El subdesarrollo, que es mental y nada más que mental,  que viene dado por una conciencia empobrecida, supersticiosa y limitada de la conciencia, lo condiciona todo, incluso las respuestas a una realidad desdibujada por centurias de atraso distorsionador y el predominio de unos paternalismos clánicos.

Tener  un pensamiento independiente y sobre todo, tener pensamiento, ya es un problema complejo en la Res  Pública dominicana.

 Para el consuelo, ilusorio, de muchos, no solo ocurre aquí el fenómeno.

Es casi universal.

Nos embelesamos ante el desarrollo artístico y el pensamiento avanzado de los griegos de hace milenios.

El pensamiento libre en términos intelectuales, en términos avanzados, subsiste a duras penas entre dominicanos y latinoamericanos.

Nos admira su refinamiento y complejidad social pero no nos detenemos a pensar que esos logros son los de un pensamiento libre y pluralista y de figuras como el estadista Pericles, que no sólo lo permitió sino que lo estimuló plenamente.

Con facilidad se cierran caminos esenciales, se crea un clima de aislamiento, de chismes, de ataques mediocres que no tienen que hacerse públicos sino hacerlos correr en los alcantarillados del instinto.

Se busca para la víctima de ese desprecio cobarde y larvado cualquier excusa por indecente que se sienta.

Ser independientes es un pecado mayor en esa República  Dominicana que se ufana de su crecimiento pero no puede hacerlo de su desarrollo, que no arranca porque se necesita que sea así, que se mantenga esa mentalidad medieval, cerrada, de la sociedad, para que las cosas sigan en su brutal y brutalizada normalidad.

No hay para qué educar, todo está bien, no hay que permitirle al pueblo avanzar y sentirse dueño del porvenir que anda lejos todavía.

Ser independientes es cosa condenable, alta maledicencia, ya que lo normalizado es la genuflexión, la delación, la crítica tóxica, el veneno, la marginación de  quienes, por su naturaleza, no se le tiran a los pies a nadie.

Se estimula el cinismo, la incondicionalidad, el espíritu clánico, la persistencia de una religiosidad falsa, doblemoral, siniestra, negociante, sin principios, sin espíritu.

El pensamiento libre en términos intelectuales, en términos avanzados, subsiste a duras penas entre dominicanos y latinoamericanos. Todo lo arropa la “política”…