Desde hace siglos, los símbolos han formado parte de la historia de la humanidad. La antropología, por ejemplo, los atribuye como una forma no verbal de comunicación mucho antes del desarrollo de la palabra. Su existencia se remonta, dependiendo del periodo a unos 600,000 años. Se registraron en fechas anteriores a las primeras manifestaciones del Paleolítico.
Asimismo, en la cultura china las primeras inscripciones se remontan al año 1200 a. C., mientras que los símbolos pictóricos datan de alrededor del año 30 000 a. C. en forma de murales dentro de un complejo de cuevas, cerca de Montignac, en Francia.
Pero hay que destacar, que el problema surge cuando estas imágenes son usadas sin conocimiento de causa, para promover posturas anti migratorias, antirreligiosa, antiminorías o en sentido general para incentivar la cultura de la opresión. Y lo penoso es que no es un fenómeno exclusivo de un solo país.
Influye este fenómeno tanto en a ciudadanía más consciente, como en aquellos que desconocen su origen. Por ejemplo, el logotipo de la esvástica, que fue utilizado en la antigüedad en la India, y luego por los antiguos celtas, griegos y anglosajones, en el siglo XX fue adoptado por la Alemania Nazi antisemita.
Y qué decir del uso de imágenes con la bandera confederada de EE.UU y la de la Unión británica Fascista, como símbolos racistas, anticomunistas, antisemitas y proteccionistas.
Además de esto, están las imágenes del partido Rexista, movimiento político, católico de extrema derecha. También podemos mencionar el arco Cabeza de la muerte, que simboliza el tradicionalismo, el antiliberalismo y el anti-bolchevismo. Y el hacha de Thor, representa el eterno conflicto entre las fuerzas de la luz y las fuerzas oscuras del caos.
O las Ratas Negras, las mascotas del neofascismo europeo, movimiento de Resistencia política de carácter racista y supremacista blanco de extrema derecha fundado en 1973 por Eugène Terre Blanche.
O la cruz celta, La forma estilizada de la cruz celta es empleada actualmente por grupos ultraderechistas, neonazis y supremacistas blancos de todo el mundo.
El uso y la divulgación de estas imágenes no fueran posibles si las sociedades desarrollaran conciencia sobre el efecto negativo de esa propaganda.
El filósofo y revolucionario Alemán Friedrich Engels escribía: “La misma nueva sociedad, a través de los dos mil quinientos años de su existencia, no ha sido nunca más que el desarrollo de una ínfima minoría a expensas de una inmensa mayoría de explotados y oprimidos; y esto es hoy más que nunca.”
Nuestro problema es de memoria histórica. Tanto en Estados Unidos como el reto del mundo existe una fuerte crisis de institucionalidad, y sin autoridades responsables que ayuden a frenar la cultura del odio, esos símbolos de la opresión seguirán promoviendo veneno.
El mundo asiste a una densa oleada de xenofobia, racismo e intolerancia, que destruye todo lo que se ha construido en memoria de quienes fueron afectados por épocas de tanto dolor.