En la antigua Crecía, los escribas políticos utilizaron la “denominación” Oligarquía, como uso despectivo para llamar a la llamada “aristocracia. Quizás deba comenzar este latido definiendo una de la otra para dar claridad a los tumbos a donde voy.

La aristocracia se definía en aquellos tiempos como; el conjunto de las mentes mejor preparadas para gobernar. O sea, un grupo de hombres notables y no así, uno solo que es como hoy promueve la democracia.

La oligarquía, era la antítesis de la aristocracia. “otro” grupo de hombres en la dirección del poder, solo que estos no eran los más dotados de conocimientos sino los más dotados de poder económico o de una misma “clase social” …

“Celebramos” en estos días, y así lo pongo entre comillas, un aniversario más de la gesta revolucionaria del 65, en donde tuvimos una especie de guerra civil y extranjera en “algunas” calles de la primada ciudad de América, Santo Domingo.

Aquel fue un intento más por recobrar la independencia de un país, que sigue pensando que es “independiente” cuando la realidad es que continuamos con una tradición colonial, de la que no hemos podido librarnos.

Nacimos del fruto de unos ambiciosos y audaces hombres de España llegados a la isla un 5 de diciembre de 1492. Luego de más de 300 años de explotación a la tierra y de exterminio de casi todos los nativos indígenas, fuimos dejados al abandono y comercializados como producto de consumo entre otras naciones europeas.

Aquellos descendientes de españoles, despectivamente llamados criollos, hastiados del desinterés de España buscaron “independizar” la colonia el día primero de otro diciembre, esta vez de 1821.

Sin embargo, este intento solo duró dos meses, ya que la ciudadanía estaba dividida, como casi siempre, entre los aristócratas y los oligarcas. Los primeros buscaban el apoyo de la gran Colombia de Bolívar y los otros integrarse a la recién fundada República de Haití, gobernada en esos días por Jean Pierre Boyer.

Contrario a lo que se nos cuenta, no fuimos invadidos por los haitianos, sino que desde Santiago de los Caballeros y de las provincias fronterizas los oligarcas del momento le pidieron a Boyer que “interviniera” en Santo Domingo. Para “unificar” la isla.

Boyer envía una carta a los aristócratas de Santo Domingo diciéndole de la importancia de la “reunificación”. Es así como un 9 de febrero cruza la frontera con 12 mil hombres…sin disparar un solo tiro…

Aquel intento de unificación fracasaría 22 años después, un 27 de “otro” febrero de 1844. En esta ocasión, otro grupo de aristócratas buscaría una independencia real de toda nación extranjera, pero los oligarcas propugnaban por retornar al estado de colonia de Francia, España o del que fuera…

Retornados los haitianos a su espacio original, luego de intensas y “estériles” batallas, ¡nos vimos solos! Y no supimos que hacer con eso. No pasaron 20 años y el 18 de marzo de 1861 retornamos al estado de colonia española.

Este fue el final de la aristocracia, dimos al traste con los hombres más brillantes quienes fueron reemplazados por esa casta de oligarcas que duraría hasta nuestros días.

El día 3 de otro marzo, la reina Isabel II firmó la anulación de la anexión. A partir de ahí, la oligarquía se hizo de la isla turnándose en gobiernos que durarían de acuerdo al grado de conveniencia de esa casta social.

Volveríamos al estado de colonia “no oficial”, esta vez de los Estados Unidos, el día 13 de mayo 1916. A partir de ahí se mantuvieron detrás de la sombra con el apoyo de los oligarcas quienes han ocupado solapadamente el puesto de gobernadores como “presidentes”.

Los nombres de nuestros verdaderos patriotas iluminan nuestras avenidas y parques públicos y todas estas gestas recordadas cada año. Signos de que aún están vivos estos ideales justos y decorosos por los que tantos han muerto.

Sigue siendo abril, y febrero y marzo y diciembre y quien sabe que otro mes nos tocará intentar alcanzar la gloria. Ojalá regresen los viejos aristócratas de antaño a encender los caminos de una real independencia dominicana, sin que tengamos que hundir a la isla. ¡salud! mínimo caminero