Atreverse a plantear una serie de medidas como las introducidas por el gobierno al presentar la propuesta de reforma fiscal, se necesita de mucha valentía, estar dispuesto a todo, sin temores a las consecuencias. Como todos los cambios en la vida, y sobre todo cuando hablamos de reformas económicas, es normal las reacciones adversas y pataleos, algunos con justificada razón y otros sencillamente intentando ser escuchados a ver si logran convenientes reacciones.

Me atrevería apostar a que si técnicamente, tal y como dicen los expertos, la propuesta está formulada bajo un riguroso, estricto e inimpugnable análisis, en los próximos años pudiésemos estar cosechando algunos buenos resultados y el señor presidente pasará a la historia como el gran transformador de nuestro país.

Sin embargo, en lo que se refiere al sector turismo, no siempre los cálculos de números y algoritmos son precisos. El turismo es un sector sensible que no puede ser tratado como otros sectores económicos del país. Si bien es cierto que, por muchos años, la clave del éxito ha sido la apertura que ha tenido el sector a las inversiones extranjeras apoyado en las facilidades otorgadas por la ley de incentivos, también es cierto que nuestro destino posee muchas otras cualidades que lo hacen ser un destino único y ventajoso. Sin embargo, seguimos siendo una isla más del Caribe, como nosotros hay muchas playas hermosas y necesitamos de estímulos para competir.

Lo que me confunde y preocupa es cuando intento entender, ¿cuál es la estrategia?. Tal como decía Constantinos Markides: “una buena estrategia no es una ciencia, es un arte, el arte de hacer preguntas inteligentes, de explorar posibles respuestas, de experimentar con posibles soluciones y de volver a iniciar todo el proceso de pensar, cuestionando las respuestas a las cuales se llegó hace uno o dos años”.

Asumamos que entendemos el escenario en el cual ha llegado el punto en que el país necesita definitivamente esta reforma fiscal, entendamos que es mejor hacerla de una vez por todas (los tragos amargos, mientras más rápido mejor), pero si el turismo está en un punto de ebullición, de éxito, de ser líderes en el Caribe y hasta en el mundo, ¿cómo seguiremos compitiendo en mercados convulsos sin una estrategia definida y sin  una armadura que nos proteja?.

La ley de incentivos ha sido, hasta la fecha, esa armadura que nos ha blindado al competir contra otros destinos. ¿Estamos listos para desnudarnos? ¿Salir a pelear sin armaduras?.

El turismo que hoy día tenemos, es el producto de más de 30 años de trabajo de muchos hombres y mujeres, que juntos han llevado al país a este punto de éxito. Para mantenerlo y, sobretodo, para seguir creciendo, es necesario continuar todos aplicando las mejores de las estrategias, de cara a la competencia internacional, que es a quienes siempre tenemos que enfrentar.

Nuestro destino ya está posicionado en mercados emisores tan importantes, como lo son Estados Unidos y Canadá, donde en ambos tenemos aún un gran potencial para seguir creciendo. Sin embargo, ¿podremos recibir la cantidad de turistas que se proyecta con la cantidad de habitaciones hoteleras que tenemos? ¿Se podrán desarrollar nuevos destinos como Miches, Bergantín, Pedernales y Baní, sin una ley de incentivos?

Estoy segura que sólo con el anuncio de la posible eliminación de los incentivos fiscales al sector turismo en el país, muchas cadenas hoteleras al día de hoy han empezado a replantearse sus planes de desarrollo en nuestros destinos, y nuestros clásicos  competidores han empezado a frotarse las manos con alegría.

Los que conocen el sector, saben que el destino se ha desarrollado siguiendo un concepto parecido a los negocios al por mayor. Es decir, una cadena hotelera invierte en un gran hotel, trae sus clientes en su propia línea aérea, con sus propios turoperadores y agentes de viajes, y crea el producto. Por lo tanto, sería bueno entender que sin incentivos no tan solo se pierde la inversión del hotel, sino también la posibilidad del desarrollo del producto.

En la etapa que nos encontramos deberíamos estar pensando cuidadosamente en las mejoras a los destinos ya “exitosos”. Punta Cana necesita urgente de una verdadera planificación sostenible, apegada a los parámetros internacionales de sostenibilidad; los planes de regeneración y mantenimiento de las playas están aún pendientes en todo el país, la preparación del capital humano del sector aún no logra el nivel de calidad que se necesita, nuestras calles sin señalizar no están a la altura que deberían para recibir a nuestros turistas, el Centro de Convenciones de la ciudad de Santo Domingo es aún un tema pendiente muy necesario, las plantas de tratamiento de todas las zonas turísticas y muchos puntos más, necesitan de un verdadero apoyo de todos los involucrados en el sector.

Nos preguntamos además: ¿es este el mejor momento? ¿no pudiese planificarse un desmonte escalonado y consensuado de los incentivos?

República Dominicana es un gran destino turístico. No es solo Punta Cana, Puerto Plata, Romana, o Samaná, es un solo país, que definitivamente lo tiene TODO.