El pasado martes 24 de octubre impartí una ponencia titulada: “Injusticia epistémica, prejuicio y degradación de la persona” en la Universidad Nacional de Costa Rica. Desde que la filósofa británica Miranda Fricker escribió su libro Injusticia epistémica. La ética y el poder del conocimiento (2007), se ha desarrollado una vasta literatura que incluye una significativa producción intelectual sobre la temática en América Latina.

El impacto del tema es razonable tomando en consideración que la injusticia epistémica apunta a la exclusión de las personas en la distribución del conocimiento porque existen contra ellas prejuicios negativos indentitarios (se les degrada por ser mujeres, negras, latinas, o por cualquier otra pertenencia a un grupo tradicionalmente marginado).

En un artículo publicado hace un par de años titulado “Conceptos de injusticia epistémica en evolución”, Fricker subraya la idea fundamental de que la injusticia epistémica es un agravio cometido de manera ingenua o inadvertida.

Por tanto, no se trata del acto deliberado del político que, estando consciente de que su opositor tiene una opinión razonable, lo minimiza públicamente. Se refiere a una acción inconsciente que opera en el marco de una cultura que promueve estereotipos contra las personas de un determinado grupo y que terminan incorporándose al funcionamiento de las instituciones de una sociedad.

Si bien la injusticia epistémica afecta a la persona como sujeto de conocimiento, excluyéndola muchas veces de la posibilidad de comprender sus propias experiencias sociales (injusticia hermenéutica), las consecuencias de dicho agravio son sistémicas porque la persiguen en las distintas esferas sociales durante toda su trayectoria vital.

Así, el afrodescendiente que es degradado por sus opiniones no solo es afectado negativamente en su credibilidad, también recibe un daño en su autoestima que provoca una secuela de agravios desde el punto de vista psicológico, acrecentándose en la medida que el prejuicio negativo indentitario clausura espacios de realización en la esfera económica, profesional y de prestigio social.

Estamos pues, ante una problemática que trasciende el interés académico para adquirir una relevancia social y cuya comprensión es un aporte significativo en el esfuerzo colectivo por proporcionar a las víctimas de la injusticia epistémica una nueva oportunidad.