Inmigrantes haitianos, negros y pobres en un dilema
Introducción
Por formación familiar, personal e ideológica me repugna ver a un ser humano humillado, degradado, o de cualquier forma vejado. Reacciono mal si observo que una persona es ultrajada física o moralmente. Una prueba de esto es que no acepté hablar con el que organizó el asesinato de mi hijo Jordi, cuando me lo presentaron esposado; reclamé y logré que solo cuando le quitaran las esposas hablaría con él.
He escrito la introducción anterior para explicar la indignación que me genera el trato que en mi país reciben los haitianos inmigrantes, negros y pobres.
Me voy a permitir exponer algunas ideas que cuadran perfectamente con la situación de los inmigrantes haitianos, negros y pobres que llegan a nuestro país en como olvidados de la especie humana.
I.- El fenómeno migratorio. El caso de los haitianos aquí
1.- Los seres humanos se sienten sumamente bien allí donde han nacido, formado y desarrollado; solamente razones muy poderosas les impulsan a trasladarse para vivir en otros lugares.
2.- Pero en todo el curso de la historia de la humanidad se ha dado el fenómeno migratorio, y las razones han sido diferentes; van desde las motivaciones religiosas, pasando por las políticas hasta llegar a las económicas. Estas últimas son las que más se han desarrollado en los últimos tiempos por la búsqueda de mejores condiciones de vida: es por ello que el fenómeno migratorio se da con una orientación marcada: de los países menos desarrollados hacia los más desarrollados.
3.- La movilidad de dominicanos, ecuatorianos, guatemaltecos, salvadoreños, y de otros países de América Latina y el Caribe hacia los Estados Unidos de Norteamérica, tiene su razón de ser en el desarrollo desigual entre la generalidad de estos países con respecto a los Estados Unidos de Norteamérica.
4.- En particular, para darnos cuenta por qué millones de caribeños abandonan su propio territorio para incorporarse a la producción de otros países, se impone conocer el nivel de desarrollo del capitalismo en las fuerzas productivas y en la industria; la situación del mercado interno de cada país respecto a la metrópolis, principalmente norteamericana; el mercado de la fuerza de trabajo, el grado de desarrollo económico, social y político del país desde donde parte el inmigrante y el de recepción, y la clase dominante que sirve de sostén a los monopolios en los países dependientes.
5.- Esa es la misma razón que se puede dar para explicar lo que impulsa a los nacionales haitianos a venir a la República Dominicana a vender su fuerza de trabajo en condición de inmigrantes.
6.- La inmigración de los haitianos hacia la República Dominicana tiene un aspecto especial por la opción de: se lanzan al Océano Atlántico, o cruzan hacia la República Dominicana. Pero ocurre que el inmigrante haitiano, negro y pobre que llega a nuestro país cae en una encerrona que le coloca de inmediato en un dilema, en una situación sin alternativa, porque si es ilegal es rechazado como indocumentado, y si tiene sus papeles en regla es impugnado por negro; portador de enfermedades; desnaturaliza la cultura original española; no es higiénico; practica la brujería, despide de su cuerpo un mal olor; es depredador porque acaba con la foresta, le quita el espacio laboral a los nacionales y deprime el salario.
II.- Los prejuicios y el trato a los inmigrantes haitianos, negros y pobres
7.- En cualquier lugar del planeta tierra donde se mueve un prójimo, lo hace en procura de alcanzar su bienestar material o espiritual. Solo se pone en tensión para lograr una satisfacción, no para estar atribulado, o de cualquier forma afligido, castigado. Pero no todos los integrantes de la sociedad que hace de receptora de inmigrantes les dan la misma acogida; prejuicios de todas clases se manifiestan contra el que arriba a un país extranjero en procura de ocupar un espacio en el mercado laboral. En nuestro país el inmigrante haitiano, negro y pobre no es del agrado de grupos prejuiciados.
8.- El inmigrante haitiano, negro y pobre es visto aquí, por algunos, como un intruso; un necio que ha llegado en condición de entrometido a quitarle el empleo a un nativo; un forastero que penetra a deprimir los salarios; advenedizo que viene a suplantar la cultura nacional, en fin, el que hace acto de presencia para vender su fuerza de trabajo por un salario, es considerado como un necio que se ha introducido en un lugar sin derecho y sin ser requerido.
