Como se sabe, Hipócrates fue un médico griego que nació en la isla de Cos, Grecia, en el año 460 antes de Cristo. Como tal, Hipócrates fue catalogado como el Padre de la Medicina por la calidez humana con la que él prestaba sus servicios como médico. En su ejercicio profesional, Hipócrates basó sus prácticas en la observación y el estudio cuidadoso del cuerpo humano.

Según aparece en la literatura médica, Hipócrates dijo: “Es mucho más importante saber qué persona tiene la enfermedad que saber, qué enfermedad tiene la persona”. Además, la literatura médica refiere que Hipócrates dijo: “La principal virtud que puede tener el lenguaje, es la claridad, y nada le resta tanto a la claridad que el uso de las palabras desconocidas para el paciente”.

En tan sentido se sabe que, Hipócrates, Voltaire, Heráclito, Séneca y Platón fueron algunos de los grandes pensadores de la Humanidad que han dejado reflexiones valiosísimas sobre la ciencia médica, entre otras, cuyos legados han sido utilizados para formar a los médicos y, al mismo tiempo, humanizar la medicina históricamente.

Por su formación y responsabilidad, el médico está llamado a ejercer su práctica profesional apegada al Juramento Hipocrático, el cual compromete al profesional de la medicina a: (1ro) Cumpliré, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este pacto; (2do) respetar los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido los médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con aquellos que vengan detrás de mí; (3ro) aplicar todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico; (4to) recordar que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico.

Además, (5to) No me avergonzaré de decir no lo sé, ni a dudar cuando tenga que consultar a mis colegas de profesión cuando sean necesarias las habilidades de otros para la recuperación del paciente; (6to) respetar la privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los desvele. Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano el poder de tomar una vida y debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad y, por encima de todo, no debo jugar a ser Dios.

También, (7mo) Recordar que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano enfermo, cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad económica. Si cuido de manera adecuada a los enfermos, mi responsabilidad incluye estos problemas relacionados; (8vo) intentar prevenir la enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la curación; y, (9no) recordar que como médico soy un miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia sus congéneres, los sanos de cuerpo y mente así como los enfermos. Si no violo este juramento, puedo yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras viva y recordado con afecto después y que actué siempre para conservar las mejores tradiciones de su profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar a aquellos que buscaron de mi ayuda profesional.

Como usted ha podido observar amable lector, quienes somos usuarios de los servicios de salud en los centros públicos y privados, tenemos el derecho de recordarles a los médicos que pongan en práctica el Juramento Hipocrático que éstos/as asumieron al incursionar en el campo de la medicina. Por lo que yo he vivido y escuchado, el Juramento Hipocrático de los médicos se lo llevó de cuajo la sociedad globalizada y deshumanizada.

Por otra parte, no es un secreto para nadie que, la mayoría de los paramédicos, enfermeras y el personal de apoyo secretarial, carecen de la formación humana y la calidez, para atender a quienes acudimos a los centros públicos y privados en busca de atención médica para identificar, manejar y superar nuestras dolencias. La altanería, arrogancia, la falta de tacto, humanidad y compasión con la que se maneja la mayoría del personal paramédico y de apoyo secretarial que trabaja en las salas de espera de los consultorios públicos y privados, es deprimente y humillante.

Como se sabe, la salud es un derecho universal que nos corresponde a todos los ciudadanos/as . Bajo ninguna circunstancia los dominicanos la debemos mendigar, sin importar nuestra condición social. En tal sentido, el numeral tres de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) refiere que, los Gobiernos garantizarán salud para todos/as en igualdad de condiciones para el año 2030 (ODS, 2030-ONU).

“El médico Cura, pero sólo la Naturaleza Sana”. Hipócrates.