El reconocido escritor y poeta dominicano, León David, ha escrito su primera novela, aún inédita, de unas mil páginas, La verídica historia de los Ascarazubi, una leyenda hispanoamericana (Juguete novelado para lectores ociosos que solo quieren divertirse, una crónica acerca de la familia Ascarazubi Rovira ambientada en la República de Flores, que vendría a ser La República Dominicana, y en Villa Alegre, que pasaría a ser Santiago, una obra en que apunta a reconstruir el pasado histórico y cultural de este país. De principio a fin, la obra está escrita en un tono predominantemente satírico.

El autor dramatiza los hechos esenciales de ese pasado a través del cronista, Gerónimo Arturo Ascarazubi Rovira, un mulato que se ha echado encima la tarea de contarnos la accidentada historia de su familia, compuesta por ancestros de origen europeo, o sea, de Nueva Escocia, por genes africanos ancestrales de sus antepasados de apellido Matute, y en mucho menor medida, por genes indígenas, reflejo de la composición multiétnica y multicultural del pueblo dominicano.

Resalta a través de la obra una mezcla de historia y ficción. El novelista subordina la primera a la segunda, con una visión del autor como poeta, con un humor mordaz sobre la historia y cultura dominicanas. En estas difumina la frontera entre la una y la otra, en el entendido de que el historiador es también un narrador parecido al narrador literario propiamente dicho. Aquel tiene un programa que impone en su manera particular de contar la realidad como ha acaecido en el pasado en su tratamiento de hechos, episodios y personajes en orden a su agenda y hacha que afilar, conforme a sus intereses ideológicos, políticos y de clase. Es la de León David una visión iconoclasta sobre el concepto de los estudios históricos. El capítulo 39, v.g., es revelador de pareja mirada; es decir, no cree en los historiadores y sus visiones particulares; para el autor la historia “es un entramado de palabras”.

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León David, por María Aybar.

Con un extraordinario empleo del lenguaje y de habilidades narrativas, León David es dueño de un estilo esmerado, conceptuoso, consciente de la admiración que causa de antemano en su uso de estrategias lingüísticas y discursivas en el lector. Su preciosismo se enmarca en el culteranismo. Es clásico de formación e inspiración, y, pese a las estéticas vanguardistas que desde los primeros decenios del siglo pasado rigen las artes y la literatura, no se toma la molestia de disculparse por ello; más bien, persiste escribiendo dentro del molde clásico de las letras universales, ajustado a un patrón, una unidad y una lógica en sus obras en medio del absurdo en que entiende han degenerado las artes en Occidente, concepto, este, al que trata ampliamente en su obra de carácter filosófico, Oxidente: acerca de la extinción en la era de la post-modernidad (2011).

En La verídica historia… se rastrea también una parte importante de la historia de León David, su visión de la historia, cultura y sociedad dominicanas, su filosofía, sus ideales, sus concepciones estéticas. Sobre la metodología de la crítica literaria, es de la opinión de que hay críticos que les echan mano a sus métodos como el náufrago a la tabla de salvación en el océano de la literatura y demás artes, concepto al que satiriza a través de la figura del contable en la novela.

El propósito de La verídica historia…, más que llevar una crónica sobre los Ascarazubi, como pretende el autor, no sería exactamente contar una historia, sino, su manera de demostrar su manejo del lenguaje, el estilo y la sátira social y política.  Apunta a ser un objeto de arte; o sea, que existirá por su “preciosismo”; por lo que su contenido en términos de personajes y trama parecerían que serían secundarios, cuando no es exactamente así. Escritor clásico al fin, busca un balance entre el uno y el otro elemento. Sin embargo, graduando el lente del análisis más de cerca, descubrimos que hay toda una visión del autor sobre el desarrollo de hechos históricos y culturales dominicanos fundamentales.

El autor se propone demostrarnos que lo que cuenta para él es la tradición literaria. Tal es la razón por la que no se ha entregado a los experimentalismos que han practicado los poetas e intelectuales desde el segundo decenio de la pasada centuria. Es partidario del orden convencional en las artes, con su sentido de unidad, estabilidad y propiedad, esto, a pesar de su descrédito en la época de las dos Grandes Guerras. Que se aferre al culteranismo en su escritura revela en mucho sus profundas convicciones artísticas y filosóficas.

Pese a su reclamo de que su obra no es experimentalista, el autor subvierte la visión que en Occidente se tiene de la mujer. Rechaza el concepto que se ha formado de ella como el Otro en nuestro hemisferio, con lo cual hace causa común con la crítica feminista en esa dirección. Se entrevé en la actitud irreverente del personaje infantil Félide con su espíritu crítico e inquisitivo ante la tradición a la que cuestiona –el cual el novelista aconseja tener–, en contraste con el conservador de la figura infantil Salustiano (ambos son hijos de Ascanio Ascarazubi y Susana Rovira, otros personajes de la novela), quien sí defiende la tradición: “¿Y qué quería, que los malos les ganen a los buenos?”, dice, al reclamarle desconcertado a Félide, después que el personaje de Felícita, la nana de los Ascarazubi y Rovira, les leyera una versión diferente del cuento de Caperucita Roja.

