Recuerdo la primera vez que Facebook me sugirió el grupo privado Tertulia Feminista Magaly Pineda a principios del 2019. Leí el título con extrañeza ya que, hasta ese momento, era muy ajena a la escena feminista de mi país. Siempre resoné con el feminismo y sus principios, a pesar de no nombrarme feminista como tal. El feminismo para mí estaba en libros, personajes históricas y uno que otro movimiento de activismo radical alrededor del mundo, algo muy distante a mi realidad cotidiana, por lo que este grupo me dio mucha curiosidad. Decidí hacer clic en el botón para solicitar mi ingreso el cual fue concedido unos días después, llevándome por un viaje sin retorno por el que doy gracias todos los días.

En mi vida, el hablar abiertamente de feminismo, de las opresiones que vivíamos las mujeres o a la mayoría de temas vinculados a nosotras era enfrentarse a un animal muy exótico y salvaje que había que enjaular a toda costa y, si aparecía, casi nunca se hacía sin un tinte de resignación, conformismo y menosprecio. Eran temas que me inquietaban, de los que siempre quise hablar con amigas, mujeres de mi familia, pero sin éxito así que al llegar mi asombro y felicidad fueron enormes: en este espacio sólo de mujeres, se habla de un sin número de temas a los que todas aportan desde distintas perspectivas, no importa lo opuestas puedan ser, siempre hablaban claro, llamando a las cosas por lo que son, privilegiando siempre el respeto, el cariño y la comunidad.

Al principio no me atrevía a comentar, me mantuve en silencio, leyendo, mirando, viendo la magia. Aprendiendo de temas que nunca me habían pasado por la cabeza, observando las dinámicas, sorprendiéndome siempre con el diálogo de las mujeres, que siempre comparten artículos, videos, recomendaciones, experiencias, en fin, un sin número de contenidos a los que todas siempre contribuyen a su expansión y la de todas. Por fin me sentía en mis aguas, por fin a mis treinta años había encontrado un espacio en el que sentía que podía hablar abiertamente de la obviedad enloquecedora del mundo que tanta gente insiste en negar, donde me veía reflejada en todas las que compartían allí, donde me sorprendía a mí misma diciéndome yo tenía razón.

Hubo algo en particular que llamó poderosamente mi atención y eran las reuniones mensuales. Las mujeres se reunían alrededor de un tema que escogen las coordinadoras, ya sea por ser de interés, por reflejar algún suceso del momento o por solicitud de las integrantes; se selecciona a una o varias expositoras (podía ser allegada a la tertulia o no, pero siempre mujeres) y luego se reúnen en la fecha y hora acordadas donde alguna de las tertuliantes que ofrece la casa para el encuentro. Mi primer pensamiento fue tengo que ir ahí, pero en ese entonces yo vivía en Santiago de los Caballeros y las tertulias se hacían en Santo Domingo. Esto me golpeó duro porque las reuniones se hacían los días de semana y yo estaba a dos horas de la capital. Me encontré en muchas ocasiones elucubrando alternativas para ir a Santo Domingo un martes o miércoles en la noche y regresar a tiempo para cumplir con mi vida, pero todo fue inútil. La frustración que esto me producía iba en un in crescendo sostenido hasta que me cayó el veinte un día: pero yo puedo hacer las tertulias en Santiago, pensé. A partir de ahí me nombré a conciencia como feminista y quedó sellado el destino para siempre.

Mujeres en acción.

Eso fue a principios de mayo y, felizmente, la tertulia de mayo se agendó para un viernes así que pedí un permiso en mi trabajo y me monté en el autobús con destino a Santo Domingo. En esa ocasión se celebró el tercer aniversario de la tertulia, donde se hizo un recuento de todas las tertulias hasta la fecha. Recuerdo que fue en el apartamento de Esther Hernádez Medina, co-fundadora de la tertulia junto con Yildalina Tatem Brache. No cabíamos en el lugar, éramos muchísimas mujeres. Al entrar me recibió Esther, me presenté y le dije inmediatamente que quería articular la tertulia de Santiago, cosa que tanto ella como Yilda recibieron con enorme alegría. Al final de la reunión, hice el anuncio de la creación de la tertulia de Santiago, Yilda y Esther me pusieron en contacto con feministas de la ciudad que se integraron inmediatamente a la iniciativa y creamos un grupo de Whatsapp por donde mantuvimos la comunicación.

En las semanas siguientes trabajamos en darle forma a la tertulia. El nombre de la de Santo Domingo es Tertulia Feminista Magaly Pineda, en honor a la socióloga Magaly Pineda, por ser una de las mujeres más destacadas del feminismo contemporáneo del país y la de Santiago se llamaría Tertulia Feminista Petronila Gómez, honor a quien fue la creadora de la primera organización feminista dominicana y de la revista por y para mujeres, Fémina, en 1922[1].

Arrancamos en junio de 2019 a ritmo de una reunión mensual, no iniciamos con un tema particular, simplemente nos reunimos para conocernos y hablar de este espacio naciente y lo que queríamos encontrar allí. Nunca olvidaré esa primera tertulia en la que conocí a todas, estábamos tan contentas.

Este inicio no fue nada fácil: coordinar estas reuniones mensuales me significó un gran reto, desde escoger los temas, las expositoras y, sobretodo, la gran exigencia que inconscientemente sobre mi misma. Empecé a rodearme de mujeres que admiraba profundamente, que sabían cosas que yo ansiaba saber y que no saber me hacían sentir pequeña, muy pequeña frente a ellas, supongo que porque me abrumaba el camino largo que me tocaba recorrer en el feminismo y en mi misma. Nunca hablé de esto con nadie, pero me deprimía mucho después de las reuniones, a pesar de que las mujeres de la tertulia nunca me hacían sentir mal, todo lo contrario, siempre me alentaban y siempre estaban contentas con los intercambios.

