor más estúpido que ha existido nunca. «¿Dónde estamos?», les pregunto. Una niña de la fila situada junto a la ventana me responde:

 

«Hemos sacado las ideas principales de “La Broşteni” hasta la tercera parte”. (Ver, pág. 57). (“La Broșteni” es un cuento de Ion Creangǎ tomado de Recuerdos de la infancia, libro de relatos infantiles  y tradicionales rumanos).

 

Los ejemplos de este capítulo marcan la denuncia de un contexto de relación entre los profesores y los alumnos de intermedia o media en aquella escuela pública. Cosa que lastima bárbaramente al profesor-escritor cuya actitud ante dicho sistema es de un evidente rechazo. “He amado la literatura como un vicio, pero no he creído sinceramente que este fuera el camino. No me atrae la ficción (sic), no ha sido el sueño de mi vida añadir unas cuantas puertas falsas a la pared de la literatura…”, dice el personaje-autor en el capítulo 6, (p.53). Piensa que el estilo es “la mano de la literatura insertada en tu propia mano como en el interior de un guante” …)

 

Al leer un libro como Solenoide es difícil entender su tejido textual sin contexto real e imaginario que lo respalde como texto-voz-lectura. La misma alteridad que presenta como sentido y comprensión nos lleva a las huellas visionales de un universo particular, pero también universal de una escritura que asimila un prontuario de imágenes, vivencias, críticas a lo real y otras estrategias pronunciadas en la interpretación lúcida de su mundo y sus desprendimientos estéticos y poéticos que surgen desde su lengua de origen. El rumano y la rumanidad se pueden, se dejan leer en las diversas políticas y poéticas de la rumanidad y sus elencos narrativos, descriptivos, poéticos,  artísticos y culturales. La fuerza polifónica que se respira en todos los demás capítulos de este libro se pronuncia como cardinal de un hipertexto unificado como suma de voces y cuerpos verbales expresivos.

 

Así las cosas, los premios obtenidos hasta hoy por Mircea Cărtărescu lo empujan a obtener más premios en diversos ámbitos intelectuales. La tradición literaria clásica, moderna, y transmoderna rumana admite hoy una lectura creadora y deconstructiva de la obra de este autor rumano universal.

 

Las obras de este autor publicadas hasta ahora por la Editorial Impedimenta, de Madrid han sido traducidas por Marian Ochoa de Eribe y se perciben como acto de traducción legible y transparente en los matices de la lengua de origen y la lengua de llegada. En otros momentos entraremos al orden relacional de este libro tejido con imágenes, correspondencias y mundos posibles encontrados y a la vez des-encontrados. Todo lo cual se hace visible en el cuerpo textual de esta obra.