Nuestro autor reconoce que su novela no es experimentalista, es decir, vanguardista. No le interesa entrar en ese tipo de consideraciones onanistas. Empero, por aferrarse a su culteranismo, como lector no podemos evitar perder el enfoque de tanto en tanto cuando de leer un párrafo se trata, lo que obliga a tener que releerlo a fines de entender la frase temática. León David, con su estilo preciosista, aspira quizás a agotar todos los sentidos posibles a las palabras, frases, oraciones y párrafos, por lo que parece, sin que le importe que sea irrealizable proponerse lograr tamaña maniobra lingüística y retórica. Siempre habrá infinidad de sentidos por liberarse en la escritura; de ahí su multivocidad. Por concentrarse más en la práctica del estilo, en lugar de mantener un mejor balance con la dramatización de hechos e ideas, la obra se torna a veces un tanto pesada en su ritmo de lectura, en vista de que el lector tiene su mira puesta en el desenlace de la trama. De tanto el autor dar vueltas al asunto, a fuerza de gongorismos, dicho lector –en nuestro caso particular, para nada ocioso– se desespera, una verdad reconocida a veces por el propio novelista.

León David no es dominicano de formación. Es cubano. Esa puede ser la razón principal por la que se le haya malentendido y que algunos le hayan satanizado por su elitismo. Las estructuras de frases y oraciones, así como los giros del lenguaje que utiliza, no dejan lugar a dudas de tal cosa. Tampoco podía abrirse paso con facilidad en un ambiente dominado por las ideas marxistas como el dominicano de los años ochenta cuando empezó a publicar sus escritos. Ahora bien, es probable que le haya favorecido la condición de haber sido hijo de una figura polémica como fue don Juan Isidro Jimenes Grullón. En semejante medio, por décadas condicionado por la estética marxista en las artes y la literatura, se entendería su ostracismo; podría explicarse su rebeldía interior contra ese mundo que lo aisló entonces, y que aún sigue aislándolo, con un concepto realista del arte, por lo tanto, instrumental, lo que no le ha impedido, no obstante, escribir el grueso de sus obras, bastantes de ellas laureadas, hasta el punto de haber obtenido el Premio Nacional de Literatura 2020 como colofón a su quehacer intelectual.

El poeta y novelista no se interesa gran cosa por la dimensión moral, social y religiosa de La verídica historia…, si bien él, como poeta de estatura, es un maestro moral, como veía Platón al poeta.  De lo contrario, no se comprendería sus grandes preocupaciones por presentarnos un cuadro bastante abarcador de la historia y la cultura dominicanas, que, visto su tono satírico, espera que sea diferente al que hemos experimentado hasta ahora. Por igual, escribe dentro del modelo de la novela hispanoamericana, en especial, de la novela antiesclavista cubana. No por nada, habría colocado como parte del título a su obra “una leyenda hispanoamericana”.

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Don Quijote

Se descubren en La verídica historia… patrones de la novela picaresca, de Don Quijote y de la novela romántica, sobre todo en lo relativo a ver el mundo dividido entre buenos y malos, como estética fundacional de ese tipo de obra, de los cuentos de hadas y otros.  Dentro de tamaños moldes y patrones, jamás pudiéramos ver a un Santana, un Báez, un Lilís y a Trujillo, trastocados sus nombres en los de personajes ficticios y la dimensión de sus actos de villanía que en la de ser dramatizados en ella; aunque, a decir verdad, Trujillo vendría a ser el argumento principal del autor tal cual se descubre en el tirano Barbosa Restituyo (este apellido, con ecos del de “Recto” Trujillo) y sus hechos de barbarie, en cuyo régimen la ambienta mayormente, así como en el personaje de Macario en una buena parte de sus rasgos.  La figura de aquel recurre a lo largo de la novela, suficiente para llevar al novelista, por esa y tantas otras razones, a entrar cada cierto tiempo en profundas abstracciones y cavilaciones como cronista y narrador.

El escritor y poeta, a diferencia de los demás novelistas dominicanos, debe de ser el único que haya escrito su obra narrativa dentro del molde de Don Quijote, de la tradición española de las coplas, la novela picaresca, La Celestina, es decir, de la mezcla de géneros como la tragicomedia, la novela y el drama, y dentro de los patrones de la novela antiesclavista cubana.

