Si hay algo que no se puede negar del caso medusa es que no hemos perdido la capacidad de asombro. Y es que ha habido de todo según lo dicho por los que han leído y estudiado el expediente, algunos testimonios de personas que tuvieron algún episodio con el exprocurador y, como diría mami, aunque no es una fuente ciento por ciento confiable, Radio bemba.

 

Sobornos, extorsión, venganza, abuso de poder, soberbia, espionaje, sobrevaluación, privilegios, mentiras, acoso y hasta “malapalabra”, como se dijo en una de esas plataformas, para que no le censuraran el vídeo.

 

Pero más allá de ver un megalómano o egocentrista, las autoridades -dígase Ministerio Público, PEPCA, la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental o la Dirección General de Contrataciones Públicas- deberían prestar atención a algunos funcionarios que presenten síntomas de esta patología o mala maña adquirida, porque detrás de todo eso de seguro hay otro funcionario corrupto.

 

Características del Síndrome “Yanalán”

 

  • Presentarse bien combinado, muy bien peinado, maquillado y mostrar una preocupación, fuera de lo común, por su imagen pareciendo más una estrella de cine. Creerse un galán.

 

  • Ser inaccesible a sus subalternos, casi imposible de conceder una cita.

 

  • Quien visite su despacho no puede entrar con el teléfono, por temor a ser grabado, ya que la desconfianza de que se sepa en lo que se está sea conocida.

 

  • Espiar a sus empleados, teléfonos, redes sociales, comentarios dichos en espacios fuera y dentro del ambiente laboral. Para ver si se está o no con él o ella.

 

  • Represalia contra quien o quienes no estén de acuerdo con lo que piensa o dice y si se dice algo que pueda afectar su imagen, aplicar castigos tan severos que afectan a la familia del afectado.

 

  • Megalomanía y egocentrismo, utilizando los recursos del Estado para publicitar su figura y exaltar su labor, la que en la mayoría de los casos es nula, pero se la busca hablando embustes y decir que está haciendo.

 

  • Elaborar libros, revistas, la televisión, donde se es el protagonista y haciendo culto al yo de manera, muchas veces, irracional.

 

  • Privilegios a personas, empresas e instituciones con las que se tiene algún vínculo.

 

  • Recibir sobornos por la contratación de algún servicio.

 

  • Sobrevaluación de los servicios.

 

  • Contratación de personal y de servicios, creyéndose y diciendo que no tiene que cumplir con lo establecido por la Dirección General de Contrataciones Públicas, aún cuando no es necesario.

 

  • Falta de transparencia en lo administrativo y datos no reales en las nóminas cuando son publicadas en el portal de la institución. Falsedad en escrituras.

 

  • Contar con un “equipo” que se encarga de hacer el trabajo sucio, encubriendo al número uno y enriqueciéndose conjuntamente con este.

 

  • Y no se quedan las segundas y terceras bases, quienes son beneficiadas por los servicios prestados y privilegiadas con dinero, vacaciones, aumento de sueldo, posiciones y con voz y voto en decisiones importantes de la institución.

 

Hay muchos con este síndrome. Hay muchos “Yanalán” en la administración pública. Personas que se han escudado en políticos, funcionarios y personas del medio, viviendo de su posición social o de medias mentiras, que bien disfrazadas hacen parecer a estos mentirosos como grandes personalidades, cuando en realidad no son ni la décima parte de lo que dicen ser.

 

Personas que no son denunciadas, ya que se les ve con los más altos funcionarios y el temor a ser víctimas de sanciones y cancelaciones, no queda más que el silencio y la amargura de un conjunto de personas, obligadas a soportar el abuso y la burla de estos.

 

Suerte que la misma megalomanía que padecen estos y la vagancia, limita al personal a verlo, quizás, unas cinco veces al año.