Lo que fue informado por varios medios de comunicación acerca de la presunta ocurrencia en Rancho Viejo de Sabaneta, en la Vega, se recalca que puede ser similar al decreto de Herodes, según San Mateo 2, de eliminar a los niños varones de menos de dos años nacidos en Belén; dado la información de los Sabios de Oriente que buscaban al recién nacido que, por profecía, sería rey de los Judíos.
Estas dos narrativas en la Santa Biblia pueden ser consideradas similares en parte, aunque sucedieron en lugares apartados por miles de kilómetros, miles de años, y por razones distintas; más, con trasfondos parecidos: temor, intolerancia, diferencia de estado social, etnia, identidad cultural y religiosa.
Ante acontecimientos de esta índole, viene a la memoria el tartamudeo de demanda de Moisés ante el Faraón rogando libertad a su pueblo esclavizado. Rememoramos al fraile Dominico Antonio Montecinos predicando el Segundo Domingo de Adviento 1511, en contra de los abusos a los indígenas por parte de los colonizadores. Se inmortalizan los sermones de monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador (1977-1980), implorando por los derechos inalienables de los desaventurados, bajo la dictadura en la República de El Salvador.
Se refrescan los inspirados y elocuentes discursos del pastor, Dr. Martin Luther King, arengando en contra de la discriminación de los negros y depauperados. Por el momento el silencio de la mayoría de nosotros verifica lo dicho por el arzobispo Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.
Dada la situación en que vivimos en este tiempo, se requiere hacer plegarias como la siguiente: “Oh Dios, que creaste a todos los pueblos, te damos gracias por la diversidad de razas y culturas de este mundo. Ilumina nuestras mentes con sanas ideas, fortalezca las relaciones sin prejuicios, rebusca las buenas voluntades, multiplica las generosas acciones e impulsa con crecientes lazos de fraternidad para vivir y tratar con decoro y amabilidad a los que difieren de nosotros. Óyenos, piadoso Señor Dios”.