Nuestro escritor se vale de la técnica narrativa de concentrar en un solo personaje rasgos que son propios de otros que son diferentes a él al desdibujar las distintas épocas en que actuaron en el escenario de la historia dominicana, condición que igualmente extiende a los críticos literarios en nuestra cultura; lo cual exige del lector tener conocimientos de ella, de la sociedad y la cultura en que se inscribe, así como no perder de vista el enfoque e ilación de las ideas de la obra que lee.  Por igual, hace uso de la técnica de la matrioska, como se advierte en el diario que lleva el personaje de Susana Rovira, en el que va encajando historias dentro de otras historias, lo cual le imprime a La verídica historia… cierto tinte de experimentalismo.

La pluma de León David se explaya a sus anchas por el dilatado espacio de sus crónicas y narraciones, con antecedentes en lo que a tamaño de la obra se refiere en la historia de la novelística dominicana, como es el caso, entre otras obras, de Tiempos para héroes: tetralogía (1993), de Manuel Salvador Gautier; Los Grau (2005), de Jacinto Gimbernard; Las memorias del teniente veneno (2008), de Abelardo Vicioso; La Luisa (2016), de Manuel Mora Serrano y Yo ya estaré lejos (2023), de Pedro Vergés. Sin embargo, pensamos que, de ellas, La verídica historia… no tiene rival en el empleo del lenguaje en nuestra cultura.  El uso artístico que hace de él lo lleva a practicarlo hasta en la selección de nombres satíricos de los más de los personajes que escoge para su obra. Le rinde devoto culto a la forma y el estilo en la escritura. Por el número de frases y giros castizos que nuestro autor utiliza en su novela, daría la impresión momentánea de que se lee el dialecto del español de España y no el de la República Dominicana, a tal punto, que pensamos puede competir con escritores españoles propiamente dichos en ese sentido.

Se presume que en vista de que el autor se embarca en recrear una variedad de murales de hitos importantes de nuestra historia y cultura en La verídica historia… desde su óptica de poeta y narrador, empiece a encuadrarla en los tiempos de la Primera República.  Idéntica obra luce inspirarse en la narrativa antiesclavista cubana de Francisco: El ingenio o las delicias del campo (1839), Cecilia Valdés o La Loma del Ángel (1839) y de Sab (1841), de Anselmo Suárez y Romero, de Cirilo Villaverde y de Gertrudis Gómez de Avellaneda, respectivamente.

Asimismo, León David enmarca su obra en la que ensalza el componente africano ancestral de la cultura dominicana en el tema de la búsqueda de raíces como en la obra Ainsi Parla l’oncle (1928), de Jean Price-Mars; en el de Cahier d’un retour au pays natal (1939), de Aimé Césaire; en el poema “A Far Cry from Africa”, de Derek Walcott ; y aunque no se lo haya propuesto, semejante tema arrastra, por golpe de efecto, y de refilón, a los principios estéticos del Renacimiento de Harlem, de la Estética Negra y el Movimiento de las Artes Negras en la década de los años sesenta e inicios de los setenta en los Estados Unidos; y en nuestra isla, al de la estética de la elite radical haitiana del decenio de los años veinte.

Igualmente, y como domínico-cubano al fin, salta a la vista la inscripción de las presupuestos estéticos e ideológicos del autor en la tradición negrista del Nicolás Guillén de Motivos de son (1930), Sóngoro cosongo (1931), de “Balada de los dos abuelos” y “El apellido”, y hasta del poema “Sé por qué canta el pájaro enjaulado”, del poeta afroamericano Paul Laurence Dunbar. Emprende un viaje a su pasado un tanto parecido a como lo hiciera Alejo Carpentier en el Caribe con Los pasos perdidos (1953), V. S. Naipaul en A House for Mr. Biswas (1961), y a Wilson Harris en Palace of the Peacock (1960).

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Princesa africana

En conclusión, León David en La verídica historia…, en un tono predominantemente satírico, reconstruye la historia de la cultura y sociedad dominicanas desde su perspectiva de pensador y poeta. Recorre algunos de sus hitos importantes. Difumina las fronteras entre ellos, así como de los personajes principales que se destacaron en los cuales salen a relucir la reivindicación que hace el autor de la herencia cultural de origen africano del pueblo dominicano en la persona de la princesa Akuma Luama Baké, raptada por esclavistas europeos en África para ser trasplantada en nuestras tierras. De ella descienden los protagonistas de la presente obra. Esta es la primera en su género en la que se cuenta desde la óptica del esclavo africano su experiencia humana en el Nuevo Mundo. El periodo histórico y el personaje que en él predomina, que sin duda ha dejado marcado el carácter del pueblo florense, es decir, el del dominicano, es Barbosa Restituyo, Trujillo.