Mencionaba la semana pasada que la industria audiovisual británica estaba dando señas de querer abarcar el carácter multirracial de todos los países que forman parte del Reino Unido y su Commonwealth.  Además de las películas y series que mencioné en esa ocasión, está “Persuasion”, una adaptación de la novela homónima de Jane Eyre que ha sido ampliamente criticada por el cambio en el tono (alegre en lugar de triste) y en el lenguaje (moderno e irónico en lugar de cuidado), pero nadie ha criticado el hecho de que tres personajes que seguramente fueron concebidos como blancos hayan sido interpretados por actores mulatos.

 

En ese caso se trata de la revisión de una novela. La película “Elvis” que salió justo este año también y trata sobre la vida del célebre cantante ofrece una visión diferente de la que se había presentado anteriormente sobre la trayectoria del artista nacido en Misisipi y criado en Tennessee. Un ejemplo muy palpable de esta valoración de la experiencia esteroeotípica es el relatado de forma jocosa por el comediante Bill Burr sobre el tema. Visto en el filme que acaba de ingresar a las pantallas, se ven los esfuerzos de mánager por presentar una imagen del artista lo más parecido posible a lo que se asumía era la realidad de los blancos de los Estados Unidos de la década de 1950, cuando, en realidad, en sus años formadores, es decir, entre 1935 y los mismos años de sus inicios, Elvis había vivido en condiciones ligeramente diferentes de lo que hasta entonces era la experiencia WASP tradicional.

 

Aclaro que en EEUU la segregación racial se puede reflejar en la ubicación geográfica, en el nivel de ingresos, el acceso a la educación y se puede sentir hasta en la forma de hablar de las personas.  Una experiencia que es mucho más marcada por la diferenciación de la que se evidencia indirectamente en el verso de Juan Antonio Alix sobre “el negro atrás de la oreja” o en el sabroso merengue de Johnny Ventura sobre “Sorullo y capullo”.

 

Sin embargo, por primera vez, en esta película (en un género que en inglés se llama biopic), se percibe una valoración positiva no solo de lo que pudo aprender Elvis Presley sobre sus compañeros de barrio sino también sobre el rol que él ejerció en acercar estos dos mundos. Es un largo recorrido que está siendo asumido por otros medios también.  En la producción cultural de los Estados Unidos se ha pasado del reconocimiento de los derechos civiles hasta la valoración emulada y espontánea de la diversidad racial. Idealmente, el mundo debiera tender a ser ciego con respecto a apariencias externas, pero en condiciones donde ha habido segregación, empezar por reconocer la amplitud de registros es un paso de avance. En cada país se vivirán movimientos específicos con respecto a la integración de composiciones diferentes, pero el ideal común parece estar en congruencia con la respuesta que le dio Ghandi a un periodista sobre su identidad religiosa (que en este sentido sería racial): “Sí, soy hindú, pero también soy musulmán, cristiano, budista y judío”.