El 18 de junio pasado, la red repensar la educación, que congrega a un grupo de profesionales interesados por una educación de calidad, puso en circulación un importante documento que tituló: Invitación a repensar la educación: demos un chance a la escuela.

Se inicia con una presentación de la red y luego a una descripción de los avances del sistema educativo en las últimas décadas, reconociendo aspecto como cobertura, mejora en la formación docente, actualización curricular, etc., al mismo tiempo que señalando que aún “no hemos alcanzado el sistema educativo ideal que aspiramos”.

Cinco aspectos centrales: a) el estudiante como centro del proceso formativo; b) el docente como actor de la formación integral del estudiante; c) la escuela, como un ecosistema del proceso formativo; d) la familia y la comunidad pilares fundamentales en la socialización del ser humano y del ciudadano y, e) los mecanismos estatales que regulan, apoyan y dinamizan los cambios: Minerd, Mescyt, Isfodosu, Inafocam e Infotep.

Es importante leer con detenimiento el documento y reflexionar públicamente sobre su contenido, a fin de que todos participemos en el rescate de la escuela y con ella, de la educación básica: primaria y secundaria y, por supuesto, la educación superior.

La preocupación no es nueva, en el 2006 se propuso desde el ministerio el “Modelo de Gestión para la Calidad de los Centros Educativos, en que a partir de un conjunto de pares de valores: reflexivo-integrador; participativo-comprometedor; transformador-innovador y ético-responsabilizador.

Como es de esperarse la práctica de estos valores deberán desarrollar actitudes y comportamientos afines a ellos mismos, como a las relaciones que se establezcan con los demás valores, tal y como se describe en el Modelo. Además se definieron diez criterios organizados en la gestión institucional y pedagógica.

Estos criterios respondían entonces a seis supuestos: 1) particularidad; 2) necesidad básica; 3) transformación; 4) alineación; 5) participación; 6) mejoramiento o cambio, que caracterizaran a cada escuela en su proceso de desarrollo y con ello, sustentar su plan de desarrollo o proyecto educativo de centro.

Los diez criterios servirían como evidencias para la evaluación y el seguimiento continuo del proceso de desarrollo de cada centro educativo, tanto en su proceso de autoevaluación como el de evaluación externa, supervisión y acompañamiento por parte de los distritos educativos.

La discontinuidad de dicha política no permitió que la ejecución del modelo se generalizara y, más aún, pudiera evaluarse poniendo en evidencia sus posibles logros como mejoras a ser introducidas en el mismo. Este ha sido un tema histórico en el ministerio de educación, que no ha permitido avanzar aún en sus propias decisiones.

Por otra parte, y a modo de iniciar un diálogo reflexivo – constructivo con el documento de la red, hago alusión a mi primera entrega por este mismo medio el 31 de diciembre del 2020 que llevó como título, precisamente La escuela debe ser repensada, y que iniciaba con una pregunta: ¿Por qué no, la escuela debe ser repensada?

Entonces decía: “la escuela debe ser “recreada en su fines y propósitos, y con ello, en su diseño físico, en su organización, en sus procesos, en su gestión, en fin, en todo lo que es su razón de ser, un espacio generador de una nueva cultura ciudadana, centrada en el desarrollo y cuidado de la vida en todas sus manifestaciones”.

Centrándome en los sujetos y desde la perspectiva de la propuesta pedagógica señalaba entonces:

Los primeros años la escuela debe estar centrada en una pedagogía de la ternura, donde cada niño y niña desarrolle a través de lo lúdico, el juego, todas sus potencialidades emocionales que lleva dentro, en una simbiosis mente-cuerpo. Acompañarlo en la manifestación plena de todos sus lenguajes: verbal, kinestésico y las motoras finas y gruesas; la quietud, la expresión artística, manipular con barro, papel, cartón, semillas, en fin, con todo lo necesario para el desarrollo de millones de conexiones cerebrales que se van desarrollando en ese período de la vida.

En el período siguiente, el contacto con la escritura y la lectura debe ser el vehículo de organización mental. Aprender a crear y contar historias, sus historias, sus cuentos. Dejar que su imaginación fluya en una especie de danza continua. Que sienta, que experimente lo maravilloso de la comunicación en todas sus manifestaciones.

En los años que siguen, con todos los cambios biológicos y temperamentales que empiezan a manifestarse, los procesos de razonamiento cognitivo afloran. La observación, la contemplación de la realidad, su interpretación se constituye en un paso importante, con ello, a mirar la realidad desde ámbito distintos en su sentido más pleno.

El estudio más sistemático, el desarrollo de esquemas y mapas conceptuales sobre las cosas y los problemas reales y no reales, ocuparán el siguiente período. Estos jóvenes empiezan a pensar y querer que las cosas sean diferentes. La oportunidad para ofender el sentido común y las ideas con que los adultos hemos organizado el mundo es fundamental. Permitir que florezcan otras maneras de ver, pensar y actuar en la realidad, a través de proyectos de grupo.

Decía, además, que para cada momento hay diferentes actores de la vida nacional que bien pudieran participar en su definición y acompañamiento, como son: artistas de las artes plásticas, la música, la danza, el teatro; poetas y escritores, narradores; deportistas, investigadores, profesionales de diferentes campos de la ciencia y el pensamiento, la comunicación, como psicopedagogos, etc.

La escuela, como espacio social para el desarrollo y los aprendizajes de las nuevas generaciones debe convocar a toda la sociedad para pensarse así misma y con ello, comprometernos todos en su preservación como un bien social en la cual todos depositamos nuestras esperanzas.