El pasado domingo fue el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. A propósito, es importante señalar que la prevención del suicidio es posible. No no es una responsabilidad única de las instituciones encargadas de la salud mental del Estado. También las diversas instituciones privadas y académicas, tienen la responsabilidad del trabajo preventivo.

Hay que enfatizar que alguien que no cuente con la formación profesional en salud mental puede colaborar con la prevención, simplemente con la voluntad de aprender a escuchar y motivar, a que la persona que se encuentre en riesgo suicida busque ayuda o llevarlo al profesional que le pueda brindar una verdadera asistencia profesional.

Los profesionales que mejor pueden atender estás crisis son los psicólogos clínicos y psiquiatras. Hay que destacar que en nuestro país se han formado profesionales dentro de estas áreas a través de la Red Mundial de Suicidólogos.

En la RMS destacamos que resulta sumamente difícil determinar quién se va a suicidar, el momento y cómo, sin embargo, contamos con instrumentos que permiten su prevención hasta en un 50%, como lo es la guía práctica de evaluación del riesgo suicida.

Es importante señalar algunos aspectos en que familiares o amigos pueden colaborar con un paciente que manifieste cualquier conducta anómala o expresión verbal que haga sospechar a los familiares esta posibilidad.  Regularmente el individuo manifiesta explícitamente su intención o de manera implícita en el lenguaje corporal, a veces en frases que hacen alusión a la desesperanza, en sus facciones de dolor, tristeza, cansancio, hasta ironías.

Como la ideación suicida puede estar presente en la sintomatología de la depresión y otras enfermedades mentales, es importante destacar que en este grupo entran las adicciones desde el alcohol hasta las drogas más fuertes, que potencian la posibilidad de que ocurra este fenómeno.

A parte de este grupo también podrían estar en riesgo las personas con dependencia a medicamentos, ancianos, persona está en situación crítica aguda, con estresores sociales, como separación conyugal, problemas económicos, pérdidas de seres significativos, diagnóstico de enfermedades crónicas, crisis traumática, personas que viven solas, quienes anuncian el suicidio, quienes lo han intentado o la combinación de estos factores.

¿Qué debe hacer la familia?

Indiscutiblemente son los familiares quienes están más cercanos a este tipo de pacientes, por lo que la prevención del suicidio debe iniciarse y culminar en la familia.

Salvo raras excepciones, el suicidio ocurre en el ámbito de las familias, por lo que debe ser una tarea prioritaria dotarla a éstas de los conocimientos mínimos necesarios, que les permitan a sus miembros detectar precozmente las manifestaciones de la comunicación suicida.

Es por ello que la familia debe saber que, lo primero que se debe hacer cuando uno de sus miembros le confíe sus ideas suicidas, es tomarlo en serio, dándole la importancia requerida a la situación, hablar lo menos posible, para que predomine siempre la voz de la persona que sufre y nunca se cometa el grave error de considerar sus deseos de quitarse la vida como un chantaje, una manipulación, un teatro o un alarde. Llevarlo a un Centro de Salud Mental ya sea público o privado que reúna las condiciones de una buena atención en Salud Mental. De estos temas seguiremos abundando.