Recuerdo como ahora a monseñor De la Rosa y Carpio haciendo un vehemente llamamiento para detener el “sicariato mediático”.
Aunque hace algunos años de ello, lo ha traído a mi memoria un comentario de un lector que me honra con su seguimiento. Y ha salido a relucir por la manera generalizada para tramitar ciertas “denuncias” a través de muchos medios.
Hasta hace poco, los medios tradicionales de comunicación tenían tanta incidencia que mucha gente consideraba lo que en ellos se decía como una especie de “palabra de Dios”. Pero ahora, si bien es cierto que todavía hay gente que, al enterarse de algo por las redes, acude a medios tradicionales para confirmar determinadas informaciones, no menos cierto es que sigue en franco ascenso la incidencia de cada vez más medios “alternativos”.
Eso provoca que esta etapa de “todos comunicando para todos” se haya convertido en campo idóneo para la “infoxicación” y la “infodemia”. Ahora cualquiera dice y no solo le creen, sino que además le ayudan a redifundir desde soberanos disparates hasta siniestras mentiras, y todo disfrazado de información.
Por eso ahora hay “juicios mediáticos”. Sencillamente, quien quiere el camino más fácil y rápido, aunque perverso, apela a dilucidar en los medios sus diferencias con la contraparte. Incluso, cada vez menos gente se empeña en conocer los trámites para resolver cualquier situación porque apela a los medios a su alcance para “echar su pleito”. Y eso termina contribuyendo al desorden al que ciertos sectores le sacan bastante provecho. El saber popular lo explica desde hace mucho tiempo: “Río revuelto, ganancia de pescadores”. Pero la distracción no nos deja entenderlo.
Y no es que sea completamente malo usar los medios para denunciar. De hecho, una de las principales ventajas de tramitar denuncias a través de los medios es la visibilidad y el alcance que estos ofrecen. Al publicar una denuncia en un medio de comunicación masivo o en una plataforma de redes sociales, el denunciante puede llegar a un público mucho más amplio que si la tramita directamente en la entidad correspondiente (Bennet, 2012). Esta mayor visibilidad puede acelerar la respuesta de las autoridades porque sienten la presión mediática.
El problema está en que las denuncias hechas a través de medios de comunicación a menudo carecen del rigor y la verificación que requiere la actuación con criterio de aporte a la sociedad. Esto puede llevar a la propagación de información falsa o inexacta, dañando reputaciones y generando pánico injustificado. Si bien los medios ofrecen una plataforma para la expresión y la denuncia, es crucial que se manejen con ética y rigor para evitar daños innecesarios y promover una cultura de transparencia genuina y constructiva (Bauman, 2000).
Otra de las ventajas es que los medios proporcionan una plataforma para aquellos que sienten que sus voces no son escuchadas en los canales oficiales. Eso empodera a los ciudadanos, ya que pueden utilizar estos medios para exigir rendición de cuentas y transparencia por parte de las autoridades (McQuail, 2010). En donde el asunto se daña es cuando la opinión publicada forma veredictos basados en información parcial o mañosamente sesgada, sin el suficiente apego al rigor ni a la ética, máxime cuando el escándalo y el entretenimiento se disfrazan de periodismo.
En situaciones donde la inmediatez es crucial, los medios de comunicación pueden difundir información rápidamente, alertando a la comunidad y a las autoridades pertinentes de manera más eficaz que los canales burocráticos tradicionales (Chadwick, 2013). Pero, del otro lado, ¿cuánta gente logra diferenciar entre verdad o mentira cuando alguien, aviesamente, usa imágenes viejas para presentarlas como nuevas, independientemente de que se trate de un fenómeno natural o de un accidente?
Sólo con adecuados niveles críticos en la ciudadanía lograremos romper el círculo vicioso que inicia con el interés perverso de alguien y se alimenta con la creencia ciega de quien se mantiene en desviación de lo esencial y se “traga lo que le den”.
Si mejoramos los niveles de criticidad, los medios resultan muy útiles para tramitar denuncias y fomentar una cultura de transparencia y rendición de cuentas. Así, tanto las instituciones públicas como privadas serían cada vez más cuidadosas de sus acciones para evitar ser sometidas al escrutinio público en cualquier momento.
Mientras el sensacionalismo y la irresponsabilidad caractericen el uso de los medios, todos seguiremos perdiendo, aunque algunos crean que están ganando. Cuando alcancemos a ver las ventajas de contar con medios para aportar y mejorar, todos comenzaremos a ganar.