Considerar la semiótica del cine como un dominio activo de estudio y método para analizar y complementar cualquier producto cinematográfico histórico o actual, justifica comprender el cine como práctica, tejido significante y extensión de subjetividad creadora. La significación de relato audiovisual marcada por el ojo del aparato de filmar, implica trayectos de síntesis y análisis, de signos, imágenes, instancias de narración, historias localizadas o dislocadas que se van construyendo, a partir de tejidos que encontramos en argumentos, enunciaciones audiovisuales e hibridismos de la subjetividad creadora del arte cinematográfico, tal y como se muestra en los núcleos enunciativos de películas como: Una mujer sin filtro (2018), dirigida por el mexicano Luis Eduardo Reyes; Nadie sabrá nunca (2017), del también mexicano Jesús Torres Torres; o el documental argentino El fotógrafo y el cartero (2022), de Alejandro Hartman.
El relato fílmico se produce como el nivel o niveles constructivos de visiones en progreso donde podemos observar las imágenes sorprendidas y organizadas por el acto reflexivo de los actores, directores, guionistas, y editores, entre otros, que conforman un proyecto cinematográfico, tal como sucede también en creaciones cinematográficas como La mala educación (2004), del director Pedro Almodóvar; Pura sangre (2016), del director mexicano Noé Santillán López; y Sans répit (Sin respiro) del director Régis Blondeau, director francés que construye películas de acción y un evidente y marcado tejido semiótico de la violencia.
Esta producciones que animan desde un argumento semiótico una textualidad audiovisual proporcionan también niveles de semiosis (sintaxis, semántica, pragmática) con lo cual, el orden, el significado, el valor, y la presencia de un escenario cobran un valor de subjetividad propio de las cinematografías jóvenes y alternativas, tal como sucede en la película Paraíso perdido (2016), del director mexicano Humberto Hinojosa Ozcariz, quien estructura como sentido la negatividad de un mundo social crítico por sus entidades, dato este que es frecuente en cinematografías alternativas donde el ojo fotográfico reconoce materialidades, progresiones fílmicas y fuerzas oculares que miran y a la vez revelan los reclamos de un cine abierto a las miradas en tiempo y sentidos de interpretación.
Todo este trabajo desarrolla los movimientos de una semiótica del cine donde también podemos observar los cuerpos, imágenes, enfoques estratégicos, fuerzas significantes y direcciones de miradas que particularizan lo interno del cine y lo frío de una producción audiovisual enfrentada por visiones productoras donde la subjetividad es razonada y captada por los diferentes actos cinematográficos de la globalización y “glocalización”.
De esta suerte, la mirada cercana o distante del cine se hace visible y sensible desde nuevas propuestas asertivas y particularizadoras de las visiones un tanto tecnológicas y tomadas de la experiencia que permite comprender los tiempos y mediaciones de la interpretación.
Por supuesto, esto quiere decir que obras cinematográficas como La caída del halcón negro (2001), del director Ridley Scott presenta el contexto material y destructor de un mundo que se presenta como el lenguaje del terror en una realidad geopolítica forzosamente peligrosa, debido a incursiones imperiales externas e internas, tal y como se hace visible también en filmes como El aviador, del director Martin Scorsese o American Assassin (2017), de Michael Cuesta.
Una semiótica del cine de tendencia narrativa crítica decide su método por su tipo de observabilidad de experiencias dimensionales, donde la violencia misma se presenta como personaje y mecanismo que avanza hacia su cometido apocalíptico y que dispone de fuerzas preparadas por ejes de influencias de una realidad politizada por actores y cuerpos ideológicos que hacen visibles los principales signos, símbolos y argumentos de representación, tal y como se hace observable en productos como Actos de venganza (2017) del director Isaac Florentino; de igual manera películas como El Inconformista (2020) del director Girish Manik, película india que también por su tema y la historia que construye pertenece a una narrativa de la violencia, que conecta, además, con una particularidad basada en el violentamiento de lo real histórico-político tal y como sucede en la película El secreto (2020), del director Andy Tennant o también Delitos menores (2017), del director E. L. Katz.
En tal sentido una semiótica narrativa de mundos posibles, en desarrollo, sintetiza en el contexto amplio del altocapitalismo globalizador los signos, personajes, las miradas, las experiencias socioculturales y los puntos imaginarios de convergencia o no-convergencia que se sostienen en las diversas textualidades fílmicas en progreso.