Las recientes declaraciones del presidente Nayib Bukele en rueda de prensa en el palacio nacional en San Salvador llaman a preocupación. En estas declaraciones acusaba a las organizaciones defensoras de los derechos humanos de solo preocuparse por los derechos de los delincuentes, descuidando otros espacios de la sociedad que, según su entendimiento, también ameritan mayor activismo en la defensa de sus derechos.

Lo cierto es que, como indica el profesor Luigi Ferrajoli, en las sociedades contemporáneas los derechos humanos constituyen la ley del más débil. Esta es una lógica que para muchos es difícil entender pues parecería estar inscrito en el imaginario colectivo que las pretensiones de dignidad de aquellos con mayores recursos para hacer valer su condición humana en la sociedad deben tener preponderancia sobre los demás que carecen, por razones históricas, culturales, sociales,, de los medios y los recursos para defender su condición humana y la dignidad que la reviste en sus relaciones con instituciones organizaciones privadas en general u otros individuos.

Es preciso diferenciar el discurso de las organizaciones defensoras de derechos humanos de los derechos humanos per se.

Como ha expresado el profesor Argentino Carlos Santiago Nino, los derechos humanos constituyen exigencias éticas de dignidad que resguardan a todos los individuos que viven bajo el Estado de derecho. Independientemente del discurso que puedan llevar organizaciones particulares con base en los derechos humanos, lo cierto es que bajo su amparo encuentran protección todos aquellos individuos de la familia humana.

Los derechos humanos no se ganan, los derechos humanos no son un premio. Los derechos humanos se derivan del tratamiento ético que merece la condición de ser humano. Esto no quiere decir que no se aplicarán las consecuencias penales legalmente establecidas para castigar los crímenes y delitos cometidos por una persona irresponsable. Estas exigencias de dignidad resguardan a las personas para que en la aplicación del derecho penal también se respete la dignidad humana.

Todos los grupos que se van conformando en las sociedades, en función de la profesión, la actividad comercial o la posición económica, ciertamente deben ser amparados por igual por el concepto de derechos humanos. Nadie está libre de ser objeto de un abuso de poder y es en ese momento donde sus derechos cobran mayor preponderancia.

Presidente Bukele, los derechos humanos han significado para la humanidad el tránsito hacia la modernidad y constituyen un límite al ejercicio del poder público y privado. Generar un discurso contrario al concepto de derechos humanos es atentar contra la democracia misma, contra la convivencia pacífica, contra el orden social que nos hemos dado la sociedades y los Estados constitucionales de derecho.

Yo espero que usted medite un poco más sobre la trascendencia de su discurso y pueda enmendar las fallas del mismo que puedan poner en peligro y generar amenazas para el orden constitucional de su propio país.

Los derechos humanos son el cauce y sostenimiento del orden democrático, su protección y defensa nos corresponde a todos independientemente de nuestra condición personal o social. Las instituciones y personas comprometidas con la convivencia pacífica debemos estar atentos a estos discursos para prevenir que las conquistas sociales que han permitido a la humanidad alcanzar los niveles de desarrollo actual no se vean perjudicados por una cultura contraria a la libertad individual y el pleno goce y disfrute de la dignidad para el mayor número de personas posible que es, en definitiva, lo que procura el Estado de derecho, figura para la cual la garantía de los derechos humanos es un pilar fundamental.