Quizás una de las filósofas menos comprendida de la actualidad sea Judith Butler. Se recurre mucho a supuestas ideas que ella ha formulado, pero al momento de dirigirse a sus obras, uno puede darse cuenta que la mayoría de las citaciones a su obra son interpretaciones mal formuladas o distorsionadas. Como punto de partida está la cuestión sobre el género y el sexo. Muchas personas afirman que Butler niega totalmente la dimensión biológica del cuerpo para quedarse con las construcciones sociales. Otras veces se dice que Butler enfoca su filosofía en la construcción del género y que dicha categoría es la más importante de su pensamiento. Nada más lejano. Dichas ideas son más propias del feminismo de otros feminismos, no del de Butler. Para Butler, las preguntas más importantes son: ¨¿hay algún modo de vincular la cuestión de la materialidad del cuerpo con la performatividad del género? Y ¿qué lugar ocupa la categoría ¨sexo¨ en semejante relación?[1]¨.

Consideremos primero que la diferencia sexual se invoca frecuentemente como una cuestión de diferencias materiales. Sin embargo, la diferencia sexual nunca es sencillamente una función de diferencias materiales que no estén de algún modo marcadas y formadas por las prácticas discursivas. Además, afirmar que las diferencias sexuales son indisociables de las demarcaciones discursivas no es lo mismo que decir que el discurso causa la diferencia sexual.

J.Butler. Cuerpos que importan, Barcelona, Paidós, 2002, p.17.

La materialidad de los cuerpos sí importa, pero Butler considera que el error es limitar la diferencia sexual a lo meramente biológico u ontológico cuando se toma la diferencia sexual como algo preestablecido, ya otorgado. Lo que Butler quiere rescatar es que lo inteligible es parte fundamental de lo que constituye la materialidad de los cuerpos. Es porque necesitamos comprender nuestros cuerpos que nos hemos inventado ¨la forma ̈ en la cual deben entenderse y diferenciarse unos de otros. En un principio, tal y como los griegos lo problematizaron, la materia se entendía como lo amorfo, lo pasivo que sólo podía definirse si se le daba forma a través de las ideas. La meta era encontrar la manera de darle una estructura fija para poder someterla al dominio del conocimiento humano. Ahí surgen categorías, teorías y estructuras que se fueron ¨naturalizando¨ (especialmente con el surgimiento de la ciencia moderna). Lo que se debe recordar es que esas categorías y estructuras que surgieron para darle forma a la materia no son la cosa en sí, sino un medio para hacerla inteligible.

La materialidad es efecto del poder. Butler considera que el sexo es una norma a través de la cual se construye al sujeto para hacerlo culturamente comprensible. Sin embargo, no descalifica la construcción sino que la reconcibe como parte esencial de lo que necesitamos para poder vivir en sociedad. El problema surge cuando no se discierne lo construido y se le asume como lo que ¨es¨. Las diferencias sexuales no emergen porque sí, sino gracias a la perfomatividad de sus normas. Por perfomatividad se debe entender una práctica que es reiterativa y que se constituye en referencia para producir los efectos que nombra en sus discursos (ejemplo de esto es que cuando nacemos, en el mismo quirófano se nos categoriza como varones o hembras y, a su vez, eso desencadena un conjunto de consecuencias que terminan regulando la forma en la que viviremos gran parte de nuestras vidas).

Para Butler, la prueba de que el sexo es una norma reguladora que opera de forma perfomativa es que existen las esferas de los seres abyectos. Es decir, la estructura de poder por la que emergen las diferencias sexuales termina creando esferas de seres que no caben en sus propias concepciones. ¨Los raros¨, los que no se han podido encerrar en la esfera de los sujetos constituidos socialmente. Es como si el cuerpo mismo escapara constantemente a lo que se supone debería ser. La única forma que tienen las normas reguladoras del sexo de reducir dichas esferas es reiterándose (performatividad) e introduciendo un repudio fundacional que haga que los sujetos se autoregulen y se constituyan en base a la diferencia ¨de lo raro¨, en base al ¨no soy eso¨. Ese es el famoso ¨no seas maricón¨, ¨no te juntes con los raros¨ o ¨esa gente esta poseida por espíritus malignos¨. La idea es deshumanizar ya que el objetivo es reducir e invisibilizar las esferas habitadas por aquellos seres que no han permanecido dentro de las regulaciones que materializan el sexo y permiten que emerja el sujeto culturamente comprensible.

En una última instancia es necesario retomar la crítica de Butler al constructivismo radical y a la cuestión de género. Sobre el constructivismo, la problemática radica en que al sujeto se le niega su capacidad humana de tomar decisiones. Decir que todo es construcción social implica afirmar que el ser humano es incapaz de detenerse, reflexionar y optar por algo que esté fuera de los parámetros de los constructos sociales. Es por esto que cuando Butler habla del sexo como norma reguladora no establece que sea una imposición, como si el sujeto fuese un ente pasivo. Por el contrario, establece que es un proceso a través del cual el sujeto se forma buscando emerger como sujeto culturalmente comprensible. Sobre la cuestión de género, Butler afirma que al considerarse que el género es la interpretación cultural del sexo, entonces se entiende al sexo como algo que precede lo inteligible y que sólo adquiere contenido a través del género, cuando no es así. El sexo nace en y por la inteligibilidad mientras que el género es otra consecuencia más de dicho proceso performativo.

[1] J.Butler. Cuerpos que importan, Barcelona, Paidós, 2002, p.17.