En estos tiempos modernos en que contamos con varias y bien dotadas facultades de ciencias de la salud con sus escuelas de medicina, es conveniente recordar los inicios de la enseñanza de la medicina en la ciudad primada de América, Santo Domingo.
En 1538 los padres de la orden de los Dominicos que habían establecido un colegio en el convento de la orden solicitaron al Papa Pablo III que se le diera categoría de Universidad, que se concretó en octubre 28 con la bula “In apostulatus culmine”. En esa bula se otorgaba a nuestra universidad primada “el goce de todos y cada uno de los privilegios, indultos, inmunidades, exenciones, libertades, favores para que al igual que otras universidades como las de Alcalá o Salamanca usen y tengan”. Las universidades tenían cuatro facultades entre ellas la de medicina. En los primeros años no se pudo concretar la enseñanza de la medicina pese a ofrecer algunas asignaturas y es en el siglo XVIII cuando se estabilizó la enseñanza. Los estatutos, según señala el doctor Miranda en su historia de la medicina exigían que para las oposiciones a la catedra de medicina debían conocerse y dominarse los libros de Avicena y Galeno de anatomía y cirugía. En el año de 1751 se hicieron importantes modificaciones en la universidad y se elaboraron nuevos estatutos y reglamentos. Es de resaltar que encontramos una precisa descripción de los requerimientos para impartir las asignaturas de medicina, lo que nos demuestra que la carrera de medicina era parte del plan de estudios en esos años.
Es preciso mencionar, como lo hace el doctor Miranda, que de nuestra universidad primada salieron doctores que contribuyeron al desarrollo de la enseñanza de la medicina tanto en Venezuela como en Cuba. Citamos: “ para certificar aún más la gran influencia que tuvo la primera universidad del nuevo mundo, basta decir que en 1725, a propósito de la incorporación de doctores en la Universidad de Caracas, de diez que se presentaron como fundadores siete eran hijos de la Universidad de Santo Domingo, entre los que se recuerda al muy ilustre Don Francisco Martínez de Porras, quien fue el primer rector de esa universidad caraqueña. Igualmente los primeros rectores de la Universidad de La Habana también fueron dignos graduados de nuestra universidad”.
En el plan de estudios vigente en 1757 se establecía que el bachiller en medicina debía haber oído cuatro cursos y defender diez materias diferentes y en el acto de graduación era investido con museta y esclavina de color amarillo. Hacia 1777 se introdujeron nuevos cambios que incluían a los seglares en la enseñanza, desplazando a los padres dominicos de las cátedras y sentando las bases de un desarrollo acorde con la modernidad de los tiempos. En 1795 el tratado de Basilea produjo grandes cambios en la Isla, uno de los cuales fue la protesta de los profesores quienes se negaban a impartir docencia en francés. Hasta 1815 la universidad que estuvo cerrada por los enfrentamientos contra Haití es reabierta por Juan Sánchez Ramírez y es designado rector José Núñez de Cáceres. Las clases de medicina recayeron en el doctor López Medrano, quien se destacó en la medicina y la filosofía. Uno de sus graduados fue el doctor Juan Bernal. En 1822 es de nuevo cerrada y la universidad y pese a algunos intentos no es hasta 1852 cuando se crean colegios de enseñanza superior que incluían la medicina en sus planes. Al frente de esas cátedras estaba el doctor Manuel María Valverde. Ese centro recibió el nombre de Colegio Superior San Buenaventura. ( continuará )