Decía anteriormente que “reencontrarnos en el silencio puede ser la oportunidad de romper con los límites entre el mundo y el lenguaje, ofreciéndonos la oportunidad de volver a la esencia misma de la vida, oculta en el bullicioso mundo que nos ha tocado vivir”.

Algunas personas amigas al leer el artículo sobre el silencio me escribían pues les había recordado aquella hermosa canción escrita e interpretada por Paul Simon & Arthur Garfundel, The Sound of Silence y que iniciaba con el verso “Hello darkness, my old friend”… “Hola, oscuridad, mi vieja amiga”.

Como muchos recordarán, esta canción fue parte importante de la banda sonora de la película El graduado, cinta estadounidense de 1967 dirigida por Mike Nichols e interpretada por Dustin Hoffman y Anne Bancroft, considerada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos como “cultural, histórica y estéticamente significativa”, lo que le valió para su preservación en el National Film Registry.

Por mucho tiempo la experiencia y percepción del silencio ha intrigado a psicólogos y filósofos. ¿Es posible percibir el silencio como los sonidos? La respuesta de muchos psicólogos de la Universidad Johns Hoplins en EEUU es que si, llevando a cabo pruebas de ilusión auditiva.

En la canción aludida antes, hay unos versos que así lo expresan: “Y en la luz desnuda vi diez mil personas, tal vez más, gente hablando sin hablar, gente oyendo sin escuchar, gente escribiendo canciones que las voces nunca comporten; y nadie se atreve a perturbar el sonido del silencio”.

El silencio es tan esencial en los humanos, como lo es el mismo aire que respiramos para poder vivir, o como lo es la luz del sol en nuestra piel y la tan necesaria producción de vitamina D para la función normal de nuestros huesos. El silencio se constituye en una barrera protectora del ensordecedor ruido que nos rodea.

Ante el temor del silencio, sin embargo, muchas personas suelen llenarse de impresiones sensoriales, procurándose de esa manera un sosiego engañoso, que solo posterga su encuentro irremediable con el silencio. Educar en el silencio, es pues, la mejor manera de disfrutarlo y enriquecernos con él.

Así como el ruido externo puede impactar la salud física y mental, de igual manera lo hace respecto a la segunda, el ruido ensordecedor que llena tu cabeza. Ese ruido que no parece parar y que para muchos se constituye en un factor de riesgo para el sosiego y el sueño reparador, a través de insomnio.

Lo que consumimos con la conciencia puede ser saludable y sano, como tóxico. Somos capaces de amar y ser solidarios, perdonar y ser compasivos, de esa manera, si alimentamos nuestra conciencia con esos valores maravillosos estaremos abonando positivamente el alma.

En cambio, si nuestra conciencia se llena de rencores y crueles pensamientos, de insatisfacciones y frustraciones con la vida, solo estamos formando y abonando una conciencia tóxica, que tendrá sus efectos tanto mentales como estructurales, debilitando nuestro sistema psico-inmunológico.

El Dr. Ignacio Morgado, en su conferencia ofrecida en el I Congreso de Psicología de INTEC 2024, Aprendizaje, memoria y olvido, señalaba que la memoria explícita o semántica, es decir, la memoria autobiográfica jugaba un papel de celestina en la formación de nuevas memorias. ¿Se imaginan lo que puede significar?

El silencio puede ser una buena estrategia para resetear o reiniciar el cerebro y así darnos la oportunidad de generar una mayor armonía entre la dimensión biológica y la dimensión psicológica o mental. El silencio puede contribuir con una gestión más efectiva de factores estresantes y emocionales que desbordan nuestras decisiones.

No solo se trata de alejarse del ruido exterior, de por sí insano, sino también de aquel que nos viene de dentro y que nos puede perturbar mentalmente, generando ansiedades, estrés, angustias y todas sus secuelas en el ámbito de la salud física y mental.

Con el silencio puedes aprender a relajar la mente, aliviar los niveles de estrés y ansiedad, mejorar tu estado de ánimo, reforzar tu sistema inmunológico, gestionar tu tensión arterial como también los dolores de cabeza y estados migrañosos. Es decir, puede ser una estrategia beneficiosa y saludable.

El silencio debes comprenderlo como un lenguaje no verbal tan importante como la palabra. En él se producen momentos de auténtica comunicación entre las personas que se aman a través de la mirada y el lenguaje corporal. Es un arte, al mismo tiempo que una disciplina que debe ser enseñada y aprendida.

Abate Dinouart, en El arte de callar, habla del silencio como un ejercicio de elocuencia que gestionado con audacia puede contribuir con una mejor expresión de lo que queremos expresar al otro, como a nosotros mismos. “Para callarse, dice él, no basta con cerrar la boca”.