Transcurrió el tiempo y en agosto hicimos la primera tertulia pública y mixta, a propósito de la orden departamental del Ministerio de Educación que daba de baja al proyecto para la incorporación de educación sexual en el currículum educativo. En cinco días logramos una convocatoria de más de cincuenta participantes, lo que me dio una sensación de ir por el camino correcto y así poco a poco hasta el día de hoy.

Luego llegó la pandemia. Lo que en principio fue un poco retador, finalmente nos abrió a otros matices ya que pudimos invitar a mujeres de otras latitudes a participar y que se mantuvieron en las tertulias con cierta regularidad. Reflexionamos mucho, gozamos juntas, cultivamos el amor y sobrevivimos a la pandemia, aún conservamos muchas de esas amistades.

A la fecha hay tertulias en Barahona, existió una en la comunidad dominicana en New York y en la de Santiago se pausaron los encuentros cuando oficialmente dejé la coordinación en 2022 porque me mudé a Santo Domingo. Todas tienen el mismo formato: una reunión mensual, donde una de las tertuliantes que ofrece voluntariamente la casa, son para mujeres a excepción de alguna tertulia pública ocasional. Ninguna mujer está obligada a participar, van si quieren y pueden y no es necesario ser feministas para entrar, se puede llevar alguna merienda que compartimos al final. Es un espacio al que llegamos mujeres de todos los caminos de la vida, todas somos bienvenidas, todas somos escuchadas, todas somos valoradas y admitidas.

Recorrer el camino del feminismo puede ser difícil, pero vivir con una venda patriarcal, negando la grandeza de nuestro ser mujer, destruyendo el camino hacia la mirada amorosa y sostenedora de la otra, mutilando el derecho divino de nuestra libertad es mil veces peor. Con el tiempo, esto lo aprendí de las tertulias feministas. Abandonar la demanda de la grandeza para hacerse paso en el mundo es un peso que el patriarcado pone fuerte sobre nosotras, pero el amor que encontramos al caminar en comunidad hace que ese peso se disipe pronto, entendido el patriarcado como el culto al falo en detrimento de las mujeres.

Verán, las tertulias son espacios ligeros mas no superficiales donde se construye auténtica política de las mujeres, no se debe creer que existen para reforzar el feminismo como doctrina porque ahí no se enseñan doctrinas. Hay un gran componente educativo pero no es por eso que seguimos yendo ahí. El gran valor de estas tertulias no radica, a mi entender, en la relevancia de los temas, ni en el currículum de las expositoras, ni en el conocimiento previo, ni en la profundidad de las reflexiones. Lo importante aquí es la acción de reunirnos, que nos reconozcamos como iguales en nuestro valiosísimo ser mujeres más allá de la formación educativa, de la corriente de pensamiento, de la religión, de color de la piel, incluso de ser o no ser feminista, lo importante es que somos mujeres espejeándonos en nuestra condición primaria.

Siempre he pensado que es algo muy hermoso que las reuniones se hagan en la casa de una de las tertuliantes, lo que garantiza una intimidad y un espacio seguro para explayarnos. Es un aporte del corazón que lo hace una mujer diferente cada vez y refleja el compromiso de todas de nutrir ese espacio. El valor simbólico de la casa tiene que ver con el autocuidado, con la intimidad, con el estar seguras, todo eso hacemos por la otra cuando decimos vengan.

Considero que el activismo y las acciones de cara a los cambios sociales observables son importantísimos y necesarios, pero también son necesarios los espacios que faciliten el reconocimiento de la otra y de una misma es comunidad exactamente como somos en ese momento, más allá de la “lucha” y sin la presión de tener que llegar a consensos ni hacer declaratorias, para eso hay otros espacios. Las tertulias son lugares de diálogo permanente para la construcción de comunidad femenina.

Creo que es importante mantener esta característica como la base de las tertulias, porque es ahí donde radica su grandeza. La reflexión se vuelve importante en la medida en que podamos expresarnos libremente reconociendo a la otra y siendo reconocidas por las demás. Todo lo que todas aportamos tiene un gran valor, aunque no estemos de acuerdo con todas o incluso con ninguna, no se trata de acuerdos, se trata del ejercicio de la libertad que convierte al patriarcado en un animal un poco mitológico ante la no división de las mujeres.

Como todo, tampoco es un sendero de puras rosas, pero no tiene que serlo. Eso no significa que no valga siempre la pena. Pienso que el futuro de las tertulias feministas se proyecta sólido y fuerte, y eso es una esperanza para mí.

Quiero abrazar a todas las mujeres que hemos sido parte de las tertulias, las que están, las que estuvieron y las que estarán. También quiero reconocer especialmente a las mujeres que han sido coordinadoras de tertulias, ya que es una tarea ardua que exige mucho de una, pero que hacemos con entrega y amor, muy especialmente a Esther y a Yildalina quienes fueron las primeras en asumir esta iniciativa. ¡Que vivan las tertulias feministas, que se reproduzcan rebeldes y salvajes por el mundo!

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[1] Activismo político y feminismo en la República Dominicana. Petronila Angélica Gómez y Fémina (1922-1939) por Mercedes Fernández Asenjo, publicado en Meridional revista Chilena de estudios latinoamericanos. Número 7, octubre 2016, 251-277.