En las llamadas plataformas digitales se han aposentado, en el colmo de la desfachatez humana y de una impunidad aberrante, gatilleros digitales. Asesinos de la palabra que accionan como gamberros parlantes de este tiempo.

El más reciente linchamiento, en diferentes plataformas, afectó a un amplio número de comunicadores.  Y no sólo a ellos. Den por seguro que sus familiares y allegados padecieron sicológica y socialmente con el tema de la USAID.

Hace unos minutos leí una insulsa presentación de disculpas de un tal Arrendel, la persona que primero abrió fuego a mansalva contra los comunicadores citados. Después de este señor, que ahora admite haber actuado sin ninguna prueba y comprobación, el paredón digital fue ocupado por una caterva de asesinos morales. Muchos recurrieron a improperios o palabras soeces, naturales del que no tiene buenos argumentos para criticar ni preparación para debatir.

En varios de los casos, el asunto se trató de una vendetta. En otros, fue un intento simple de procurar el conocido “me gusta” o el testimonio que monetiza.

Como estas calumnias constituyeron un trago muy amargo para los afectados, no creo que unas simples presentación de disculpas resulte suficiente para resarcir el daño moral y emocional que se ha causado.

Pero, fuera del Arrendel citado, ¿qué pasará contra todos los que tomaron sus escopetas recortadas para acribillar a diestra y siniestra a los comunicadores en cuestión? ¿Permanecerán impugnes esperando como rapiñas por sus nuevas víctimas? ¿La Justicia guardará, una vez más, un silencio cómplice ante el bochornoso hecho?

Creo que el caso presente debe servir para despertar a las autoridades competentes. Hacerles ver que organizar y normar las plataformas digitales es urgente e inaplazable. Otros países han comenzado a organizarse en torno al tema que ocupa hoy mi atención. En el nuestro, ¿quién comienza a ponerle cascabeles al gato… perdón, a las envalentonadas fieras digitales?

En este caso específico, fueron por un grupo de conocidos profesionales de la comunicación, mañana irán por ti, por tu esposa o tus hijos. Donde la ética no existe, el freno está averiado.

¡Telón!