9.- Ese inmigrante haitiano, negro y pobre es considerado por algunos sectores retardatarios como un estigma, una mancha para el medio social dominicano; una afrenta para los demás miembros de la sociedad, una tacha que ha incursionado para convertirse en una infamia.
10.- Aquel haitiano, negro y pobre que vive en el país en condición de inmigrante, se le aplican los epítetos más afrentosos, apelativos degradantes; adjetivos insultantes; se le reservan términos peyorativos, hirientes, con el fin de hacerlo sentir despreciado como persona.
11.- Una vez un individuo hace acto de presencia en un sitio donde están presentes otras personas, puede comprender si su llegada ha caído bien o mal, agrada o repugna; puede divisar que asquea, que su ida hace bien, que si se marcha hace sentir muy bien a los demás. Los inmigrantes haitianos, negros y pobres en nuestro país así lo perciben
12.- Pero los inmigrantes haitianos, negros y pobres, no son tontos. Aunque el ejercicio de la simulación de parte de algunos de nuestros nacionales hace posible que el recién llegado no asimile la impugnación en su contra, los gestos con la boca, los signos transmitidos con los ojos, los ademanes con otros órganos del cuerpo pueden hacer comprender al visitante el rechazo a su presencia.
13.- El alma no engaña, y el corazón no traiciona a su dueño; la conciencia le dice al ser humano que la expresión del rostro, el semblante de aquel con quien comparte, no lleva gusto en comenzar o seguir tratándolo, su estadía genera pesar. Los inmigrantes haitianos, negros y pobres así lo entienden, pero callan aunque sufren.
14.- La especie humana está formada para sentirse bien, y los inmigrantes haitianos, pobres y negros, no son la excepción. El bienestar les llena de bondad, mientras que la calamidad les quita el sentido de la dicha; la adversidad les perturba; quebranta su deseo de vivir en nuestro país, y solo lo hace por un estado de necesidad extrema.
15.- Moverse en un ambiente acogedor, alimenta el espíritu de las personas, las convierte en entes sociales halagados, satisfechos, encantados de formar parte de un medio que las seduce para mantenerse haciendo vida social con sus semejantes fascinantes, cautivadores. Pero este no es el caso de algunos dominicanos hacia los inmigrantes haitianos, negros y pobres.
16.- De tanto considerar a los haitianos, negros y pobres una nadería, como algo menospreciado, que solo merecen ser maltratados para que se larguen porque ennegrecen el ambiente y oscurecen el país; aquellos que dentro de su ofuscación chauvinista y alucinación de superioridad racial frenética, se ciegan ante el inmigrante haitiano, negro y pobre, a quien ven como excremento de la sociedad dominicana.
Tres reflexiones
a.-) La hipocresía no puede imponerse a la autenticidad, ni la estratagema a la veracidad. Las maniobras politiqueras contra los inmigrantes haitianos, negros y pobres, no deben confundir a las dominicanas y dominicanos que vivimos abrazados a la realidad objetiva; que estamos liberados de la cháchara pueril, de la sutileza engañosa, la nimiedad y bobada confusionista. La falsa, el ardid como propaganda ha de caer ante las evidencias, la legitimidad.
b.-) La franqueza debe tomar su imperio. Debemos ser sinceros y decirles al pueblo haitiano y al dominicano, que las masas populares haitianas y dominicanas son víctimas de las maquinaciones ideológicas impulsadas por los intereses monopolistas extranjeros y las minorías insaciables de ambos países que, históricamente, han estado interesadas en mantener a los dos pueblos oprimidos, divididos y confundidos bajo intrigas politiqueras.
c.) Lo mejor del pueblo haitiano y del dominicano, sus fuerzas motrices sensibles, progresistas y democráticas, deben acercarse mutuamente para analizar con sentido realista y sin sectarismo, lo que conviene o afecta a dos países que, como Haití y la República Dominicana, deben permanecer unidos en la fraternidad, la comprensión y la solidaridad, que es la más alta expresión de los seres humanos.