El pasado sábado 27 de este mes de mayo cumplió 100 años Henry Kissinger. Una figura execrable, siniestra a quien definitivamente puede catalogarse como el estratega, ideólogo más influyente del imperialismo norteamericano y supremacismo blanco de la postguerra. Pocos líderes de la postguerra a la verdad han generado tanto sufrimiento y provocado tantas muertes como él. Aunque risible, recibió el premio Nobel de la Paz, fue asesor de política exterior y luego secretario de Estado de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford respectivamente (1969-1977); además de ser profesor de Harvard y como director de una entidad privada de la cual todavía no conocemos la magnitud de su influencia global hoy día como la Kissinger Associates por 4 décadas.
El hoy considerado como un estratega en seguridad nacional, cobró notoriedad aun antes de ingresar al gabinete de Richard Nixon como su asesor de seguridad nacional cuando era catedrático del Harvard y secretamente participaba en los esfuerzos del futuro jefe de estado norteamericano saboteando las negociaciones de paz entre los EE. UU. y Vietnam impulsadas por el entonces presidente demócrata Lyndon B. Johnson. Para Kissinger, EE. UU. debía actuar de acuerdo con su interés nacional. Consideraciones tales como los derechos humanos, la democracia, eran asuntos secundarios al interés nacional norteamericano.
Con su intervención en contra de una salida negociada, la guerra en Vietnam se prolongó unos 5 años más, causando decenas de miles de víctimas de ambos lados y que no culmino con la victoria. Se le atribuyen sus esfuerzos a la apertura y posterior reconocimiento de China (1971-1972) cuyo plan fue ideado para evitar una unión estratégica entre China y la Unión Soviética y por consiguiente debilitar la antigua URRS. Posteriormente, consciente del fracaso en sus predicciones en Vietnam, negocio la salida de las tropas del país asiático (1973).
A tono con su visión hegemónica, el interés nacional estadounidense no se veía lesionado cuando los coroneles griegos perpetraron el golpe de estado (1967). EEUU continúo manteniendo buenas relaciones con ellos. De igual manera durante el golpe de estado en el Salvador (1972) ni cuando Ferdinand Marcos y Anastasio Somoza (1972 y 1973 respectivamente) reescribieron las constituciones de sus naciones y así perpetuarse en el poder. Durante su gestión, también se le asocia con la serie de tratados de limitación de armamentos y la llamada política de detente con la Unión Soviética.
Como parte del llamado Comité 40, agrupación de operaciones secretas dirigidas desde Washington, sus esfuerzos se encaminaron al golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo Salvador Allende, mismo que inició la cruenta dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989).
Kissinger menospreció una y otra vez las aspiraciones de las naciones del continente africano. Su cosmogonía política siempre estuvo centrada en su visión eurocéntrica, racista y de colaboración con la minoría blanca. Este fue el primer secretario de estado estadounidense en visitar a Sudáfrica en tres décadas y en donde pronunció un discurso dándole un espaldarazo al régimen apartheid posteriormente a la masacre de Soweto del 1976 en donde varios niños que protestaban fueron muertos bajo el fuego policial. Luego en Rhodesia, aunque públicamente el primer ministro Ian Smith se comprometió aceptar un gobierno de mayoría blanca, el compromiso no se materializó debido a las simpatías del Kissinger por la minoría blanca.
En Angola, cuando el golpe militar de 1974 en contra de la dictadura en Portugal, el nuevo régimen detuvo las acciones militares en la colonia africana lo cual condujo a la independencia en 1975 de la nación africana. Kissinger de inmediato orquestó una contraofensiva para salvaguardar la nueva nación africana de la influencia soviética. Su plan fracasó debido al respaldo militar cubano-soviético. Lo cierto es, el continente negro nunca estuvo en su agenda salvo por la protección de la minoría blanca y de cómo este hubiese podido incrementar su reputación como vocero de los intereses estadounidenses en el continente africano.
Hoy día, el archivo de Seguridad Nacional de EE. UU. ha publicado una selección considerable de documentos nunca desclasificados y que hoy están a la entera disposición del público en general. Aquí cada día más aprendemos de los entuertos más sórdidos y execrables de este individuo. Allí aprendemos cómo este pudo convencer a Nixon de que adopte una política más agresiva en contra del Salvador Allende, su apoyo a la Operación Cóndor, el bombardeo secreto de Camboya, mismo que fue ocultado al público estadounidense y donde hubo alrededor de 100 mil víctimas, entre otros.
Mucho más se pudiese decir de este personaje que una vez más celebra en medio de loas, homenajes, áulicos discursos un siniestro aniversario. Henry Kissinger fue uno de los individuos claves en la construcción del mundo de la postguerra. Aquel en donde la hegemonía estadounidense truncaba cualquier esfuerzo por lograr la liberación de los pueblos en aras de una democracia digna, equitativa y justa. Kissinger hoy representa el símbolo ominoso del supremacismo blanco, la pregonada excepcionalidad estadounidense, la creencia como dogma de fe que son portadores del derecho casi divino, atemporal que los coloca como jueces responsabilizados con la tarea de dictar al mundo como han de ser las cosas según su criterio y bajo sus propias normas.
De ahí que hoy más que nunca, cuando existen fuerzas alrededor del mundo que se empeñan en esbozar una visión alternativa de la realidad, de la historia. En donde verdades históricas son vetadas de los currículos escolares, en donde libros son removidos de las bibliotecas para encubrir verdades incómodas, crímenes y continuar recitando una visión unipolar de la realidad ; hoy insistamos en dar a conocer los hechos y sus principales actores en aras de evitar la repetición de los errores del pasado a fin de que nuestros pueblos aprendan a resolver mediante el diálogo y la empatía mutua a resolver sus diferendos de modo que logremos un mundo más justo y equitativo para todos.