Ya ciertos grupúsculos, pseudos-sicólogos y nimias ginecólogas cansan y hartan con la misma cantaleta sobre este tema, y que la culpa de los embarazos de adolescentes es esta falta de educación entre comillas. El asunto no es decirle para que sirven sus genitales, sino lo que es en sí el sexo como elemento configurador del ser humano a niveles antropológico.
Nosotros los seres humanos somos seres sexuados, es parte de nuestra naturaleza, así lo ha querido el creador, pero como esta parte de nuestro existir conlleva el elemento transmisor de la vida, es tan íntima, tan expresiva y a la vez estimulante y satisfactoria a nivel sensorial, por eso tal vez lleva un tipo de respeto discreción y cuidado. Cada cultura tiene en sí unas series de códigos expreso sobre esta parte del ser humano, y cada persona en su individualidad por igual, pero en sí no deja de expresar su talante meramente humano del cual tampoco hay que exagerar, pero tampoco descuidar y banalizar.
El sexo es algo bueno y la relación sexual algo más bueno, pero también puede ser frustrante hasta llegar a crear traumas que se arrastran durante toda vida y pueden impedir la realización plena del ser humano a la cual todos estamos llamados. Este aspecto relacional de lo sexual, sabemos que debe ser en clave recíproca, no en base al individualismo que hoy vivimos, de que hoy me levanté con ganas de sexo y solo me importa lo mío, pero el otro no cuenta, no importa en cuanto que pague, violente, es decir utilice al otro solo buscando lo mío. Está también la autosatisfacción sexual, vista por alguno como positiva para el inicio y conocimiento de nuestra capacidad sexual, algo todavía por verse más, pero que desde nuestra fe no se ve bien, ya que este carácter relacional-recíproco y lo de encaminada a la vida, le quita o impide esa dimensión solitaria, en esto ayuda la autodisciplina y la llamada a la castidad que el evangelio nos hace.
Toda esta carga sensual, individual, cultural y hasta de fe que tiene lo sexual, lo convierten en un tema tabú, que más que darle este calificativo, deberíamos hablar de misterio. Lo sexual en el hombre es un misterio, en el sentido de que aunque es una dimensión muy nuestra nos rebasa, no solo por que se dirige y busca al otro, sino también que nos lleva al creador, que no solo así ha querido una forma de realización y satisfacción humano, sino que sea un canal de vida, en todo lo que el nombre vida abarca, y dadora de vida en amplitud y origen y comienzo de la vida humana.
En un mundo individualista, como ya dijimos, lo sexual se ve así en esta clave y de ahí el choque con la visión comunitaria que en cuanto a la esencia antropológica y de fe lleva lo sexual, de ahí la necesidad de educación, pues si los hábitos alimenticios se educan y necesitamos comer, también la necesidad sexual se educa, y más, pues al no ser una necesidad imprescindible, se puede educar para su no ejercicio. Como toda educación requiere de facilitadores, de espacio, tiempo y un camino pedagógico, en esto varían los criterios y ahí aparecen los conflictos entre grupos y entes sociales que interactúan en el hoy del mundo, cada uno con sus intereses propios. Todo esto no nos debe hacer perder la objetividad del camino que hay que realizar, y es el de la búsqueda de la realización del hombre y la mujer con todas las componentes que para ello ha puesto Dios en sus vidas y en sus cuerpos, y lo sexual no se queda atrás.